jueves, 22 de enero de 2009

El Santuario de la Virgen de la Carballeda - La Cofradía de los "Falifos" de Rionegro del Puente

Vista general del santuario de la Virgen de la Carballeda

Los caminos que conducían a Sanabria desde Benavente seguían la margen izquierda del Tera, hasta Junquera, para atravesar más adelante el río Negro, a través de un puente en la localidad epónima. Desde aquí, la ruta continuaba a Mombuey, Cernadilla, Asturianos, Palacios, Remesal, Otero, La Puebla, hasta Requejo. El Tera se sorteaba también en el puente de Mózar, paso obligado para todos los vecinos de la merindad de Valverde, y de las aldeas de la margen derecha del río que acudiesen a la villa.

Varios de estos puntos de la ruta fueron, por razones obvias, lugares elegidos para la fundación de hospitales, albergues o cofradías, relacionados de una forma u otra con la atención a los transeúntes.

Uno de los puntos neurálgicos de las comunicaciones del norte de Zamora fue Rionegro del Puente, en la Carballeda. En sus inmediaciones se unía la mencionada vía del Tera, proveniente de Benavente con otra, más antigua aún, que atravesaba los valles de Tábara y Valverde, jalonada de monasterios de origen altomedieval como los de San Salvador de Tábara y San Pedro de Zamudia.

En 1032 se mencionaban ya los términos de Rionegro en una donación de particulares al monasterio de Santa Marta de Tera. En 1520 la villa se denomina “Rionegro de la Puente” y está bajo el dominio de los Losada, concretamente de Álvaro Pérez de Losada. En 1649 Felipe IV envía una carta a Enrique Enríquez Pimentel, V marqués de Távara, Capitán General de las fronteras de Portugal en Castilla la Vieja, sobre el dinero que se aplicará a la remonta de Puebla de Sanabria procedente del repartimiento para la reedificación del puente de Rionegro”.

A mediados del siglo XVIII la villa pertenecía al señorío del Marqués de Vianze. En la actualidad es una población con ayuntamiento propio, al que pertenecen además de Rionegro, las localidades de Santa Eulalia del Río Negro, Valleluengo y Villar de Farfón.

En este lugar surgió en la Edad Media un santuario relacionado con la atención a los peregrinos y viandantes. Según la leyenda, la Virgen se habría aparecido, sobre un roble o carballo a unos peregrinos jacobeos que intentaban vadear el desbordado río Negro, ordenándoles que tendieran sus capas a manera de embarcaciones. La intervención mariana se materializó en la erección de un templo, que aglutinó la devoción de un gran número de aldeas y lugares de la comarca.

La trayectoria de este santuario estuvo íntimamente ligada a la de la Cofradía de los Falifos o Farapos, que tenía por principal misión la de facilitar el tránsito y ofrecer albergue a los peregrinos, socorrer a enfermos y criar niños expósitos. Para ello construyó y reparó caminos y puentes, mantuvo hospitales y costeó amas de cría.

La notoriedad de esta hermandad está relacionada con el “falipo” o “farrapo”, esto es el mejor vestido que tuviese el cofrade, señalado por el interesado para su donación después de su muerte. Al fallecer, la prenda era entregada a la cofradía por los familiares del difunto y se subastaba en la festividad de la Virgen de la Carballeda.

Una versión ligeramente diferente de esta tradición nos suministraba Fernández Duro a finales del siglo XIX: "Llámase de los falijos ó de los farrapos esta imagen, porque los enfermos suelen ofrecerla las prendas de vestir que cubren la parte dolorida; prendas que no suelen ser muy valiosas atendiendo á la pobreza de los habitantes de la localidad". La cofradía sigue existiendo en la actualidad y celebra su fiesta el tercer domingo de septiembre. Además de la romería se celebra una novena y una feria.

El antiguo hospital, o Casa de la Virgen, es un edificio de planta trapezoidal, situado a pocos metros del Santuario. Fue construido inicialmente como hospital y albergue de peregrinos por la Cofradía de los Falifos. En los últimos 100 años ha sido también escuela y casa de comidas.

Así pues, uno de los cometidos principales de esta cofradía, fue la construcción, reparación y mantenimiento de los puentes en las regiones de Carballeda, Sanabria, Vidriales y Cabrera. Los cofrades en alguno de sus documentos afirmaban haber reparado hasta treinta y cinco puentes de piedra y madera en los pasos más peligrosos de estas vías. La cifra puede parecer un tanto exagerada, pero pone de manifiesto la importancia que se daba a estas construcciones para asegurar las comunicaciones de la región.

En un informe elevado al Consejo Real por D. Miguel de Manuel y Rodríguez, sustituto de secretario de la R.S. Económica de Amigos del País de la Corte, se habla de la existencia de esta hermandad desde tiempo inmemorial, habiendo sido ya aprobada por Clemente VI (1342 1352), y de que su origen parece encontrarse en que "por haberse congregado los párrocos de Carballeda, Sanabria, Vidriales y Cabrera, y eclesiásticos, alcaldes y procuradores de aquellos lugares, hicieron este establecimiento movidos de charidad para alvergue y socorro de peregrinos y para composición de caminos y puentes de que parece han construido hasta treinta y cinco de piedra y madera en los pasos peligrosos, lo que es muy natural atendiendo, por una parte, a lo farragoso y áspero de aquellas montañas, y por otra, a las frecuentes peregrinaciones y romerías en aquellos sitios, principalmente a Santiago".

En 1564 se despacha una provisión de Felipe II ordenando se envíen al Consejo Real relación y traslado de las cuentas de la ermita de Nuestra señora de Carballeda en Rionegro, parte de cuyas rentas se destinaban a la reparación de los puentes en los lugares de la jurisdicción de Rionegro y de Benavente, administradas dichas rentas por Álvaro Pérez de Losada.

Algunos autores se han mostrado escépticos respecto a la antigüedad de esta cofradía. Sin embargo, todo apunta a un origen efectivamente medieval, lo cual se acomoda con algunos restos antiguos existentes en el edificio y la propia imagen de la virgen titular.

De 1324 hay testimonio de una carta de hermandad entre los cofrades de Carballeda y los canónigos de Astorga. En 1446 el papa Eugenio IV despachaba una Litterae gratiosae, concediendo a todos los fieles cristianos que visiten el primer domingo de octubre el santuario, y ayuden con sus limosnas a las tareas de la cofradía allí fundada, la gracia de obtener cinco años y otros tantos cuarenta días de indulgencia, en el caso de que cumplan los requisitos canónicos pertinentes. Se anulan a continuación cualesquiera otras gracias concedidas anteriormente a dicha cofradía.

El templo actual fue construido probablemente en el siglo XV, pero con reformas y ampliaciones que alcanzan el siglo XVIII. Parece tener su origen en una pequeña capilla románica de la que se atisban algunos restos en la vieja sacristía.

El portal de entrada se cubre con armadura sencilla y abre en tres de sus frentes arcos de medio punto, doblados y con chaflanes. Dos nichos o "brizos" dispuestos en los muros eran utilizados como receptáculos para depositar los expósitos que la comunidad acogía. Unas cadenas cuelgan a la entrada del pórtico, en anuncio de redención de quien tiene cuentas con la justicia o, tal vez, testimonio de los lugares exentos de dominio señorial. 

El edificio presenta planta de tres naves, con una imponente torre de sillería, del siglo XVII, de más de veinte metros de altura, adosada al muro sur. La separación entre naves se hace mediante cuatro arcos, agudos y sobre pilares muy cortos, con dos semicolumnas adheridas.

La cubrición es toda ella del siglo XVI, salvo una parte de la nave central que recibió cúpula en el siglo XVIII. La capilla mayor se cubrió con bóveda estrellada, de terceletes y combados. Hay dos puertas laterales de arco semicircular moldurado de gran dovelaje.

De entre las tallas existentes en el interior destaca, sin duda, la de la Virgen de la Carballeda, presidiendo el retablo mayor, obra románica de mediados del siglo XIII. En época barroca fue objeto de una mutilación traumática, separando al Niño de la Madre, dotándole de nuevas extremidades y colocándole un armazón para aumentar artificialmente su volumen. Fue así reconvertida en una imagen vestidera, ocultando su alma románica primitiva. Viste túnica y manto, tocada con rostrillo y ceñida con corona. Su brazo izquierdo sujeta al Niño, igualmente vestido y coronado, y en la mano derecha sostiene un fruto o una flor.

Mención aparte merece el llamado "Tumbo". Se trata de un monumento de cinco metros de altura encargado por la Cofradía de los Falifos. Consta de cinco cubos superpuestos y decorados con diversos motivos. Está coronado por una alegoría de la muerte, simbolizada mediante un tétrico esqueleto. Fue tallado en madera de nogal en 1722 por Tomás Montesino. Antiguamente tenía ruedas y era sacado en procesión.

Albergue de peregrinos
Puerta principal del santuario
 Puerta lateral.

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