martes, 24 de enero de 2012

La guerra de las reliquias - San Froilán y el monasterio de Moreruela

Cabecera de la iglesia del monasterio de Moreruela (Zamora)

Conocemos los pormenores de la vida de San Froilán -santo anacoreta, fundador de monasterios, obispo de León y patrono de Lugo- a través de un opúsculo recogido en la Biblia visigótica de la catedral de León. Se aprovechó para ello los espacios en blanco existentes entre los folios 101r-v, al fin del Libro de Job y en el comienzo del Libro de Tobías. La breve pieza hagiográfica fue copiada hacia el año 920 por el diácono Juan, bajo el título: "De hortodoxo uiro Froiane Legionense episcopo". El relato se interrumpe bruscamente al final de dicho folio, de modo que la reconstrucción completa de la composición debe hacerse a través del cotejo con otros códices posteriores.

En el texto se relata la fundación por San Froilán, y bajo el patrocinio del rey Alfonso III, de varios monasterios en tierras leonesas a finales del siglo IX. Entre ellos se cita expresamente el de Tábara, dedicado a San Salvador, dónde se habrían congregado 600 monjes de ambos sexos, y  otro a orillas del Esla, en lugar "alto y ameno", donde convivían 200 personas: "Tunc deinde prospiciens loco, ubi alterum locum aedificaret cenobium, invenit amenum et altum locum erga flumen Stole discurrente. Construxit ibidem coenobium ubi congregavit ducentos fere monachos sub regulari constitutos".

Este último monasterio se ha identificado habitualmente con el de Moreruela, si bien la naturaleza y localización de esta primitiva fundación ha sido objeto de todo tipo de especulaciones.  Sin embargo, en el texto original de Juan Diácono no aparece tal identificación, pero ya en un breviario, de finales del siglo XII o principios del siglo XIII, se añadió intencionadamente "nomine Morerola" al copiar el mencionado párrafo. Este último códice, custodiado en la misma catedral, tiene el interés añadido de conservar completa la Vita Froilanis.

Froilán murió en León, siendo obispo, hacia el año 905. Fue enterrado con todos los honores en un sepulcro que al parecer había sido dispuesto por el propio Alfonso III. La admiración por el personaje debió comenzar en vida, pero con su muerte, "en olor de santidad", comenzó una devoción hacia sus reliquias que se extendería por las centurias siguientes.

Cuenta la versión pelagiana de la Crónica de Sampiro que en tiempos de Bermudo II (985-999), ante la amenaza de las campañas de Almanzor, los cuerpos de los reyes leoneses y las reliquias de San Pelayo fueron trasladadas a Oviedo, mientras que las de San Froilán acabaron recalando en el monasterio de San Juan Bautista de Valdecésar, en las montañas de León. A partir de entonces la pista de su paradero se pierde: "Quidam autem ex civibus Legionis levaverunt Corpus Sancti Froilani Episcopi infra Pyrenaeos montes in Valle Cesar, et posuerunt eum super altare Sancti Joannis Baptiste". En parecidos términos se expresa Lucas de Tuy en su "Crónica de España": "Y algunos clérigos del obispado de León trasladaron el cuerpo de Sant Floilano obispo a lugares seguros, so la montaña que se dize Valçesar, y pusiéronlos so el altar de San Juan Apóstol".

Debió ser a mediados del siglo XII, coincidiendo con la refundación de Moreruela y su filiación al Císter, cuando los monjes blancos consiguieron hacerse con las reliquias de San Froilán. Al considerarle el fundador de su monasterio, la posesión de sus despojos se convertiría en una cuestión de suma importancia para garantizar la afluencia de peregrinos y visitantes. Los historiadores más afines a la urbe regia hablan de un hecho furtivo y secreto, de un robo en definitiva, de un atentado "contra la voluntad y derecho de la ciudad de León". Estamos una vez más ante el fenómeno del "pío latrocinio", el robo y el trasiego de reliquias, prácticas tan comunes en los siglos medievales.

Una tradición recogida por los monjes de Moreruela atribuía la llegada de las reliquias a doña Berenguela, hija de don Sancho el Poblador, segundo rey de Portugal, y hermana de doña Teresa, mujer de Alfonso IX.

En cualquier caso, las reclamaciones de la sede leonesa fueron una constante, asunto que provocará la intervención del Papa y dará lugar a sucesivos pleitos. Finalmente los monjes tuvieron que ceder y devolver las reliquias a sus propietarios originales, pero después de la aplicación de una solución salomónica: la mitad de los restos para la catedral y la otra mitad para el monasterio.

De la traslación de las reliquias de San Froilán da cuenta Lucas de Tuy en su "Libro de los milagros de San Isidoro". Trae a colación un célebre prodigio acaecido en aquella ocasión. Se trata del capítulo 50, según la traducción de Juan Robles, impresa en Salamanca en 1525, "en aquel mismo tiempo, esto es siendo obispo legionense Don Manrique, acaeció una cosa maravillosa, que trayendo del monasterio de Moreruela para León el cuerpo de San Froilán con grandísima pompa y aparato, como a santo glorioso convenía, en todo el camino por donde traían aquellos huesos sacratísimos, e por allí al derredor llovía miel en tanta abundancia, que de los árboles, et de los cabellos de los hombres, et de los animales corrían arroyo de miel". Tomamos el texto del tomo XXXIV de la España Sagrada de Risco, que abunda en este asunto.

El testimonio de Lucas de Tuy no concuerda, sin embargo, con el ofrecido en la "Historia de la traslación de San Isidoro". En este relato hagiográfico de finales del siglo XII o principios del siglo XIII se citan reliquias de San Froilán en León en tiempos del obispo Juan, antecesor de Manrique. Sus restos habrían sido sacados en procesión por la ciudad, junto con el de otros santos, para intentar aplacar una severa sequía.
 
Risco supone que la Traslación debió producirse entre 1181 y 1191, coincidiendo con el inicio del pontificado de Manrique y la estancia en la sede leonesa del cardenal Jacinto, legado apostólico. Pero en 1901 Juan Carlos Díaz-Jiménez hizo un reconocimiento de la urna de San Froilán existente en la catedral. Entre otros objetos allí depositados, describió un sudario de tejido hispano-musulmán atado con dos cabos de hilo del que pendía un sello de cera. El ejemplar sigilográfico, realizado en cera natural y de forma oval, tenía la inscripción: "SIGILVM IOHANNIS EPISCOPI LEGIONESIS", sin duda perteneciente al obispo leonés don Juan Albertino (1139-1181).

Comienzo de La Vita Froilanis en la Biblia visigótica de la Catedral de León. Imagen Mas. Imagen tomada del  blog: http://corazonleon.blogspot.com/

Relieve de San Froilán y el milagro de las palomas en un sitial de la parroquia de Villafáfila. Procede del monasterio de Moreruela

Relieve de San Atilano y el milagro del pez en un sitial de la parroquia de Villafáfila. Procede del monasterio de Moreruela

Tímpano de la Portada de San Froilán en la Catedral de León

Las disputas entre la Catedral de León y el monasterio de Moreruela por la posesión de las reliquias de San Froilán quedaron inmortalizadas en la decoración escultórica de la sede leonesa. La portada sur del templo cuenta con tres pórticos, al estilo de las catedrales góticas francesas, realizados entre 1265 y 1275. El pórtico derecho es conocido como "de san Froilán". Muestra en su tímpano diversas escenas de la vida del santo y su muerte, pero en el registro inferior se recoge el traslado de sus reliquias desde el monasterio cisterciense a la catedral leonesa. Se representa aquí una procesión con monjes que sale de una iglesia, cruza la puerta de una ciudad y entra en otra iglesia.

También se incorporó este asunto en el retablo de la Catedral de León, obra de Nicolás Francés de mediados del siglo XV. Lamentablemente una parte importante de los tableros originales se ha perdido, pero conservamos una tabla que describe la supuesta entrevista entre el rey Alfonso III y San Froilán en el monasterio de Moreruela. En ella el rey asturiano habría convencido al entonces abad Froilán (siempre según tradiciones ya tardías) para que viniera a León a ocupar la sede como obispo. Existió otra tabla que podría representar la fundación de Moreruela. Ángela Franco Mata en su obra "Arte leonés fuera de León", la describe así basándose en un texto anónimo del siglo XVIII procedente del archivo catedralicio: "En esta tabla se contienen dos partes, en la principal se ve al Sto. Nro Patrón predicando en un púlpito, y hasta el número de ocho figuras de oyentes y mugeres con el compañero monje al lado; la otra parte que está hacia el coro es la fábrica de un monasterio, en que el santo parece estar hablando con el artífice y un oficial labrando piedra con escoplo y mazo en las manos".

A pesar de este traslado el cenobio zamorano consiguió conservar, como hemos dicho, algunos restos del santo para mostrar a sus fieles y peregrinos. Ambrosio de Morales en el siglo XVI hizo una relación bastante detallada de las reliquias custodiadas en el monasterio de Moreruela, con ocasión de su célebre "Viage santo":

"En el Retablo con dos rejas doradas colaterales al Santisimo Sacramento estan cerradas dos arcas de talla doradas, de tres quartas en largo, y media vara en alto con la tumba, en que estan muchas Reliquias. En la una está la mitad del Cuerpo de S. Froylan, que se lo dió la Iglesia de Leon de mucho tiempo atrás. Son los huesos cinco Canillas diversas, una espalda, y algunos espondiles y costillas: no hay mas Escritura ni testimonio que la tradicion de haber venido asi de unos en otros. Tienen también un gran paño, como media sabana, en que vinieron los huesos envueltos quando los trugeron de Leon: está toda labrada de Leones, y no parece muy antigua. Tienen un gran hueso de S. Blas con no mas testimonio de la tradicion, y que toda la tierra de tiempo muy antiguo tiene gran devocion con esta Reliquia. Todas las demas Reliquias son menudas".

Abundando en el tema, Yepes añade a esta relación fragmentos del Lignum Crucis, reliquias de San Benito y San Bernardo, y otros huesos no concretados pero de gran devoción popular, teniendo los monjes cistercienses el conjunto por la mayor riqueza y tesoro existente en la tierra.

Pero es Lobera, antiguo monje profeso, quien se detiene con mayor detalle en describir la situación del relicario en la iglesia de Moreruela: "Al presente se guarda en el rico altar de su vocación, en una caxa de maravillosa architectura, y estofa, cubierta con un lienço grande a modo de sábana, en que (dizen) traxo el sancto cuerpo embuelto la dicha princesa, desde Valdecésar a Moreruela. Es cosa maravillosa ver, que con aver corrido tantos cientos de años, se está nuevo. Tiene por remate a todas partes, una franja de seda azul, y colorada de quarta en ancho, con varios labores. Están assimesmo con la sancta reliquia, seys corporales, de muy buen lino, que fueron del sancto, tan nuevos, que parece, se acaban aora de hazer. El año de mil, y quinientos y ochenta, hizo engastar ricamente uno de sus huessos (que es de la cadera a la rodilla) el padre fray Nicolás de Rueda, abbad que a la sazón era del dicho monasterio, y mío, y professo del".

A finales del siglo XVI uno de los fragmentos de  las reliquias de San Froilán existentes en Moreruela fue a parar al monasterio cisterciense de Villanueva de Oscos. Su llegada a tierras asturianas originó una nueva devoción local y las correspondientes peticiones de reconocimiento a las autoridades eclesiásticas. El documento que relata  este hecho fue publicado en 1887 por Ciriaco Miguel Vigil en "Asturias Monumental, Epigráfica y Diplomática":

"Certificación librada por Francisco Fernández, escribano y notario de la villa de Granja de Moreruela, jurisdicción del monasterio de Nuestra Señora de Moreruela. Estando en él el día 14 de marzo de 1598 el P. Abad Fray Bernardo de la Cruz, y el P. Fray Luis Ballesteros, extrajeron del sepulcro del señor San Froilán un hueso de dicho santo, que parecía ser de un tobillo; y dicho P. Abad manifestó que enviaba aquella reliquia al monasterio de Villanueva de Oscos, a petición y devoción de su P. Abad Fray Froilán de Toro. Está autorizada del abad de Moreruela y signada de notario. -Sigue una petición hecha a Su Reverendísima por Fray Lucas de Arboleda, abad de Villanueva de Oscos, manifestando que el monasterio poseía una reliquia de San Froilán, Nuestro Padre, habiéndose instituido con tal motivo una Cofradía y jubileo el día del Santo, siendo mucha la devoción de la gente comarcana. Y suplica a su Reverendísima le autorice para continuar la devoción y fiesta, mandando se hiciera conmemoración a vísperas y laudes, y que la fiesta tuviera lugar el primer Domingo de Octubre. Está decretada por el Definitivo a 13 de Mayo de 1668, disponiendo no se hagan las conmemoraciones de San Froilán, y que la fiesta se celebre el domingo infraoctavas de la festividad del Santo".

Alfonso III se entrevista con San Froilán en el monasterio de Moreruela - Retablo de Nicolás Francés en la Catedral de León [Siglo XV]  Imagen tomada de "Tras las huellas de San Froilán" de Julio de Prado Reyero.

Talla de San Froilán en la iglesia parroquial de Granja de Moreruela - Imagen tomada de "Tras las huellas de San Froilán" de Julio de Prado Reyero.

Sala capitular del monasterio de Moreruela

martes, 10 de enero de 2012

El Vado del Emperador - El paso del Esla según una litografía de Bacler d´Albe

Passage de l´Elza par la cavalerie française devant Benavente le 30 Xbre 1808

Albert Louis Bacler d´Albe (1761-1824), militar, cartógrafo y artista francés, es fundamentalmente conocido por sus cuadros de batallas, retratos y por sus cartas geográficas y litografías. Acompañó a Napoleón Bonaparte en algunas de sus más memorables campañas militares, como uno de sus consejeros más próximos en el reconocimiento del terreno y en la toma de decisiones estratégicas. Fruto de estas experiencias fue la publicación de la obra “Souvenirs pittoresques du Général Bacler d´Albe”, cuyo tomo segundo está dedicado a la “Campagne d´Espagne”. Se trata de un conjunto excepcional de 88 litografías de gran calidad. Su portada no consigna la fecha de edición, pero señala que la obra fue confeccionada en París "a la lithographie de G. Engelmann. Rue Louis le Grand Nº 27". Comunmente se fecha entre 1820 y 1822.

Bacler d'Albe realizó dos viajes a España durante la Guerra de la Independencia. Como máximo responsable del Cabinet Topographique de l'Empereur recaló en la Península entre abril y mayo de 1808, con el objeto de recopilar toda la documentación disponible. En su segundo viaje acompañó al propio Bonaparte, coincidiendo con la toma de Madrid y la campaña contra el general Moore, entre noviembre de 1808 y enero de 1809.

De su periplo por tierras hispanas, Bacler dejará constancia a través de una serie estampas de los lugares recorridos, complementadas con los testimonios y relatos de algunos de los protagonistas de los primeros meses de la guerra. No todos sus dibujos son tomados directamente del natural, sino que también se basó en las representaciones gráficas y las narraciones de otros autores. No obstante, toda su obra gráfica tiene una unidad de estilo definida por temas y asuntos que mitifican la labor de las tropas napoleónicas. Las escenas están teñidas de ese romanticismo tan querido en la época, con puentes, castillos, palacios, y ruinas rodeados de una vegetación exuberante, a todas luces exagerada y teatral. En esta ambientación paisajística no faltan los tipos populares y las escenas costumbristas.

Dentro de este tomo II dedicado completamente a España la lámina número 49 inmortalizó uno de los momentos más memorables de la llamada “Carrera de Benavente”, esto es el cruce del Esla por la caballería francesa el día 30 de diciembre de 1808 en su persecución del ejército británico. La reciente adquisición por quien suscribe estas líneas de esta lámina en el mercado de antigüedades ofrece una buena oportunidad para volver de nuevo sobre este episodio, tan crucial para el desarrollo de la Guerra de la Independencia en los últimos días del año 1808.

La mañana de ese día 30 de diciembre las tropas francesas se dedicaron a reparar, en la medida de lo posible, el puente de Castrogonzalo, mientras varios oficiales intentaban localizar vados por los que cruzar el río.

El puente había sido volado con pólvora el día anterior por los ingleses en su precipitada retirada hacia Galicia. El sabotaje formaba parte del plan del general de Moore de obstaculizar al máximo el avance francés, y evitar el enfrentamiento cuerpo a cuerpo con el enemigo. Los pontoneros franceses se afanaron en entablar los arcos y machones minados por la pólvora inglesa. Nicolás Marcel hace referencia someramente a estos trabajos de reparación: "... el puente era muy difícil de reparar, pero allí donde se encontrase el emperador, se eliminaban los obstáculos en un instante, aparecían vigas, maderos y escaleras por doquier y, aunque no pudiese pasar más que de uno en uno, en dos horas los 4.000 hombres se encontraban del otro lado del río". En estas tareas fue aprovechada toda la madera que se pudo encontrar, alguna de procedencia muy poco confesable. Del monasterio de Santo Domingo de Benavente, por ejemplo, se desmontaron buena parte de sus dependencias e iglesia para convertirlas en vigas.

Paralelamente, un oficial del regimiento de Nayles encuentra un vado "por encima del lugar por donde habían pasado los cazadores de la guardia". Según este mismo testimonio, el paso de las tropas de Lefebvre el día anterior se habría producido "por un vado que había debajo del puente", dato que no concuerda con el resto de relatos. En todo caso, una vez localizado el lugar de paso el propio Napoleón se habría puesto a la orilla guiando a los pelotones en su marcha: "La mañana del día 30 reparamos el puente y varios oficiales se encargaron de sondear los vados. M. De Damas, oficial de mi regimiento, descubrió un vado por encima del lugar por donde habían pasado los cazadores de la guardia. Napoleón se puso a la orilla del río y nos hizo pasar por pelotones".

Nicolas Marcel sargento, y posteriormente capitán del ejército francés, relata así el episodio: "Un guía que estaba con el Emperador nos indicó un punto en el que el Esla se dividía en tres brazos y nos permitía pasar más fácilmente. Formamos una hilera y comenzamos a pasar. El agua estaba muy fría y nuestros viejos bigotes comenzaron a refunfuñar cuando los soldados vieron al Emperador entrar a pie en el río para mostrarles el camino. En el regimiento se oyó un grito unánime: ¡Viva el Emperador! El entusiasmo fue general y, en media hora, toda la división estaba al otro lado del río. Este punto de paso fue conocido en el ejército como "Vado del Emperador".

Dezydery Chlapowski, oficial polaco al servicio de Napoleón, ofrece algunos detalles complementarios: "El Emperador ordenó a la caballería cruzar el río por un vado que se encontraba un poco más arriba, obligando a los escuadrones a aproximarse lo más cerca posible, sin que hubiese distancia entre ellos, y los oficiales en su lugar. Esta columna apretada formó una presa humana y un poco más abajo el agua descendió. El emperador hizo pasar por este lugar a la artillería que logró cruzar el río sin mojar sus municiones. Cuando dicha artillería estaba en la orilla opuesta, el Emperador cruzó a su vez con todos nosotros. Por la noche llegamos a Benavente, congelados y mojados. Era a finales de diciembre de 1808".

Nuestra litografía lleva por título: “Passage de l´Elza par la cavalerie française devant Benavente le 30 Xbre 1808". La topografía de las ilustraciones de este artista debe ser siempre tomada con muchas reservas. Así la lámina número 50 de esta misma obra ofrece una vista del Castillo de Benavente, que no guarda un parecido reconocible con otras ilustraciones o fotografías antiguas. Pero en nuestro caso parece que la fidelidad del escenario es bastante más evidente, pues disponemos de al menos de dos referencias significativas coincidentes.

Retrato de Bacler d'Albe

Portadilla del Tomo II de "Souvenirs pittoresques du général Bacler d'Albe", Paris, Engelmann, 2 vol., 1819-1822

Itinerario de Napoleón en Castilla y León

Por una parte el destruido puente de Castrogonzalo a lo lejos, lo cual nos indica que las tropas que cruzan el Esla en ese momento lo hacen río abajo y a una distancia considerable del viaducto. La imagen nos muestra un puente de ocho ojos, correspondiente al conocido entonces como Puente Mayor, con al menos uno de sus arcos destruido. Sobre el viaducto se intuye la presencia de soldados, sin duda ocupados en la reparación del desperfecto con tablones de madera. Más a la izquierda se aprecia el Puente Viejo, mientras que a la derecha aparece una construcción levantada prácticamente sobre el mismo puente.

La otra referencia es una iglesia o ermita situada a la derecha, junto a un caserío que debería corresponder a Castropepe. Así el mencionado templo se identificaría con la antigua iglesia parroquial de Santa María Magdalena, actualmente en ruinas y convertida en cementerio. La espadaña de este templo presenta ciertamente una estructura muy similar a la actual, así como el camino empinado por el que las tropas francesas descienden desde el caserío hacía el río. La caballería cruza en pelotones el curso de agua en dirección hacia Benavente, bajo la atenta mirada de mandos y oficiales. En un segundo plano parece intuirse la presencia del propio Emperador, tocado de su característico bicornio o sombrero de dos picos, acompañado de varios ayudantes. A la derecha otro grupo de soldados intenta calentarse al pie de una hoguera, una forma de transmitir al espectador el intenso frío y las penalidades padecidas por la tropa.

Contamos con un interesante mapa, muy esclarecedor para entender en toda su medida el teatro de operaciones. Procede del Archivo Cartográfico y de Estudios Geográfico del Centro Geográfico del Ejército y tiene por título "Passage de L`Esla au gué de Castro Pepe devant Benavente par l`Armée Francaise commandée en personne par S.M. Impériale et Royale le 30 Decémbre 1808". Comprende parte de los términos municipales de Benavente, Castrogonzalo y Villanueva de Azogue. Es una copia de 1847 de un original francés de 1808 según consta en el catálogo del SGE.

El plano nos muestra tres caminos que atraviesan el Esla y conducen a Benavente. El central corresponde al paso del derruido puente de Castrogonzalo, en la carretera de Benavente a Villalpando. El que se sitúa aguas arriba se encuentra junto al casco urbano de Castrogonzalo y debe corresponderse, más o menos, con el vado por el que cruzó Lefebvre. Por último, está otro acceso a la altura de Castropepe, también junto a su caso urbano, y que, por tanto, debe identificarse con el descrito en las fuentes y el plasmado en la litografía anteriormente citada. Todos ellos confluyen en Benavente, donde aparecen representadas, al parecer, las columnas francesas entrando en la villa.

Para entonces buena parte de la población de Benavente había huido a los campos y a las aldeas. Toda la amplia llanura de la vega del Esla estaba muy concurrida de monjes y fugitivos. En la villa solamente quedaban las mujeres y los niños, que deambulaban por las calles gimiendo y lamentándose de su suerte, en una estampa descrita por los testigos como estremecedora. El Emperador, una vez sorteado el río, habría llegado a Benavente en aquella misma tarde del día 30 de diciembre, alojándose en una vivienda perteneciente a la familia Núñez de la actual Plaza del Grano.

Las dificultades del paso del Esla y la reconstrucción del puente motivaron un considerable retraso del avance francés. Aunque, como hemos visto, una parte atravesó el río y se reunió con Napoleón en Benavente, otra debió detenerse de este lado del Esla durante algunos días. La caballería sería la primera en pasar el río, mientras que la infantería y todo el material pesado tendrían que esperar a que los vados o el puente fueran transitables

Estos imponderables ya habían sido asumidos por el propio Bonaparte: "El emperador había advertido de que el puente de Castrogonzalo estaba destruido y que tardarían mucho tiempo en repararlo puesto que las brechas de los arcos eran muy anchas. La tropa se desperdigó entonces por las aldeas más próximas a Castrogonzalo, dejando una profunda huella en la memoria colectiva de toda la comarca.

Paso del Esla por la caballería francesa el 30 de diciembre de 1808

Detalle del Puente de Castrogonzalo, con algunos de sus arcos volados por los ingleses

Espadaña de la iglesia de Santa María Magdalena de Castropepe