martes, 28 de abril de 2009

1521, y en abril para más señas - Una lágrima en la mejilla del Conde

"Ejecución de los comuneros de Castilla", por Antonio Gisbert Pérez (1860)

Uno de los rasgos definitorios de la alta política del linaje Pimentel a lo largo de su dilatada trayectoria, fue el de haber sabido siempre estar en lugar apropiado en el momento adecuado.

Los condes, como norma general, no salieron mal parados en cuantos procesos de crisis política o guerra civil se vieron involucrados. Su apoyo incondicional a la monarquía les reportó cuantiosos réditos, dentro del habitual sistema de concesión de mercedes a los partidarios y de confiscaciones a los desafectos. La coincidencia continua de este linaje con el bando vencedor en cada momento explica que la cuantía de villas, juros, mercedes, etc., se fuera incrementado de generación en generación.

Durante la llamada Guerra de las Comunidades de Castilla el emperador Carlos I tuvo en Alonso Pimentel, V Conde de Benavente (1499-1530), uno de sus apoyos más firmes. No sólo defendió invariablemente los intereses de la Corona durante el desarrollo del conflicto, sino que estuvo presente en la batalla final de Villalar, el 23 de abril de 1521, a la que acudió con gran hueste en apoyo de los Realistas. Junto a él se encontraban otros notables del reino, como recordaría el Conde de Haro:

"Pasose el conde de Benavente con su gente a tomar la una punta del lugar; el condestable se pasó delante de la batalla real, y yo con la vanguardia; y en haciendo la punta que hizo el conde de Benavente, rompí con la vanguardia por mitad de los escuadrones de los enemigos; y en los que quedaron a la mano derecha rompieron el condestable y el conde de Miranda y el comendador mayor de Castilla y los continos y los otros grandes y toda la otra gente que allí venía; y en los que quedaron a la mano izquierda rompió el conde de Benavente [...] Serían muertos y heridos obra de mil hombres, de los cuales mató muchos el artillería. Luego otro día, miércoles 24 abril, degollaron a Juan de Padilla y Juan Bravo y a Francisco Maldonado, allí en Villalar, y de allí vino a rendirse Valladolid, la cual se perdonó, aunque se exceptuaron a doce personas, y la misma orden se llevó en todas las otras ciudades".

A pesar del éxito evidente de aquella empresa para los intereses del linaje, el magnate benaventano no pudo evitar verse salpicado desagradablemente por los daños colaterales, en este caso con consecuencias trágicas.

Suele señalarse a Juan Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, capitanes respectivamente de las milicias de Toledo, Segovia y Salamanca, como los principales cabecillas del movimiento comunero. Como se sabe, los tres serían ejecutados tras juicio sumarísimo, el 24 de abril de 1521, pocas horas después de ser apresados en las campas de Villalar. Pero entre los derrotados de aquella célebre batalla se encontraban otros nobles y personajes distinguidos. Algunos corrieron mejor suerte y consiguieron, al menos momentáneamente, salvar sus vidas.

Entre ellos estaba el salmantino Pedro Maldonado Pimentel, al parecer primo de aquél Francisco Maldonado y, como su segundo apellido delata, perteneciente a la parentela del Conde de Benavente. Don Pedro tenía que haber sido ejecutado con sus compañeros de armas en aquella mañana de abril, pero la intervención del Conde permitió aplazar su proceso, al menos, hasta el regreso del Emperador.

Según el dictamen inicial, Francisco Maldonado no debía ser ejecutado sino encarcelado en Tordesillas. Sin embargo, como cuenta Sandoval, cuando los realistas conducían al salmantino, desnudo y maltratado, a la localidad vallisoletana se produjo un hecho insólito: "llegó el general de los dominicos y le dijo que los gobernadores mandaban volver a Francisco Maldonado para le degollar, porque el conde de Benavente había hablado con ellos pidiéndoles con eficacia que no degollasen a don Pedro Maldonado en su presencia, porque era su sobrino y lo ternía por afrenta. Y porque se había divulgado que habían de degollar al don Pedro, y ya no se hacía, habían acordado de degollar en su lugar a Francisco Maldonado".

En parecidos términos se expresa el cosmógrafo y cronista Alonso de Santa Cruz: "D. Pedro Pimentel, sobrino del Conde de Benavente y nieto del Doctor de Talavera, mancebo esforzado y dispuesto y muy de corazón comunero, y no fuese degollado con Juan de Padilla y Juan Bravo á causa que el Conde de Benavente, su tío, que se halló en aquella batalla, trabajó mucho por salvarle la vida".

De Pedro Maldonado sabemos que fue en primera instancia el encargado por la Junta en Salamanca de dirigir las milicias locales. Sin embargo, debido a su cercanía familiar a uno de los más firmes colaboradores del rey Carlos I, el Conde de Benavente, su liderazgo causaba algún recelo en los estamentos populares de la ciudad. Su primo, Francisco Maldonado, pasó a capitanearlas, aunque luego compartieron el mando.

En torno a la figura de Pedro Maldonado existe una gran confusión a la hora de fijar su filiación y genealogía. Pedro Mártir de Anglería (1457-1526), en carta al gran Canciller de 27 de abril de 1521 le supone nieto del Conde: "D. Pedro Maldonado por el padre, y Pimentel por la madre, que era otro Capitán de los de Salamanca, fue librado de la pena misma por la protección de su abuelo el Conde de Benavente: pero está bien guardado. Se le envió al Castillo de Simancas".

Sabemos, efectivamente, que Pedro Maldonado era hijo de Arias Maldonado y de Juana de Pimentel, propietarios de la Casa de las Conchas de Salamanca. De hecho, el motivo repetido de las veneras de su fachada que ha hecho mundialmente famoso este edificio estaría relacionado, según Julián Álvarez Villar, con el escudo familiar de los Pimentel. Su constructor fue el doctor don Rodrigo Maldonado de Talavera, regidor de Salamanca, catedrático, embajador de los Reyes Católicos y fundador de la capilla de Talavera.

La Casa de las Conchas fue reformada y redecorada precisamente con motivo del matrimonio de Arias Maldonado, hijo del fundador de la Casa, con doña Juana Pimentel. Desde esta época las armas de ambos linajes, Maldonados y Pimenteles, engalanan repetidamente diversos ambientes de la fachada y el patio.

Como hemos visto, Sandoval hace a este Pedro Maldonado sobrino de Alonso Pimentel, de lo que se deduciría que su madre, Juana, era hermana del Conde. Sin embargo, ninguna mujer de este nombre figura entre los vástagos de Rodrigo Alfonso Pimentel, IV Conde de Benavente (1451-1499). Por el contrario, los genealogistas han venido identificando a esta Juana como una de las hijas de Pedro Pimentel y Quiñones, hermano del IV Conde y padre del que sería, desde 1541, I Marqués de Tábara: Bernaldino Pimentel. De todo ello resultaría que Juana Pimentel, que ejerció algún tiempo como dama de honor de la Reina Católica, era prima carnal del Conde de Benavente y, por tanto, su hijo Pedro Maldonado Pimentel era, efectivamente, sobrino del mismo pero en segundo grado.

Una vez librado del cadalso, el Conde de Benavente debió pensar que con su influencia y sus buenos oficios conseguiría ablandar la voluntad del Emperador, y se permitió hacerse con la custodia del comunero salmantino.

Pero el protagonismo y el entusiasmo demostrados por Pedro Maldonado en la revuelta habían sido demasiado ostentosos como para dejarlos pasar por alto. El Conde perdió poco después la custodia, y el reo pasó el 20 de mayo de 1521 al castillo de Simancas. En agosto una orden formal de la Corte recomendaba al alcaide de Simancas que sometiera a vigilancia específica a su prisionero.

Los virreyes habían decidido, en ausencia del Rey, castigar a un número reducido de revoltosos. Una comisión de alcaldes de corte comenzó a elaborar listas con los más significativos comuneros y se encargó a las autoridades locales que colaboraran con informes y listas complementarias.

Entonces, don Alonso Pimentel debió ser consciente de lo extremadamente delicado de la situación. Con fecha 13 de diciembre envía una desesperada carta al rey pidiendo el perdón. Le informa de la disposición de Pedro Maldonado para servirle en la Guerra de Francia, y se queja de que su protegido no haya gozado del trato preferente otorgado a otros participantes destacados en la revuelta, cuyos nombres cita.

Para desgracia del noble salmantino, la suerte estaba echada. Apenas llegado a Castilla, en julio de 1522, se hizo patente que las intenciones del rey no iban precisamente en la dirección de otorgar una clemencia indiscriminada. Los procesos, lejos de remitir, se aceleran. En agosto de 1522 el Consejo Real juzga en Palencia a Pedro Maldonado, condenándole a muerte. El texto de la sentencia es el siguiente:

“En el pleyto que ante nos pende entre el licenciado Pedro Ruyz, fiscal de sus magestades acusante de la una parte e don Pedro Pimentel vezinos e regidor de la çibdad de Salamanca, capitan que fue de la comunidad de la dicha çibdad, reo confeso de la otra. Fallamos que el dicho liçenciado Pedro Ruyz provó bien e cumplidamente Por ende devemos condenar y condenamos al dicho don Pedro Pimentel en pena de los delitos y trayçiones cometydos contra su Magestad a pena de muerte natural la qual le sea dada de esta manera: que sea sacado de la carçel donde está preso en la villa de Simancas [en] caballo [o] en una mula, atados los pies y las manos con una cadena al pie, y sea traydo por las calles acostumbradas de la dicha villa, con boz de pregonero que publique sus delitos, y sea llevado a la plaça de la dicha villa, e allí le sea cortada la cabeça con un cuchillo de fierro y azero por manera que muera naturalmiente y le salga el ánima...”.

Como observa Joseph Pérez, hay algunas dudas sobre la fecha exacta de su ejecución. Martín Salas propone el 13 de agosto de 1522, mientras que algún documento de Simancas señala el 14 de agosto. El cumplimiento de la sentencia no fue muy diferente al descrito por Alonso de Santa Cruz para otros procuradores ajusticiados, también en estos mismo días, en Medina del Campo:

"...los cuales fueron sacados de la Mota y llevados á la cárcel pública, y de allí, encima de sendos asnos con sendas sogas á los pescuezos fueron llevados á la plaza y allí el verdugo les cortó las cabezas, viernes á medio día á 14 de Agosto, el cual acto puso mucho espanto á las que lo vieron y muy grandísimo temor á los que lo oyeron".

Un final ciertamente oscuro para un miembro tan brillante de una familia de universitarios. Como diría Manuel Giménez Fernández: "Degollado por haberse sentido más nieto de letrado que sobrino de Grande".

En 1523 se otorgaba un juro a favor de su madre, Juana Pimentel, de las tercias de pan y maravedís de la villa de Talavera, "partido que antes perteneció a don Pedro Maldonado, a quien le fueron confiscados, entre otros bienes, por los delitos que cometió en las alteraciones de las comunidades".

Una vez cumplida la sentencia, el cuerpo del joven comunero fue enterrado en la iglesia de Simancas. Allí permaneció hasta 1526, cuando su desconsolada madre obtuvo permiso del Consejo Real para trasladar sus restos con discreción a Salamanca. Fue enterrado en la capilla familiar del claustro de la Catedral Vieja.

La transcripción completa de la mencionada carta del Conde al Rey, hoy en el Archivo General de Simancas, es la siguiente:

Muy alto e muy poderoso Emperador, Rey e Señor.
Ya vuestra magestad sabe como don Pedro Maldonado está preso en Simancas desde el tiempo que fue tomado en Villalar. El conosçe muy bien el deserviçio que hizo a Vuestra Merced en tiempo de las Comunidades, e por esto desea emendarlo con todo serviçio en esto que se ofreçe de la guerra de Francia, e pues para ello no le falta voluntad a Vuestra Magestad suplica se haga con él lo que así se ha fecho con otros que han tenido la misma culpa y más, que es soltar sus personas e darles toda libertad para yr a servir a esas fronteras de Castilla a su costa, lo cual el quiere cumplir como ellos e mucho mejor que demás de hazerse lo que con muchos se ha fecho, especialmente con don Pero [...] y don Antonio de Quiñones e Quintanilla e su hijo y Gómez de Ávila e Suero del Águila, yo rescibiré muy señalada merçed en ello, e para esto mande Vuestra Alteza enbiar çedula y por ella beso las manos de Vuestra Magestad, que si yo no supiese que esta voluntad tiene don Pedro no ynportunaría a Vuestra Alteza por cosa de vuestro deserviçio, cuya vida e muy alto e muy poderosos estados Nuestro Señor acresçiente e prospere por largos tiempos.

Sentencia y condena de Pedro Maldonado Pimentel en 1522 (Archivo Genera de Simancas)

Medallón de Carlos V en el palacio episcopal de Santa Marta de Tera (Zamora)

Carlos V en la batalla de Mühlber, por Tizano (1548)

Armas de los Maldonado y Pimentel en la Casa de las Conchas de Salamanca

Escudo de los Maldonado en el patio de la Casa de las Conchas de Salamanca

Manuel Picolo y López, "Batalla de Villalar", último tercio del siglo XIX


Doña María Pacheco de Padilla después de Villalar, por Vicente Borrás y Mompó (1881)

Francisco Maldonado, según una ilustración del siglo XIX

miércoles, 15 de abril de 2009

Santuarios marianos de la diócesis de Astorga en el norte de Zamora - Una aproximación histórica

Las Perlas del Patrimonio

La presencia de advocaciones marianas en el norte de Zamora, dentro del área de influencia de la diócesis de Astorga, es un hecho contrastado desde los primeros siglos medievales. Ya desde comienzos del siglo X, coincidiendo con las primeras noticias documentadas de estas comarcas, hay constancia de la existencia de iglesias, santuarios o incluso demarcaciones territoriales dedicadas a la memoria de la Virgen María.
Así, el pequeño valle regado por el arroyo Regato o Ahogaborricos, también citado en alguna ocasión en las fuentes como Merdavel o Merdivel, fue conocido desde el siglo X como Valle de Santa María, y en algún diploma de esta misma época se hace referencia a Santa María la Antigua, lo que nos evoca una remota iglesia, santuario o monasterio dedicado a la Virgen que, además, jerarquizaría y ordenaría política y espiritualmente todo el entorno.

En el norte de Zamora, como ocurre con otras muchas regiones hispanas, las advocaciones marianas han sido históricamente un distintivo de la religiosidad popular. Así mismo, las fiestas y romerías en honor de la Virgen María alcanzaron desde la Edad Media un alto grado de universalidad y popularidad.
Por todo ello, resulta abrumador el número de iglesias, santuarios, ermitas, cofradías, capillas o imágenes dispersos por la geografía regional. Sería un esfuerzo arduo y, probablemente estéril, hacer un recuento aquí y ahora de todas estas manifestaciones. Es por ello por lo que nuestra atención se va a centrar específicamente en los santuarios, esto es en aquellos templos singulares en los que se venera, o se ha venerado, la imagen o reliquia de un santo de especial devoción, en este caso de María.
Cuando hablamos de santuarios marianos de la diócesis de Astorga en Zamora debe hacerse alguna precisión de carácter geográfico e histórico. Como se sabe, el norte de la provincia estuvo desde antiguo repartido entra las jurisdicciones de los obispados de Astorga, León, Oviedo y Zamora. En 1954 varias localidades de la jurisdicción asturicense pasaron a Zamora en virtud del decreto de la Sagrada Congregación Consistorial sobre modificación de límites, principalmente poblaciones de la orilla izquierda del Esla y de la zona de Villafáfila. Esto significa que algún santuario relevante y tradicionalmente astorgano, como el Santuario de la Virgen de los Montes Negros, en Bretó, hoy en día está fuera de nuestro ámbito de estudio. Igualmente, el área de Benavente perteneció desde la Edad Media a la iglesia de Oviedo, lo cual no impidió que alguna parroquia de la villa como Santa María de Renueva o Santa María de Ventosa estuvieran en algún momento bajo dependencia asturicense.

De esta forma, la demarcación geográfica de la Diócesis en la provincia de Zamora abarca en la actualidad una superficie de 3.526 kms2, un 30, 6 % de la extensión total. Integra dos arciprestazgos desde el año 2006 (Los Valles-Tábara y Sanabria-Carballeda), con un total de 227 comunidades parroquiales correspondientes a 220 poblaciones.
Dentro de este amplio territorio podemos establecer algunos rasgos comunes para caracterizar los principales centros marianos existentes:
En primer lugar debe destacarse que los santuarios más singulares han jerarquizado históricamente la devoción de los valles, comarcas y comunidades de aldea de este entorno. Algunos de ellos se sitúan estratégicamente en el centro de un valle o en el acceso al mismo, o bien coinciden con sus principales núcleos de población.
En la comarca de Sanabria debemos destacar al menos cinco santuarios:
- Virgen de los Remedios (Otero de Sanabria)
- Ntra. Sra. de la Alcobilla (Rábano de Sanabria)
- Ntra. Sra. de las Nieves (San Ciprián de Sanabria)
- Ntra. Sra. de Gracia (Vigo de Sanabria)
- Virgen de las Nieves o de la Tuiza (Chanos - Lubián)
En la Carballeda:
- Virgen de la Carballeda (Rionegro del Puente)
- Virgen de la Peregrina (Donado)
- Ntra. Sra. de la Ribera (Sejas de Sanabria)
En el Valle del Tera
- Virgen de las Encinas (Abraveses de Tera)
- Virgen del Agavanzal (Olleros de Tera)
- Virgen de la Vega (Vecilla de Trasmonte)
- Virgen de las Nieves (San Pedro de Ceque)
En el Valle de Valverde
- Virgen del Carmen (Navianos de Valverde)
En el Valle de Vidriales:
- Ntra. Sra. del Campo (Rosinos de Vidriales)
En el Valle de Santa María:
- Nuestra Señora del Valle (San Román del Valle)
En la Tierra de Tábara
- Iglesia de Santa María (Tábara)

En segundo lugar debe hacerse alguna referencia a la evolución cronológica. Lógicamente, en muy pocos casos contamos con datos fehacientes sobre el origen de estas devociones, y cuando nos remitimos a la tradición popular, ésta proporciona explicaciones habitualmente legendarias. La fábrica de estos templos puede aportar alguna información en este sentido, pues conservan en algunos casos estructuras románicas o góticas. Observamos, además, como varios de estos santuarios se erigieron en lugares especialmente significativos, están sacralizando castros prehistóricos o asentamientos romanos, perpetúan el recuerdo de despoblados o antiguas aldeas medievales, o remiten a monasterios extinguidos o primitivos lugares de culto.
Así Nuestra Señora del Campo, en Rosinos de Vidriales, se asienta al pie de los solares de Petavonium, un antiguo campamento romano, perfectamente documentado, en la Vía XVII que discurría de Asturica Agusta a Bracara Augusta. La Virgen de las Encinas de Abraveses de Tera responde a un típico asentamiento castreño, con el significativo topónimo de Casares y que ha proporcionado, además, diversos hallazgos arqueológicos. El Santuario de Nuestra Señora del Valle se corresponde con un monasterio del siglo XV de la Orden Tercera Franciscana, que a su vez podría ser heredero de otro monasterio o centro de culto altomedieval. De la devoción a la Virgen del Agavanzal no existen apenas noticias sobre su origen, pero sabemos que desde el siglo XIV contaba con gran predicamento en el valle del Tera, según consta en alguna manda testamentaria. La iglesia de Santa María de Tábara no es en la actualidad un santuario pero debió ser un lugar de culto destacado durante toda la Edad Media. Parece que el templo románico fue levantado sobre los restos del monasterio Tabarense, dedicado a San Salvador y fundado por San Froilán a fines del siglo IX. En este cenobio vivieron monjes entregados a la producción de códices miniados, entre los cuales destaca un famoso Beato, hoy en el Archivo Histórico Nacional.

Las propias imágenes de las vírgenes titulares de cada uno de estos santuarios también pueden proporcionar algunas matizaciones de índole cronológico. Varias de ellas se corresponden con tallas románicas o góticas, lo que las sitúa al menos entre los siglos XII y XV. Los ejemplares más antiguos son los de Abraveses de Tera, Rionegro del Puente, Rábano de Sanabria, Vecilla de Trasmonte y Vigo de Sanabria. Otras, sin duda, debieron ser también románicas o góticas en su origen, pero fueron sustituidas en época barroca por imágenes vestideras o de bastidor. En algún caso, como en Abraveses de Tera, se han conservado ambas tallas, habiendo quedado la más antigua relegada a un espacio secundario de la iglesia parroquial. En Rionegro del Puente la imagen titular de la Virgen de la Carballeda fue readaptada a las nuevas modas barrocas, con mutilaciones en la talla románica que la hacen prácticamente irreconocible. La Virgen original de Rosinos de Vidriales fue robada a finales de los años 60, siendo sustituida por una talla moderna inspirada en la antigua. Uno de los santuarios más tardíos y, por tanto, mejor documentados, es el de la Virgen de la Peregrina de Donado, en la Carballeda. Su imagen es una preciosa figura de marfil donada en 1789 por el dominico Manuel Obelar, natural de esta población y Vicario del Tonkín Oriental (Vietnam del Norte). El soberbio edificio, iniciado en 1817, no se concluyó hasta 1888.
Todas estás imágenes son objeto de la devoción popular durante todo el año, pero es lógicamente durante el ciclo asociado a la festividad de la patrona cuando se concentran las celebraciones. Son las cofradías, fiestas, romerías y ferias vinculadas a cada uno de estos santuarios.
Existe algún otro elemento destacado que ha marcado profundamente el devenir de alguno de estos centros de culto. Nos estamos refiriendo al fenómeno de las peregrinaciones. No debe olvidarse que en el norte de Zamora confluían importantes de vías comunicación que a su vez enlazaban con las rutas jacobeas. Son varios los santuarios marianos de la comarca asociados de una forma u otra al culto al Apóstol, pero el más significativo es el de la Virgen de la Carballeda en Rionegro del Puente. Su historia, y la de la Cofradía de los Falifos propietaria del santuario, se relaciona con la construcción y reparación de puentes, arreglo de caminos, hospitales y la atención a pobres y peregrinos.
Imágenes: 1. Romería de Nuestra Señora del Valle en San Román del Valle [Foto: J.I. Martín Benito]; 2. Santuario de Nuestra Señora del Campo en Rosinos de Vidriales [Foto: J.I. Martín Benito]; 3. Santuario de la Virgen del Carmen en Navianos de Valverde [Foto: J.I. Martín Benito] y 4. Santuario de la Peregrina en Donado [Foto: J.I. Martín Benito].
Este artículo es un extracto de la ponencia presentada en el Congreso "María, en la fe del Pueblo de Dios", organizado en Ponferrada por la Cátedra de la Facultad de Teololgía de la Universidad Pontificia de Salamanca los días 24 al 26 de abril de 2009.