sábado, 26 de abril de 2008

El puente de Castrogonzalo - El más preciso del Reino

Panorámica del Puente Mayor de Castrogonzalo

En el imaginario popular cualquier puente antiguo, con una construcción sólida de sillería, es calificado inmediatamente como "romano", y esto también es constatable en el caso que nos ocupa. En esta apreciación está presente la solvencia otorgada tradicionalmente a las construcciones de la Antigüedad y la reivindicación de un pasado considerado prestigioso. Tal vez por eso, en el Diccionario de Madoz se dice, sin fundamento alguno, que nuestro puente "es memorable por su antigüedad, pues es del tiempo de los celtíberos".

Sobre esta cuestión hay que hacer referencia a las observaciones del ingeniero Carlos Fernández Casado respecto a la existencia de ciertos restos de un puente anterior: “Al hacer unas excavaciones en los años sesenta para sustituir el puente actual por uno de hormigón armado paralelo, aparecieron cerca de la cabeza del puente de la orilla izquierda restos de construcciones con sillares bien escuadrados como de “opus cuadrata” romana, que parecen indicar que allí hubo un puente romano a cierta distancia del posterior medieval que se trasladó aguas abajo, utilizando en él, relabrados, los sillares del antiguo puente romano.

En la misma línea se expresa José Manuel Roldán Hervás al estudiar el trazado de la calzada romana de Mérida a Astorga: “A estos (indicios) se añaden unos estribos desfigurados que hemos encontrado en terreno seco en las márgenes de Esla, de mampostería, que pudieran ser de este puente. Sin duda, a juzgar por los exiguos restos, el puente debió ser importante y la falta de piedra de sillería que recubriría esta masa no debe extrañar en absoluto si se piensa que la zona es pobre o nula en piedra por lo que en el momento en el que una obra dejaba de prestar servicio se utilizaría su material inmediatamente en otra”.

Al margen de los indicios anteriores, las primeras evidencias sobre el puente de Castrogonzalo hay que situarlas en los siglos centrales de la Edad Media. Varios documentos relacionados con el monasterio de Santa María de Arbás citan nuestro puente en el siglo XIII.

En el año 1221 el rey leonés Alfonso IX vende a un particular, Juan Pérez, toda la heredad que le pertenecía en este puente y sus términos, en el territorio de Benavente, por 500 maravedís. De este mismo año existe otro diploma por el que este monarca hace donación del puente de Castrogonzalo, junto con todos sus portazgos, a Juan Pérez y su mujer Estefanía.

Al año siguiente, en 1222, Alfonso IX concede al monasterio de Arbás la facultad de hacer feria en el puente de Santa Marina de Castrogonzalo, ocho días antes y ocho días después de la festividad de Santa Marina, señalando las franquicias de los concurrentes a estas ferias. De este último documento debe deducirse que los receptores de la donación de Alfonso IX posteriormente entregaron sus heredades al monasterio de Santa María de Arbás, con lo que el puente quedó bajo su control. Poco después, en 1225, dando un nuevo impulso a la proyección que tenía el monasterio en esta zona, Alfonso IX otorga al abad de Arbás cuantos derechos le pertenecían en las dos iglesias de Castrogonzalo.

La imagen que proporcionan todas estas noticias, junto con otras referencias complementarias, es la de un enclave aparentemente próspero, al que la monarquía incentiva con la concesión de una feria franca de quince días. Todo esto hace presuponer un tráfico intenso de personas, mercancías y ganados.
El puente está asociado, además, a un santuario vinculado a la protección de los pasos de los ríos: la ermita o iglesia de Santa Marina. Sabemos también que aquí hubo una alberguería, relacionada con la asistencia a viajeros y peregrinos y, probablemente, un núcleo de población estable, germen de lo que hoy son los Paradores de Castrogonzalo. El cobro de portazgos en este lugar, y su cesión por el monarca a los nuevos propietarios, no sólo reafirma el despunte económico de este paso, sino también la dedicación de parte de estas rentas a su sostenimiento.

La devoción a Santa Marina, asociada a la protección de aguas y manantiales, tuvo un notable auge con las peregrinaciones a Santiago. Respecto a la ermita, José Muñoz Miñambres documenta su desaparición en el siglo XVII: "Tenía esta parroquia (Santo Tomás de Castrogonzalo) una ermita distante de la población, bajo la advocación de Santa Marina. Pero no estaba ni decente ni segura ya que "en ella se recogen los ganados y cabalgaduras, así como personas de mal vivir" [...] en el año 1624 se trajo la teja y la piedra de la ermita de Santa Marina y su imagen se llevó a la iglesia y se colocó en un altar lateral".

La alberguería se cita en 1287 a propósito de una donación de varias tierras y viñas en Castrogonzalo al monasterio de Moreruela. "E de la otra parte tierra de Pedro Barquero ... Et de la otra parte tierra de la Puente ... Et la otra tierra iaz so la puente ... et de la otra parte tierra del albergueria et de la otra parte tierra de la Puente. Et la otra tierra iaz enan vega a so las ribas de Santa Marina que determina de la primera parte tierra de Domingo Martínez carpentero, e de la segunda parte el camino que viene de la puente para Castro Gonzalo ... e de la otra parte vinna de la puente".

Ya en el siglo XIV contamos con nuevos datos suministrados por un interesante proceso judicial conservado en el Archivo Municipal de Benavente. El pleito está relacionado con el cobro de pontazgos en Castrogonzalo y el derecho a poner barcas en el río Esla. En el desarrollo del mismo se relatan las pesquisas realizadas por orden del juez Pedro Sánchez de Toro, destinadas a conocer qué puertos y barcas existían en el río y cuáles podían seguir utilizándose.

El pontazgo era una tasa que se satisfacía por el uso de los puentes y que se pagaba tanto por el paso de las personas, como por los carruajes, animales y mercancías. Al parecer, el uso incontrolado de las barcas de pasaje suponía una merma importante de los ingresos del Concejo de Benavente por los derechos del paso del puente. Se mencionan las barcas de Castrogonzalo, utilizadas cuando el puente se encontraba en obras de reparación; la de Barcial del Barco, que estaba bajo el control del monasterio de Santa Colomba de la Monjas y la barca de Deustamben, en El Priorato (Milles de la Polvorosa). En el caso del puente de Castrogonzalo sabemos que la recaudación correspondiente a la explotación de las barcas era destinada por el concejo a la labor de dicho viaducto.

El I Conde de Benavente, Juan Alfonso Pimentel (1398 1420), en un típico ejemplo de abuso señorial propio de los últimos siglos de la Edad Media, llegó a expoliar los sillares del puente para construir su panteón en el monasterio de San Francisco. Este episodio es conocido a través de una carta de finiquito otorgada por el concejo de Benavente renunciando en favor del conde don Rodrigo Alfonso a las acciones legales y a las indemnizaciones económicas a que tuviesen derecho por los abusos cometidos por su padre, el conde Juan Alfonso Pimentel: "como por çiertos pilares de piedra que mandó tomar de la puente de piedra de Castro Gonçalo para faser la su capiella que mandó faser en Sanct Françisco desta dicha villa".

Otra agresión intencionada fue la quema del puente en 1438 por "los gallegos que venían de Medina", según un asiento de las cuentas del Concejo: "Viernes seys días de junio adondodieron dos obreros con dos bestias adobar la puente de Castro Gonçalo que avían quemada los gallegos que venían de Medina, de çespede e cascajo, los obreros a dose mrs. Cada uno e las bestias a quatro mrs. Cada una que son treinta e dos mrs".

En el Archivo Municipal de Benavente se conservan algunas de las tarifas que se cobraban, tanto en las barcas como en el puente, por el tránsito de personas y mercancías, es decir los barcajes y pontazgos. Esta documentación está acompañada por voluminosos legajos relativos a obras de reparación y mantenimiento a lo largo de su historia.

Las dificultades estructurales de este tipo de construcciones, junto con las frecuentes avenidas del río obligaron a rehacer y reformar el viaducto en numerosas ocasiones. Aunque el emplazamiento de un puente solía ser estable, las variaciones de los cauces de los ríos junto con la fragilidad de los materiales hacían que constantemente se hicieran de nuevo. A finales del siglo XV, en el Esla, entre Castrogonzalo y Castropepe, existía un puente en seco, lo cual movió al concejo a acometer uno nuevo en sus inmediaciones:

"A la terçera pregunta dixo que sabe e ha visto que esta dicha villa de quarenta años a esta parte acostumbra cada año adobar las dichas puentes e algunas de ellas a costa de sus propios e que sabe este testigo que la dicha villa mandó faser e fizo una puente de veynte años ha esta parte en Castropepe, e que sabe e ha visto este testigo que en el río que pasa por esta dicha villa junto a Requexo está una puente de piedra en seco, e está fecha otra de madera por donde pasar dicho río, e que sabe que entre Castrogonçalo e Castropepe, por do solía pasar el río, está una puente en seco e que oyó desir que después la dicha villa fizo otra puente en Castrogonzalo, e se cayó, e que de veynte años a esta parte este testigo ha visto en la dicha villa fizo otra puente en el dicho río a lo llegar de Castropepe".

En el siglo XVI, Concretamente en 1550, deben destacarse las obras emprendidas a través de un compromiso entre el Concejo y los canteros Diego del Valle y Juan de Mondragón. La intervención afectó principalmente a los arcos del puente. Se nombraron dos jueces (uno por cada parte) para que dictaran sentencia arbitraria sobre la labor realizada en el mismo. En 1584 y 1585 se produjo nuevamente un arrendamiento de la obra y edificio del puente.

En 1683 se tramita un expediente relativo a la reconstrucción del puente que fue derribado por una gran crecida del río Esla. Incluye informes de Felipe Berroso de Isla, arquitecto y maestro mayor del obispado de Palencia, sobre cómo debe acometerse dicha obra, con sus materiales y su costo:

"Excelentísimo Señor Conde Duque de Benabente. Phelipe Berroso de Ysla, maestro arquitecto y maestre mayor del obispado de Palencia, vecino de la çiudad de Medina de Rioseco, como tal artífice fuy a la villa de Benabente el día treçe de abril de este año de 1683 y reconocí la Puente Mayor de dicha villa sita en el río que pasa junto a Castro Gonçalo, y con dicho reconocimiento, hecho por unas y otras partes, vi la ruyna que el río hiço en la puente referida, que a la parte de arrriba, en medio del río, con poca diferençia en un ojo de quarenta pies de gueco poco más o menos, y por la parte de abaxo desmanteló tres ojos que se compondrán de çiento y treynta pies de largo con muy poca diferençia, y aunque la voces diçen estar algunas çepas concabosas por debaxo de su planta en considerables cantidades, y se atribuye preçede del curso y violençia de las aguas, que es çierto son muy rápidas en aquel paraxe".

"Es el puente más preciso del Reino". Esta fue la elocuente frase utilizada por Francisco Javier del Mazo en 1779 para intentar hacer entender a las autoridades del Estado la necesidad de acometer obras de reforma en el puente de Castrogonzalo, dado su estado de abandono y ruina. Por los mismo años el historiador ilustrado y viajero español Antonio Ponz insistía en que es uno de los pasos más necesarios de toda España para Galicia, Asturias y no se debe diferir más su perfecta reedificación: “A siete u ocho leguas de aquí, camino de Benavente, se encuentra el puente de Castro Gonzalo sobre el río Esla, que una avenida destruyó el año de 1739, según las noticias que yo tengo; y así se está desde entonces, sin embargo de varios repartimientos que se han hecho para su compostura; no habiéndose adelantado más hasta ahora, que la conducción de unos sesenta carros de piedra al pie de una obra importante, y necesaria, como que es el camino real de la Corte a Galicia. Le faltan dos, o tres ojos, y es menester desarmar los carruages para que pasen el estrecho espacio, que se ha formado con algunos maderos".

Muy mala estrella tuvo el puente de Castrogonzalo. En 1795 se acometió una ambiciosa reconstrucción que había tenido que esperar nada menos que 63 años para contar con un proyecto y un presupuesto definitivo, todo ello después múltiples aplazamientos, retrasos e imprevistos. La vieja estructura de los puentes levantados en época medieval, reparados y reconstruidos en innumerables ocasiones durante los siglos XVI y XVII, fue remozada desde sus cimientos y rehecha por el berciano Diego de Ochoa, arquitecto y académico de Mérito de la Real Academia, con la colaboración de Juan Sagarbinaga y, posteriormente, de su hijo Juan Marcelino Sagarbinaga. Todavía en 1803 su situación es muy delicada según describe Pedro Ceballos en un informe. Ochoa moriría en 1805 sin ver concluida su empresa, pues los trabajos se debieron prolongar hasta 1806 según se recoge en el Diccionario de Madoz.

El Puente Mayor resultante constará finalmente de 18 bóvedas, a los que habría que añadir los 9 arcos correspondientes al llamado Puente Viejo, hasta completar los 27 ojos que se registran en el Diccionario de Madoz. La faraónica infraestructura se prolongaba con toda una serie de pontones y alcantarillas que se extendían prácticamente hasta el actual término municipal de Benavente, y de las que aún se conserva buena parte de su estructura. Ochoa se ocupó, entre otros cometidos, de levantar de nuevo los nueve primeros arcos del Puente Mayor, los más próximos a Castrogonzalo, correspondientes a su primer tramo.

Como señala Vicente Fernández Vázquez, a finales del Antiguo Régimen, por los puentes y calzadas de Castrogonzalo "se entienden cuatro puentes con tres prados intermedios, cuya línea total abarca 6.130 pies", más de un cuarto de legua, y que responden a las nominaciones de Puente Mayor, Puente Antiguo, Ojos de Castrogonzalo y Tamariz. Los cuatro puentes presentaban tajamares, manguardias, antepechos, estribos, y el piso lo tenían empedrado, si bien en muchas ocasiones estuvo cubierto de tierra virgen. Los antepechos del Puente Viejo y del Puente Mayor tenían "calegones", para evacuar el agua del tablero.

En los últimos días del mes de diciembre de 1808 nuestro puente se vio involucrado de lleno en uno de los episodios más trascendentales de los comienzos de la Guerra de la Independencia española. El paso del Esla se convirtió entonces en un objetivo estratégico de primera magnitud, codiciado por los ejércitos extranjeros beligerantes. Primero para el grueso del ejército inglés, al mando del General Moore, que se retiraba precipitadamente hacia La Coruña, e inmediatamente después por las tropas al mando de Napoleón, que avanzaban a marchas forzadas en su persecución.

La estructura del puente, apenas recién terminada, fue minada y volada con pólvora por los ingenieros ingleses en los arcos más próximos a la orilla izquierda del Esla. La laboriosa labor de minado debió tener lugar en un lapso temporal que abarcaría la noche del 27 de diciembre hasta la madrugada del día 29. El sabotaje formaba parte del plan del general de Moore de obstaculizar al máximo el avance francés, y evitar el enfrentamiento cuerpo a cuerpo con el enemigo.

Poco después, los pontoneros franceses se afanaron en entablar los arcos y machones minados por la pólvora inglesa. Un militar francés, Nicolás Marcel, hace referencia en sus memorias a estos trabajos de reparación: "... el puente era muy difícil de reparar, pero allí donde se encontrase el emperador, se eliminaban los obstáculos en un instante, aparecían vigas, maderos y escaleras por doquier y, aunque no pudiese pasar más que de uno en uno, en dos horas los 4.000 hombres se encontraban del otro lado del río".

En estas tareas fue aprovechada toda la madera que se pudo encontrar, alguna de procedencia muy poco confesable. Del monasterio de Santo Domingo de Benavente, por ejemplo, se desmontaron buena parte de sus dependencias e iglesia para convertirlas en vigas.

En la actualidad se conservan en este sector cuatro bóvedas de una luz media de 12 metros, y otras cinco, separadas por un enorme machón, con una luz aproximada de 14 metros. Sobre las pilas de sillería descansan las vigas de hierro pintadas de verde que, a su vez, sustituyen a una estructura de vigas de madera. Está fue la principal "huella" dejada por el paso del ejército inglés por estas tierras. Más recientemente, en el año 2000, este sector fue objeto de obras de consolidación y reconstrucción.

Durante el siglo XIX se siguen produciendo obras de reparación, así como intervenciones en las vías de acceso y en los edificios anexos. En el "Diccionario Geográfico Universal dedicado a la Reina Nuestra Señora", de 1831, leemos: "Inmediato al dicho pueblo de Castrogonzalo hay un puente de piedra que necesita repararse por su fatal estado, y en él se reúnen varios caminos de Castilla por Benavente, sirviendo de comunicación con Galicia". En 1859 se publica una "Memoria sobre el estado de las obra públicas en España". Entre otras actuaciones, se registran obras reparación en el puente y en la "Carretera número 6. De Madrid a La Coruña ... En la provincia de Zamora. Se ha construido el parador de Castro Gonzalo para indemnizar al pueblo por un edificio de que se le expropió; además se ha construido una barca para el paso de Villanueva de Azoague".

En 1874, el ingeniero Cipriano Martínez González describía con gran precisión nuestro puente a propósito de una memoria explicativa sobre la calzada romana de Astorga a Palencia por Benavente:

“El puente de Castro-Gonzalo sobre el Esla consta de dos partes distintas separadas por un trozo de carretera defendida con muros de sostenimiento, los cuales se prolongan por la margen derecha en una longitud de más de un kilómetro, permitiendo el paso de las aguas por una porción de grupos de alcantarillas y pontón. El primer puente que se halla se conoce con el nombre de Viejo, y consta de 9 arcos de 10 a 12 metros de luz, semicirculares unos y otros peraltados y ligeramente apuntados. El otro puente, más moderno que el anterior, consta de 17 huecos y está dividido en dos porciones por una fuerte pila estribo, que sube hasta el piso del puente formando una gran plataforma. Uno de estos tramos fue cortado por los ingleses en la guerra de la Independencia hallándose hoy día reemplazados los arcos por entramado de madera. El resto de la obra es de sillería arenisca, hallándose toda ella en buen estado, e indicando ser moderna”.

El llamado Puente Viejo, derruido en su mayor parte durante las obras de construcción de la Carretera de Madrid.

Tramo del puente volado por los ingleses en diciembre de 1808. Sobre los machones de sillería se levantó posteriormente una estructura metálica.

Detalle de uno de los Arcos del Puente Mayor

Uno de los arcos del Puente Viejo, actualmente en ruinas

Vista del Puente Mayor aguas arriba, antes del último derrumbe. En primer término el ojo y el sector del muro afectados.

Vista del Puente Mayor aguas abajo, antes del último derrumbe. En primer término el ojo y el sector del muro afectados.

Vista de la calzada antes de la última restauración.

Estado del Puente de Castrogonzalo tras el último derrumbe. Foto tomada el día 6 de mayo de 2016.

Detalle del muro desplazado por el fallo de su cimiento. Foto tomada el día 6 de mayo de 2016.

Detalle de un grabado de Bacler D'Albe que representa el paso del ejército francés en Castropepe en 1808. Se aprecia al fondo el Puente de Castrogonzalo con alguno de sus arcos destruido por la pólvora inglesa.

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