domingo, 15 de noviembre de 2009

¡Hasta las ruinas perecieron! - La iglesia de Santo Tomás de Castrogonzalo

Fachada norte de la iglesia de Santo Tomás en 1990

En uno de los pasajes más célebres del poema épico “La Farsalia”, cuenta Lucano el asombro de Julio César durante su visita a los solares donde estuvo la sojuzgada, y luego destruida, ciudad de Troya. El gran poeta hispanorromano, cordobés para más señas, hace exclamar a César: "etiam periere ruinae", ¡hasta las ruinas han perecido! Hoy se hace uso de esta máxima para expresar la consternación por una desolación total, un sentimiento muy apropiado para el caso que nos ocupa. Si bien el derribo de la iglesia de Santo Tomás ocurrió hace ya bastantes años, sus ecos en la memoria colectiva de los vecinos no deberían apagarse nunca.

La existencia de dos parroquias en Castrogonzalo y, por consiguiente, de dos barrios diferenciados, con personalidad propia, -el de Arriba y el de Abajo-, es un aspecto indisolublemente ligado a la historia de una localidad cuyos orígenes remiten al proceso de colonización altomedieval. Ya desde 1157 contamos con referencias que revelan la existencia de al menos un templo en la villa dependiente de la mitra astorgana, aunque sin poder precisar exactamente su número. En esta fecha, la infanta doña Elvira, hija natural de Alfonso VI y Jimena Muñoz, donaba a la catedral de Astorga sus posesiones y derechos en todas sus iglesias de la diócesis, mencionando las villas de Bretó, Castropepe, Castrogonzalo, Lagunadalga, Saludes, Maire, y las situadas en Sanabria, en Ribera y en el Bierzo.

La colegiata de Santa María de Arbás, situada en la vertiente sur del puerto de Pajares, fue una institución religiosa que parece que tuvo una gran presencia en Castrogonzalo, y en otras poblaciones de Tierra de Campos, en la primera mitad del siglo XIII. Controlaba los derechos de paso sobre el puente y también llegó a percibir rentas en las iglesias de la villa. En 1225, Alfonso IX concedía a esta colegiata cuantos derechos le pertenecían en las dos iglesias de Castrogonzalo. En principio, nada podemos saber sobre la advocación de cada una de ellas en esta época, pero dada la permanencia en el tiempo de estas dedicaciones en la mayor parte de las poblaciones, podemos suponer su identificación con las tradicionales: Santo Tomás y San Miguel.

Tendremos que esperar hasta 1361 para encontrar una mención expresa a la iglesia de Santo Tomás. En este año, unos vecinos de Castrogonzalo, Bartolomé Martínez y María García, su mujer, reciben dos tierras del monasterio de Santa Clara de Benavente con la condición de plantar allí unas viñas. Las fincas se encontraban en unos majuelos, donde existían también unas viñas pertenecientes a la iglesia de Santo Tomás.

Analizar hoy las características arquitectónicas y artísticas de esta iglesia resulta una tarea harto compleja, ante la desaparición total del objeto de estudio. Para ello, es preciso partir de las escasas fotografías disponibles, recopilar la documentación de archivo y remitirse a los testimonios de los autores que citan en algún momento algún rasgo destacado del templo.

Así, el corresponsal del "Diccionario de Madoz" describe Santo Tomás a mediados del siglo XIX como un edificio "del orden gótico; sus paredes y torre de piedra de cantería y las bóvedas de ladrillo por arista; tiene una sola nave con 150 pies geométricos de largo, 110 de ancho y 62 de altura hasta la bóveda; cuenta cinco altares que nada ofrecen de particular, y celebra dos festividades, una el 21 de diciembre y otra el 16 de agosto en conmemoración de San Roque, patrono del pueblo". Como vemos, en esos cinco altares el retablo del siglo XVI no merece la más mínima consideración de este autor.

Por el contrario, Gómez Moreno apenas se ocupa de la iglesia en su "Catalogo monumental de la provincia de Zamora", pero sí dedica unas líneas a comentar las tablas y las esculturas de su retablo. Elogia las pinturas, pero no tanto las tallas, pues solamente considera la imagen de San Juan Bautista como de verdadero mérito. De la iglesia apenas sentencia que "es moderna y en forma de cruz".

En la misma línea, David de las Heras afirma que “la iglesia es de estilo renacimiento con forma de cruz latina. Su titular es Santo Tomás Apóstol, cuya imagen está en el retablo mayor”. Entre las esculturas, destaca un crucifijo grande del siglo XIV; una imagen de San Sebastián, gótica del XV; otra de la Inmaculada, del siglo XVI; una de San José, y otra de San Roque, ambas del siglo XVII.

Del análisis de las fotografías antiguas recopiladas se deduce que, aunque la planta y estructura general del templo puede responder, efectivamente, al siglo XVI, durante el siglo XVIII se acometieron importantes reformas que le dieron su aspecto final. Sabemos por una breve anotación recogida en los libros de fábrica, y citada por José Muñoz Miñambres, que en 1798 se construyó la capilla mayor y el crucero. Según este autor, Santo Tomás era la iglesia más antigua de los dos barrios de la localidad. En su casco parroquial estaba el alcalde de hijodalgos, siendo la de San Miguel más moderna y en su casco jurisdiccional estaba el alcalde del estado general. También era de Santo Tomás de donde salían las procesiones interparroquiales del Domingo de Ramos y de la festividad del Corpus Christi.

El templo contaba con una única nave y presentaba un crucero saliente que daba a su planta forma de cruz latina. Los muros de su cabecera y de los brazos del crucero eran rectos, y añadía a los pies una gran espadaña, con dos cuerpos de vanos para acoger las campanas. Su fábrica, fruto de diversas fases constructivas, alternaba el tapial, el ladrillo y la sillería. La cubierta era a dos aguas sobre armazón de madera. El crucero se cubría con cúpula semiesférica de factura simple y la nave con bóveda de medio punto con lunetos. La edificación tuvo problemas tradicionalmente de estabilidad por su endeble cimentación y la mala calidad del terreno. El cuerpo inferior de la espadaña fue reparado y reforzado en diversas ocasiones, y a mediados de los años setenta se adosó una galería cubierta al muro sur, con la intención de contrarrestar los empujes de la nave.

En cualquier caso, existió en este mismo emplazamiento otro templo anterior de época medieval, sin poder precisar más detalles sobre sus características y cronología. Testimonio de ello es una estela discoidea de carácter funerario, reaprovechada en la cimentación y recuperada durante los trabajos de desescombro. Se puede fechar, según ejemplos similares, en torno a los siglos XII-XIII. En este momento medieval debe inscribirse también un gran Cristo crucificado en madera policromada, hoy conservado en la iglesia de San Miguel. Aunque de aspecto románico, su factura resulta es algo arcaizante, debiendo llevarse su realización a un momento bien avanzado del siglo XIV.

Durante el siglo XVII hay constancia de varios pagos para la realización de obras artísticas de diversa naturaleza. En esta época en el templo había al menos tres capillas: la de la Natividad de Nuestra Señora, la de San Martín y la de San Juan Bautista. De esta última, debe proceder una meritoria imagen del santo, del siglo XVI, que preside actualmente la calle central del retablo en San Miguel.

En 1604, en los libros parroquiales se ordena "que se pinte en la Iglesia Parroquial, en el paño frontero a la puerta principal, una figura de San Cristóbal muy grande, conforme muestra estar pintada ya". La anterior, aunque de cronología indefinida, debía estar en la línea del gran fresco existente en el lado sur del crucero de la iglesia de Santa María del Azogue de Benavente, o a los ejemplos de la Catedral de León, la iglesia de San Marcos de Salamanca y la colegiata de Toro.

Hay también menciones de diferentes intervenciones en la capilla mayor y en los altares colaterales, pero no se especifica hasta qué punto el retablo principal se vio involucrado en alguna de ellas. Así, sabemos que en 1640 se limpió el altar mayor, o que por estos años se doró la caja del Santísimo.

A principios del siglo XVII se suscitó un pleito en torno a la legítima posesión del beneficio curado de nuestra iglesia. Los condes de Benavente fueron adquiriendo a lo largo del tiempo el derecho de presentación en la mayor parte de las parroquias de las tierras de su señorío. En el caso de Santo Tomás de Castrogonzalo, este derecho pertenecía desde antiguo a los parroquianos y feligreses. Sin embargo, una vez que quedó vacante el curato de Santo Tomás, el VIII conde de Benavente, Juan Alfonso Pimentel, hizo valer su influencia para proponer a un familiar suyo: Fernando Pimentel, clérigo de menores de la diócesis de Oviedo. Así, en 1617 se confirma la sentencia de Cristóbal de Vera, arcediano del Páramo, por la que otorga, a instancia de Juan Alfonso Pimentel de Herrera, a Fernando Pimentel "el beneficio simple y ración sita en la iglesia de Santo Tomé del lugar de Castrogonzalo de esta diócesis de Astorga".

Entre las capillas y fundaciones pías establecidas en la parroquia debe destacarse una fundación para dotar huérfanos. La casa de huérfanos había sido establecida por el clérigo Paulo de Cepeda. Uno de sus principales benefactores fue Martín de Cepeda, descendiente de la familia de los Cepedas de Fuentes de Ropel. En Santo Tomás de Castrogonzalo, los Cepeda contaban con una capilla fundada originariamente por Gaspar de Cepeda y su hermano, Pedro. Esta institución fue complementaria de otras obras piadosas promovidas por Gaspar de Cepeda, entre las que destaca la capilla del Santísimo Cristo de la Indias, con sede en la iglesia de San Pedro de Fuentes de Ropel. Este importante militar ropelano del siglo XVI participó en la conquista de los territorios de Honduras y El Salvador.

El templo atravesó un momento particularmente delicado en los días inmediatos al 29 de diciembre de 1808, cuando las tropas francesas ocuparon el pueblo y utilizaron la iglesia como establo para sus caballerías. Los acontecimientos se inscriben en la ofensiva de Napoleón en el invierno de ese mismo año contra el ejército británico de Moore, que se replegaba en dirección a La Coruña. Según el testimonio de su cura párroco, Isidro González Feliz, los franceses irrumpieron en la iglesia e hicieron varias hogueras en su interior: "destrozaron las puertas del Sagrario y alguna otra pieza de retablos, sin dejar en salvo los cajones de la sacristía y el archivo de papeles [...] Últimamente se perdieron dos cálices de plata, un incensario, dos vinajeras con su platillos y las olieras de dicha especie, lo restante que dejaron fue por haberlo custodiado en sitio secreto que los demás. Como el fuego y el humo eran fuertes destrozaron las vidrieras para que saliera desluciendo las bóvedas". La ausencia hoy de las puertas del sagrario, muy probablemente decoradas con relieves en madera policromada como el resto del retablo, es fiel testigo de estos acontecimientos.

El comienzo del final de la historia de esta iglesia, no exenta de su correspondiente controversia, debe situarse a principios de los años ochenta, momento en el que el progresivo deterioro del templo comenzó a sembrar la inquietud entre los vecinos. Curiosamente, el 20 de mayo de 1981 la entonces Dirección General de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas había incoado un expediente para la declaración del edificio como "monumento histórico-artístico". Una iniciativa encaminada principalmente a proporcionar protección al retablo del siglo XVI. Fue este un expediente nunca resuelto, y que aún hoy inexplicablemente continúa abierto, según los registros de la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte de la Junta de Castilla y León. Los pormenores de esta “crónica de una muerte anunciada” invitan a hacer una reflexión, una vez más, sobre la precaria situación en la que todavía hoy se encuentra el patrimonio histórico-artístico de buena parte de los núcleos rurales de Castilla y León.

Los desfavorables augurios formulados por vecinos y parroquianos tuvieron su confirmación, punto por punto, en los meses siguientes. El culto tuvo que interrumpirse definitivamente en la iglesia ante el desplome de parte del techo y la proliferación de grietas en muros, bóvedas y cúpula. La espadaña también amenazaba ruina, a pesar de los refuerzos introducidos en su estructura en varias ocasiones. De esta forma, Castrogonzalo perdía temporalmente sus dos parroquias, dado que el otro templo: San Miguel, hacía ya bastantes años que estaba fuera de servicio, utilizándose eventualmente como panera por unos particulares. Las celebraciones religiosas fueron trasladadas a un local municipal, acondicionado al efecto para cumplir las funciones de altar improvisado.

Durante el año 1983 se acometieron diversas obras de reforma en la iglesia de San Miguel a cargo del Obispado de Zamora. El edificio venía utilizándose como panera desde hacía años, por lo que hubo que cambiar los solados, enfoscar los muros y pintar las paredes para adecentar el interior. También se renovaron los muros exteriores y se añadieron diversos paramentos de ladrillo. Este lavado de cara permitió volver a utilizar la iglesia para el culto. Fue este el momento en el que se acometió el traslado y restauración del retablo a cargo de la Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Castilla y León, trabajos que se prolongaron durante varios meses de los años 1985 y 1986.

Mientras se rehabilitaba San Miguel, el abandono y el consiguiente proceso de deterioro de Santo Tomás continuaron imparables durante los años siguientes. La incoación del expediente para su declaración cómo BIC sorprendentemente no surtió ningún efecto práctico. En la resolución de 1981 se hacía saber al Ayuntamiento “que todas las obras que hayan de realizarse en el monumento cuya declaración se pretende, o en su entorno propio, no podrán llevarse a cabo sin aprobación previa del proyecto correspondiente por esta Dirección General. Sin embargo, en el mes de marzo de 1992 el templo se derribaba definitivamente, sin que el asunto ocasionará mucho ruido mediático ni impacto en la opinión pública.

Hoy nada queda del antiguo edificio, salvo el solar donde estuvo levantado. La finca se ha convertido en un descampado sin urbanizar donde prolifera la maleza y se acumulan los escombros. Sin embargo, aún se reconocen algunos vestigios de sus cimientos y las escaleras de hormigón de acceso al pórtico. Todo ello sería más que suficiente para convertir este espacio en una plaza e intentar recuperar la planta y la memoria de la iglesia con una adecuada señalización y cartelería.

La iglesia de Santo Tomás tenía bajo su jurisdicción parroquial una ermita distante de la población bajo la advocación de Santa Marina. Estuvo situada junto al río Esla y el puente de piedra, donde aún hoy existe un pago que recuerda su nombre. Sus orígenes son medievales, pues en el siglo XIII hay constancia de la celebración de una feria franca en el puente en torno a la festividad de la virgen y mártir. En el entorno del puente y la ermita existía una alberguería, relacionada con la labor asistencial a los viajeros y peregrinos que circulaban por este paso del río. 

En el siglo XVII la ermita de Santa Marina estaba prácticamente en ruinas. En los libros de fábrica de Santo Tomás se dice que “en ella se recogen los ganados y cabalgaduras, así como personas de mal vivir. Y aunque se le ha puesto llave y puerta en ella, la arrancan y quitan y profanan”. Por ello se manda que “en el término de un mes se ponga una puerta con cerradura fuerte de manera que sea muy segura y libre de los inconvenientes se haga la obra y no haciéndolo, el señor cura y el mayordomo de la iglesia la destejen y quiten de ella la madera y todo se ponga en cobro para reparo de la iglesia del lugar. El despojo de piedra se lleve para la calzada de la iglesia, que se ha de hacer junto a la torre”.

Según documenta José Muñoz Miñambres, el año 1624 se trajo la teja y la piedra de la ermita de Santa Marina, y su imagen se llevó a la iglesia y se colocó en un altar lateral.

Plano de la iglesia de Santo Tomás, según Rafael González Rodríguez

Vista de la capilla mayor con el retablo del siglo XVI

Fachada norte de la iglesia de Santo Tomás de Castrogonzalo

Espadaña y campanario de la iglesia de Santo Tomás de Castrogonzalo

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola me ha gustado el articulo sobre la iglesia de Santo Tomas de Castrogonzalo y me gustaria hacer dos comentarios en relacion al siguiente parrafo:

En cualquier caso, existió en este mismo emplazamiento otro templo anterior de época medieval, sin poder precisar más detalles sobre su factura y cronología. Testimonio de ello es una estela discoidea de carácter funerario reaprovechada en la cimentación y recuperada durante los trabajos de desescombro, fechada según en torno a los siglos XII-XIII. En este momento debe inscribirse también un gran Cristo crucificado de factura románica, en madera policromada, probablemente del siglo XIII.

La advocacion de una iglesia a un determinado santo no es casual ni anecdotico, aunque pudiera parecerlo visto en la distancia. Lo digo a colacion de que en las cercanas poblaciones de Quintanilla del Molar y Villanueva del Campo existen templos dedicados tambien al susodicho Santo y de epoca similar (S-XIII) ¿por que sera? ¿que tiene ese santo impenitente para que hace 800 años y en menos de 18 km le dediquen tres iglesias monumentales que todavia perduran? ¿tiene algo que ver el descreimiento con el que se le conoce a Tomas? .... quizas en la mal llamada epoca medieval (de mediocre por estar en el medio de las dos supuestas grandes epocas) no todos eran tan ilusos como nos han señalado muchos historiadores modernos y contemporaneos.

un saludo
intercatiensis