lunes, 29 de septiembre de 2025

La iglesia de San Miguel Arcángel de Castrogonzalo

Iglesia de San Miguel Arcángel de Castrogonzalo

La iglesia de San Miguel Arcángel de Castrogonzalo está situada en una pequeña plazoleta del Barrio de Arriba, sobre un cerro y en uno de los puntos más altos y visibles de toda la localidad. Es un edificio sobrio, de aspecto muy macizo, por la solidez de sus muros y la escasez de vanos. La iglesia estuvo sin uso para el culto durante décadas, utilizada eventualmente como panera y almacén agrícola por unos particulares. Por ello, su interior carecía de altares, imágenes o mobiliario. En los años ochenta de la pasada centuria fue restaurada y rehabilitada. 

Tras la desaparición de Santo Tomás, ha pasado a ser la única iglesia parroquial de la localidad, a la vez que ha recogido todas sus imágenes, los retablos y los objetos litúrgicos. No obstante, existe una cierta confusión a este respecto, pues en las guías oficiales del obispado de Zamora, y en su página web, el nombre oficial de la parroquia de Castrogonzalo es el de Santo Tomás, incluida dentro del Arciprestazgo de Benavente-Tierra de Campos. En 1954 se rectificaron los confines eclesiásticos, intentando evitar que los límites de las diócesis no comprendieran distintas provincias civiles. De esta forma, Castrogonzalo, junto con otras parroquias de la diócesis de Astorga situadas en el partido judicial de Benavente, pasaron a depender del obispado de Zamora.

La existencia de dos parroquias en Castrogonzalo y, por consiguiente, de dos barrios diferenciados, con personalidad propia, -el de Arriba y el de Abajo-, es un aspecto indisolublemente ligado a la historia de una localidad cuyos orígenes remiten al proceso de colonización altomedieval. Ya desde 1157 contamos con referencias que revelan la existencia de al menos un templo en la villa dependiente de la mitra astorgana, aunque sin poder precisar exactamente su número. En esta fecha, la infanta doña Elvira, hija natural de Alfonso VI y Jimena Muñoz, donaba a la catedral de Astorga sus posesiones y derechos en todas sus iglesias de la diócesis, mencionando las villas de Bretó, Castropepe, Castrogonzalo, Lagunadalga, Saludes, Maire, y las situadas en Sanabria, en Ribera y en el Bierzo.

La colegiata de Santa María de Arbás, situada en la vertiente sur del puerto de Pajares, fue una institución religiosa que parece que tuvo una gran presencia en Castrogonzalo, y en otras poblaciones de Tierra de Campos, en la primera mitad del siglo XIII. Controlaba los derechos de paso sobre el puente y llegó a percibir rentas en las iglesias de la villa. En 1225, Alfonso IX concedía a esta colegiata cuantos derechos le pertenecían en las dos iglesias de Castrogonzalo. En principio, nada podemos saber sobre la advocación de las mismas pero dada la permanencia en el tiempo de estas dedicaciones en la mayor parte de las poblaciones podemos suponer su identificación con las tradicionales: Santo Tomás y San Miguel.

Por tanto, debió existir un templo anterior de orígenes medievales, probablemente en el mismo emplazamiento. Una alusión más específica al mismo la encontramos en 1466, cuando se menciona la iglesia del barrio de arriba en relación con las obras de construcción y fortificación de la mota de Castrogonzalo: “En viernes quatro días del dicho mes de jullio se començó a tapiar al caramanchón de cabe la yglesia del Barrio de Arriba”.

Un breve repaso a los materiales empleados y de los elementos estructurales releva varias fases constructivas. El basamento y sus paredes, hasta la mitad de la altura aproximadamente, son de una piedra muy tosca e irregular. Solamente en el cuerpo inferior de la torre y en las paredes de la parte occidental se emplearon sillares más regulares. Esta zona debe corresponder con la parte más antigua del edificio. En altura, la continuación de los muros hasta las cubiertas y los vanos fueron levantados con tapiales de barro e hiladas de ladrillo aparejado con gruesas capas de mortero. En ladrillo también fueron rematadas la cúpula y las bóvedas, aunque hoy el interior está totalmente enmascarado por los enfoscados y la pintura.

La mayor parte de la fábrica de esta iglesia, tal y como ha llegado hasta nosotros, debe corresponder a los siglos XVII y XVIII. Precisamente, en esta época, especialmente en el siglo XVII, se documentan diversas intervenciones y encargos para asegurar su precaria estructura. En el detalle de estas obras se constatan las dificultades de la parroquia para rematar la torre y cubrir completamente el edificio. La continuidad del culto quedó así amenazada en varias ocasiones.

Su planta consta de una única nave, con cabecera y brazos del crucero semicirculares, formando un cuerpo oriental con tres grandes ábsides. La nave tiene una cubierta moderna a dos aguas levantada sobre un armazón de madera. El crucero se cubre con cúpula circular sobre pechinas, mientras que el presbiterio y los dos brazos del crucero se cubren con bóvedas de cuarto de esfera. La torre, de sección cuadrada y con un cuerpo de campanas en la parte superior, está adosada a los pies de la iglesia. Su acceso se realiza desde el exterior, a través de una escalera de piedra y una puerta abierta en el muro sur. La sacristía es una dependencia de escaso interés, incorporada en la última reforma junto al porche. 

En la actualidad el templo tiene una única puerta de acceso en lado sur. Está protegida bajo un porche de construcción muy reciente y enmarcada por un sencillo arco de ladrillo. En su lado opuesto, se aprecia otra cegada, de similares características, que debió también utilizarse en su momento. En la época en la que el edificio funcionaba como panera se instaló aquí una puerta metálica corredera. Otros dos accesos cegados se aprecian en los dos brazos del crucero, relacionados con capillas hoy desaparecidas o con otras dependencias auxiliares. Uno de ellos, en lado sur, se aprovechó para proporcionar paso a la sacristía.

La iluminación natural del interior está limitada a los ventanales abiertos en el muro sur y en los dos lados del crucero. Estos vanos están enmarcados en ladrillo visto, con la particularidad de colocarse a sardinel para formar los dinteles.

Respecto a las obras documentadas, hacia 1636 los libros de fábrica señalan que la estructura de la iglesia era endeble y pobre. En 1646 se constata la construcción de una nueva torre. Sin embargo, el abandono de las obras por el maestro constructor ocasionó un gran quebranto, “quedando toda la iglesia desmantelada y con gran perjuicio para ella y los altares de la misma”. El maestro cantero era Pedro de la Castra. En anotaciones posteriores se solicita licencia al obispado para vender un majuelo y poder así concluir la torre y cubrir la iglesia.

Según señala Muñoz Miñambres, las obras continuaron en los años siguientes con gran lentitud. Se llega a prohibir que haya Santísimo en la parroquia “porque está descubierta e indecente” y “si se necesita el Santísimo, se utilice la iglesia de Santo Tomás del Barrio de Abajo, y que atienda a lo necesario el párroco de Santo Tomás, por estar el de San Miguel achacoso y viejo”. En las reiteradas peticiones de ayuda al obispado de Astorga se incide en la necesidad de concluir las obras, “porque la parroquia es muy pobre para terminar la torre, cubrir la iglesia y adecentar la capilla del Santo Cristo y el retablo mayor”. 

En la visita pastoral de 1685 se recomienda la compra una panera y se urge a la reparación total de la iglesia, por estar casi totalmente hundida. En estas fechas se hizo la capilla mayor, utilizando para ello teja trasladada desde Friera. Los maestros constructores fueron Santiago del Corral y Tomás Sánchez. En 1733 se documentan obras de arreglo de la capilla del Santo Cristo.

Sobre la precaria situación de la torre, volvemos a tener noticias a mediados del siglo XIX a través del corresponsal del “Diccionario de Madoz”. Destaca este autor la intervención en la iglesia del maestro alarife Antonio Allende, justo en los meses anteriores a la ocupación francesa durante la Guerra de la Independencia. La información que ofrece es muy precisa, probablemente recabada directamente en la localidad a partir del testimonio del cura o de la documentación parroquial. Su descripción del templo es la siguiente:

"La iglesia de San Miguel, situada en el Barrio de Arriba, en su centro y punto más alto, es un edificio sólido y del orden dórico; sus paredes hasta la mitad de la altura son de piedra sillería y el resto de ladrillo; las bóvedas de esta misma materia. No tiene hecha más que la mitad de la torre, sobre la que se formaron precipitadamente cuatro pilastras de ladrillo en sus respectivos ángulos, en cuyos huecos o ventanas se ven colocadas dos campanas regulares y un esquilón. Esta imperfección la causó la entrada del ejército francés, ocurrida en el año 1808, precisamente cuando se estaba terminando su nueva fundación empezada en 1807 por Antonio Allende, maestro alarife. Es de una sola nave, con 130 pies geométricos de largo, 45 de ancho y 48 de altura basta la bóveda. Cuenta tres altares: el mayor y dos colaterales. Antes de la Guerra de la Independencia tenía buenas alhajas que se llevaron los franceses".

En cuanto al interior, durante el año 1983 se acometieron diversas obras de reforma a cargo del Obispado de Zamora. Como ya se ha indicado, el edificio venía utilizándose como panera desde hacía años. Fue necesario cambiar los solados, enfoscar los muros y pintar las paredes para adecentarlo. También se renovaron los muros exteriores y se añadieron diversos paramentos de ladrillo. Este lavado de cara permitió volver a utilizar la iglesia para el culto. Fue este el momento en el que se acometió el traslado y restauración del retablo principal de Santo Tomás por la Consejería de Educación y Cultura. Los trabajos se prolongaron durante los años 1985 y 1986. El gran retablo del siglo XVI fue vuelto a montar y se situó a los pies de la iglesia, cubriendo totalmente el muro occidental. No obstante, su ajuste en el nuevo emplazamiento resultó algo traumático. Algunos detalles decorativos del ático no fueron finalmente instalados por falta de espacio en altura.

El otro gran retablo trasladado desde la iglesia de Santo Tomás fue el dedicado al santo titular: San Miguel, en este caso para volver a su emplazamiento original. Se trata de una obra barroca ya tardía, probablemente del siglo XVIII, de escaso mérito y con unos repintes recientes demasiado estridentes. Está presidido por una imagen del arcángel San Miguel como un ángel guerrero victorioso, con armadura y espada (hoy perdida), simbolizando su papel como defensor del pueblo de Dios. A sus pies, pisoteado, yace el dragón o demonio en alusión a la lucha contra el mal. Otro de los elementos presentes en esta representación es la balanza en su mano izquierda. Se enfatiza así su papel como protagonista de la escena de la psicostasis, o peso de las almas en el Juicio Final.

En el siglo XIX este retablo fue objeto de una importante intervención a cargo del maestro Francisco García, según reza en la inscripción que corre en la moldura de la predela: “Lo pintó y doró Francisco García. Año de 1866. Siendo Párroco D. Remijio Astorga”.

Por estos mismos años se produjo el robo de algunas preseas litúrgicas en la iglesia. Los hechos ocurrieron en marzo de 1860, según se relataba en las diligencias abiertas en el Juzgado de Benavente: “pende causa criminal del oficio en averiguación de los autores del robo de vasos sagrados que a continuación se expresan, verificado en la noche del doce al trece del corriente en la iglesia de San Miguel, una de las dos parroquiales de Castrogonzalo”.

Los efectos robados fueron los siguientes: “Un copón con caja de plata que contenía las sagradas formas; liso, de peso de una libra, cubierto con seda de color blanco y encarnado, labrada con fleco alrededor, rematando la cubierta del copón una cruz pequeña en la parte superior. Dos broches hembras, también de plata labrada con agujeros por el medio, rematando por la parte de atrás en forma de corazón con una cruz en la punta, de valor como de 25 reales”.

En la actualidad la iglesia guarda un grupo de objetos artísticos y esculturas de diversas épocas y procedencias. Debe destacarse una talla gótica de San Sebastián, probablemente del siglo XV, y una interesante pila bautismal en piedra. En el retablo del presbiterio se distinguen una Inmaculada del siglo XVI y un San José del siglo XVII. De escaso mérito artístico, pero gran valor testimonial, son las tallas de San Antón y San Roque, del siglo XVII, centro de las principales celebraciones litúrgicas y festivas de la localidad. De especial devoción entre los vecinos es la imagen de la Virgen del Carmen, cuyo culto concentra las actividades de la cofradía del mismo nombre.

Capítulo aparte merece un gran Cristo crucificado, tallado en madera, que se cobija bajo el arco cegado de la puerta del muro norte. Se trata de una imagen de Jesús en la cruz, ya muerto, con la cabeza ligeramente inclinada hacia su derecha. El rostro, con los ojos cerrados, no expresa padecimiento alguno y presenta por cabello un aparatoso casquete esférico, sin detalle y oscurecido por los repintes. Pudo haber tenido corona en su origen, pero en época indeterminada fue completado con algún tipo de peluca. Lo mismo se puede decir del bigote y la barba, sin tratamiento escultórico y esbozados superficialmente para recibir algún apósito. La anatomía del torso, muy sintética, se dibuja marcando las costillas y el esternón. Solamente el detalle de la herida sangrante del costado derecho rompe este desarrollo simétrico. El “perizonium”, o paño de pureza, llega hasta la altura de las rodillas, dejando al descubierto una de ellas. La tela cae en pliegues rítmicos rematados por ondas. Como ocurre con otros crucificados ya gotizantes, las piernas se cruzan y unen sus pies con un único clavo, lo que hace innecesario el recurso al “suppedaneum”. 

Pese a los repolicramados en las carnaciones, en el paño y la cruz, la pieza presenta superficialmente un razonable buen estado de conservación, apreciándose a simple vista únicamente la ausencia de dos dedos de la mano derecha. Los repintes son especialmente evidentes y groseros en el rostro, con algunos desprendimientos que muestran las capas subyacentes. También tardías, sin duda, son un grupo de pinceladas de sangre repartidas por todo el cuerpo, en un barroco intentó de añadir dramatismo a la talla. Según Sergio Pérez Martín y Rubén Fernández Mateos, la cronología de esta pieza debe llevarse a la primera mita del siglo XIV.

La documentación de archivo da cuenta de diversas fundaciones e instituciones relacionadas con la parroquia. En su territorio existieron dos ermitas, hoy desaparecidas, vinculadas a distintas cofradías. Una pertenecía a la cofradía de la Santa Cruz y la otra estaba bajo la advocación de Nuestra Señora de la Trinidad, atendida por la cofradía de la Trinidad y Reyes. Esta última, se encontraba a las afueras de la población, próxima al Cementerio Municipal, en lo alto de una pequeña loma  que aún mantiene esta denominación. 

A finales del siglo XVIII la ermita de la Trinidad se encontraba ya al borde de la ruina. En una visita de 1784 se ordena que “mediante lo distante que se halla la ermita con el título de la trinidad del cargo de esta cofradía y hallarse bastante deteriorada, mandó a su mayordomo que el altar y la imagen se traslade y coloque en la iglesia, donde el cura le pareciere más oportuno, y en ella pondrán los cofrades hacer sus funciones con mayor solemnidad y asistencia del pueblo”. Inmediatamente se dio cumplimiento a este mandato, y se vendió la madera de la ermita en 350 reales.

En 1788 “se pagaron 700 reales por estofar y dorar el retablo de la Santísima Trinidad a Pedro Herrero, vecino de la villa de Sahagún, en que fue ejecutado y consta del recibo, que presentó en esta iglesia”.

También hay constancia de la existencia de un hospital, dependiente de esta misma cofradía de la Trinidad y Reyes. Atendía principalmente a los pobres y enfermos de la localidad. En los libros de cuentas se anotan diversos gastos de mantenimiento de enfermos y de intervenciones en la reparación del edificio. Entre los asientos hay partidas satisfechas por el traslado de enfermos a los hospitales de Benavente. Las fiestas de la cofradía de la Trinidad eran dos: la Virgen de Reyes y la de la Trinidad.

No hay comentarios: