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Albalá original de 1398 y documentos de la donación a la ciudad de Benavente |
Uno de los principales referentes de la evolución de Benavente durante los siglos XII, XIII y XIV fue su condición de villa de realengo. Entre las diferentes categorías de señorío de la época, así se denominaba a los lugares dependientes directamente del rey, en los que los propios vecinos ejercían el gobierno y la autoridad jurisdiccional por su delegación. El resto de las villas y aldeas podían ser de abadengo o de señorío. A su vez, la mayor parte de las ciudades y villas de realengo contaban con amplios territorios a su cargo, de forma que actuaban como señores colectivos sobre sus alfoces, para erigirse en comunidades de villa y tierra.
La importante colección de pergaminos y privilegios reales custodiada en el Archivo Municipal constituye una buena muestra de las estrechas relaciones mantenidas entre el concejo y la monarquía a lo largo de los siglos. De todos ellos, es el fuero otorgado por Fernando II en 1167, también conocido como la Carta Puebla, el documento que simboliza toda una época de la historia de la villa. No solo por ser un testimonio fundamental de su fundación y de la organización primitiva del concejo, también por ser el germen, junto con otras cartas y privilegios, de un particular régimen jurídico que hizo fortuna y se extendió a un buen número de villas leonesas de su tiempo: el Fuero de Benavente.
Las relaciones con el poder fueron cambiando con el paso de los años, y en el último tercio del siglo XIV Benavente vería perder su condición de villa realenga, para entrar de lleno en un largo y complejo proceso de señorialización. A este respecto, contamos con otros muchos ejemplos similares, pues esta circunstancia es común a otras poblaciones leonesas y castellanas durante la época bajomedieval. Debe interpretarse en un contexto general de debilidad del poder monárquico, de graves conflictos sociales y políticos, así como de expansión y consolidación de los grandes linajes nobiliarios.
En 1374 Benavente fue entregada por Enrique II, a título de ducado, a su hijo natural, don Fadrique. Fue una más de las conocidas como mercedes enriqueñas, que permitieron el ascenso de algunas familias a una nueva aristocracia, bien diferenciada de los antiguos linajes nobiliarios, ahora muy debilitados por la crisis del siglo XIV.
Finalmente, en 1398 Enrique III donó la villa y su castillo a Juan Alfonso Pimentel, caballero de origen portugués afincado en Castilla. Se daba así inició a un condado de gran trascendencia en todo el devenir histórico de Benavente hasta el siglo XIX. En 1473 Enrique IV de Castilla añadió el título de ducado a Rodrigo Alfonso Pimentel, IV conde de Benavente y señor de Villalón, Mayorga, Betanzos, Allariz, y otros lugares. Todo esto permitió a los Pimentel intitularse indistintamente como condes y duques.
La sucesión de títulos y familiares dejó XV condes y XII duques. Varios de ellos fueron muy próximos a los monarcas, formaron parte de la grandeza de su época y desempeñaron altas responsabilidades en el gobierno y la administración del reino. En total más de 400 años de historia, hasta llegar a María Josefa Alfonso Pimentel (1752-1834), última condesa-duquesa que ostentó en exclusiva esta condición. A partir de 1771, tras el matrimonio de la XV condesa-duquesa con Pedro de Alcántara Téllez-Girón, IX duque de Osuna, se extingue el linaje Pimentel. Sus títulos y propiedades fueron incorporados al patrimonio de esta importante familia nobiliaria. Luego vendría la quiebra de la casa de Osuna, el embargo de sus bienes y la venta del patrimonio mueble e inmueble.
Si el fuero de Benavente de 1167 era el máximo exponente documental de la etapa del realengo, el periodo del condado, esto es del señorío de los Pimentel, nos remite a otra pieza emblemática: el albalá de la donación de Enrique III del 17 de mayo de 1398. Es el punto de partida de esta otra etapa de la historia. Es este un documento bien conocido en la historiografía, del que existen varias copias y ediciones. Su custodia en el archivo de los Pimentel, en la Fortaleza de Benavente, está sobradamente documentada hasta finales del siglo XVIII. Sin embargo, se había perdido totalmente su rastro como consecuencia de varios traslados, y de todas las peripecias derivadas del embargo y las ventas de los bienes de la casa de Osuna.
Una serie de circunstancias favorables, entre las que hay que incluir el azar, la fortuna y el celo de una familia por conservar el legado de sus antepasados, ha permitido la feliz recuperación del original de este diploma. Por todo ello, el gesto de Paloma Yraola Sánchez de la Bodega, al entregar ahora este documento a la villa de Benavente, merece ser valorado en toda su dimensión. Estamos ante un encomiable acto de generosidad, sin contrapartida alguna. Se hace desde el compromiso con Benavente y la sensibilidad hacia los valores culturales, plenamente consciente de que va a enriquecer de forma muy significativa el patrimonio histórico y documental del municipio.
El Archivo Municipal va a contar a partir de ahora con esta pieza documental de primer orden. Su lugar natural de custodia merece ser especialmente relevante, compartiendo espacios con el fuero, los pergaminos y los privilegios reales de la villa. El círculo se completa, y viene a significar una etapa, como se ha dicho, de más de 400 años del pasado de Benavente. Todo ello invita ahora a un nuevo acercamiento a toda la problemática relacionada con este documento, a fin de ofrecer una revisión el mismo para su estudio y valoración.
Entre Portugal y Castilla
Juan Alfonso Pimentel fue el I Conde de Benavente entre el 17 mayo de 1398 y los últimos días de diciembre de 1419. Fue hijo de Rodrigo Alfonso Pimentel, caballero de la Orden de Santiago y comendador mayor de Mértola. Sobre la identidad de su madre existen algunas dudas, pero se sabe que fue hija de Lourenço da Fonseca. Casó con Juana Téllez de Meneses, media hermana de Leonor Téllez, mujer del rey Fernando I de Portugal. Aunque ya contaba con un importante patrimonio familiar, su condición de miembro destacado del círculo de magnates de la corte portuguesa le permitió erigirse como señor, entre otras, de las villas de Vinhais y Braganza, en la comarca de Tras-os-Montes.
Don Juan Alfonso adquirió un especial protagonismo político y social a finales del siglo XIV, con su paso al bando castellano en el contexto del conflicto castellano-portugués tras la muerte de Fernando I en 1383. Sus actuaciones de estos años le supusieron una importante participación en las concesiones y mercedes otorgadas por Enrique III, como ocurrió con otros exiliados portugueses a partir de 1396. Durante los meses anteriores, la caída sucesiva de los parientes del rey, conocidos en la historiografía como “epígonos Trastámaras”, había supuesto la restitución al realengo de varios estados señoriales, entre ellos la villa de Benavente que había pertenecido con anterioridad al patrimonio de don Fadrique. La mayor parte de estos señoríos confiscados fueron concedidos en los años siguientes a los nuevos nobles adictos.
López de Haro, Berdum de Espinosa, Ledo del Pozo, y otros autores de los siglos XVII y XVIII, intentaron justificar el paso del Pimentel al bando castellano como un deseo de vengar una trágica muerte. Su hija, Beatriz, murió violentamente a manos de su esposo, Martín Alfonso de Melo, señor de Arega y Barbacena, y alcaide de Évora. Según este relato, Juan Alfonso Pimentel acudió a Joao I pidiendo justicia, pero no fue satisfecho en sus reivindicaciones, al contar el poderoso Martín Alfonso con la protección de los cortesanos más allegados a la nueva dinastía de Avís.
En realidad, la lealtad de Juan Alfonso Pimentel nunca fue incondicional a Castilla. En una actitud fría y calculadora, supo aprovechar las coyunturas políticas y los equilibrios de fuerzas en función de sus intereses familiares y patrimoniales. Por todo ello, no salió muy bien parado en las crónicas de la época. No participó activamente en la batalla de Aljubarrota de 1385, en la que se produjo un contundente triunfo militar por Juan de Avís, y sus aliados ingleses, sobre Juan I de Castilla. Por el contrario, se mantuvo defendiendo su enclave de Braganza, con una posición equidistante, en principio, favorable a las aspiraciones de doña Beatriz, hija de Fernando I y esposa del rey de Castilla, frente a los seguidores del Maestre de Avís.
A partir de 1396, tras la reanudación de hostilidades entre Castilla y Portugal, Juan Alfonso encontró la ocasión propicia para precipitar su paso al servicio de Castilla. El punto de partida fue el ataque de los lusitanos al puerto de Cádiz, que fue contestado por Castilla con el asalto a una flota portuguesa. El control de las costas, tanto en Andalucía como en Galicia, se convirtió en un escenario fundamental en el intento de buscar un desequilibrio de las fuerzas. En la primavera de 1397, hubo un recrudecimiento de los combates. Los portugueses se adentraron en las tierras de Galicia, ocuparon sin muchas dificultades Pontevedra y pusieron cerco a Tuy. Después de un largo asedio a la plaza, el rey Joao I de Portugal consiguió entrar en Tuy el 25 de julio de 1398. Sin embargo, los castellanos, alternando los enfrentamientos armados con la diplomacia, pudieron recuperar aquellas posiciones algún tiempo después.
Fue en torno a estas fechas cuando Juan Alfonso Pimentel abandonó definitivamente Portugal para instalarse en Castilla, pero previo acuerdo de las condiciones con el rey Enrique III. Todo apunta a una larga y meticulosa negociación con los representantes del rey castellano. En carta fechada en Madrid, el 28 de enero de 1398, el monarca castellano daba poder a su justicia mayor, Diego López de Zúñiga, para que en su nombre tratara con el señor de Braganza y con Gil Vázquez de Acuña "algunas cosas que cumplen mucho a mi servicio". Las conversaciones debían contar con la "lealtanza y buena discreción" del justicia mayor, que además gozaba de capacidad para "prometer y otorgar donación y donaciones a los dichos Johan Alfonso y Gil Vasques, y a cada uno de ellos, de villas y lugares en que aya aquellas quantías y números de vasallos que a vos bien visto será, y les otorgar de mi parte todas las otras cosas que vos entendierdes que cumple, e todas las cosas y cada una de ellas que vos el dicho Diego Lopes por mí y en mi nombre prometierdes y otorgades [...] yo lo otorgo y lo hé, y abré por firme y estable y por valedero agora y para en todo tiempo, así como si yo mesmo lo fesiese y otorgare presente seyendo".
Según documenta Isabel Beceiro, fue entre finales de abril y principios de mayo, cuando el noble portugués se enfrentó abiertamente a la monarquía de su país. Durante todo el conflicto, sus villas permanecerán en poder de los castellanos, convirtiéndose Braganza en una de las ciudades-rehenes principales para Castilla. En la crónica de Joao I, Fernando Lopes recordaba así los detalles de estas deserciones de nobles lusos:
“... E estando el rey dentro de aquella cydade, lleveyo recado como Joham Fernandes Pacheco e seus irmaos se foram pero Castella, e jsso mesmo Gil Vaasques da Cunha e Johaao Afonso Pimyntel, per cuya partida seu aversaryo cobrara as villas e castellos de que tinha feito menagem, asy como Braganca e Vynhaees e o Mogadoyro e Villa Mayor. E se alguem notar per mingoa nam poermos aquí por que se estes e outros fidalgos partiram do reino, esto seria grave da deuy nhar, e cossa que per elles comprira ser recontada. Mas à comun fama de todos era que elles dizian que por agrauios que del Rey recebiam se foran de sua terra...”.
Una villa para un condado
Mientras se desarrollaban estos acontecimientos, Diego López de Zúñiga, haciendo uso del poder otorgado por el rey, hizo la concesión a Juan Alfonso Pimentel, el 4 de marzo de 1398, de "la villa de Benavente con su castillo y con sus aldeas y términos, y con todos sus pechos y derechos, y con la jurisdicción alta y baja, civil y criminal, y con el mero mixto imperio, y con todas las otras cosas que le pertenecen y pertenecer deben en cualquiera manera según mejor y más cumplidamente la agora ha y tiene la reina doña Catalina mi señora".
Catalina de Lancaster, reina consorte de Castilla por su matrimonio con el rey Enrique III, fue "señora" de Benavente en los años anteriores a la donación de la villa a los Pimentel, es decir hasta 1398. Era hija de Juan de Gante, duque de Lancaster, y de su segunda esposa, Constanza de Castilla. Fue nieta de dos monarcas: su abuelo paterno fue el rey de Inglaterra, Eduardo III, y por línea materna el rey Pedro I de Castilla. Cuando accedió al señorío de Benavente era una joven de apenas 21 ó 22 años.
Para los benaventanos, el señorío de la reina fue interpretado como una vuelta de hecho al realengo, después de los turbulentos años padecidos por la villa durante el dominio del duque don Fadrique. En 1374, dentro de un contexto general de expansión y fortalecimiento de los grandes linajes castellanos, Benavente había sido entregada, a título de ducado, por Enrique II, a su hijo natural, don Fadrique. Durante este convulso período, la villa sufrió en 1387 un cerco de dos meses por parte de las tropas angloportuguesas encabezadas por el duque de Lancaster. Aunque no consiguieron rendir la plaza, el asedio dejó tras de sí un paisaje de ruina y desolación.
Con la caída en desgracia y la entrada en prisión de don Fadrique, en 1394, el título del ducado de Benavente revertió a la corona y, a continuación, la villa fue cedida a la reina Catalina de Lancaster, pero el proceso de señorialización era ya imparable. Como recordarían años después los propios benaventanos, con la reina "habíamos olvidado todos los males y tribulaciones que habíamos sufrido y pasado, lo cual por nuestros pecados nos duró muy breve tiempo".
La creación del condado se materializó el día 17 de mayo de 1398, cuando Enrique III otorgó un albalá desde Tordesillas por el que concedía a Juan Alfonso la villa de Benavente con su castillo, aldeas, términos y derechos, exceptuando el cobro de las alcabalas y los pedidos reales de monedas. En esa misma fecha, ordena a sus oficiales que pongan a Juan Alfonso en posesión de la villa, y a sus habitantes que le obedezcan y entreguen sus sellos.
En la exposición de motivos del albalá se hace relación de los especiales servicios prestados al rey en su lucha contra el adversario de Portugal: “por quanto después que vos yo requerí e fise entender commo aquel traydor, mi aduersario, que se llama rey de Portogal, non auía derecho alguno en el regno de Portogal, antes lo tenía ynjusta e malamente commo tirano; vos venistes por mí a me seruir, e fesistes lo que vos yo mandé de las villas de Brargança y Vinnays que vos teniades”. Todo ello vendría a justificar ahora la concesión del título de conde: “e por que seades mas onrrado vos, e los que de vuestro linage venieren, do uos la dicha villa a títolo de condado, e fago uos conde della”.
A continuación, ordena a los vecinos obediencia y servicio a su nuevo señor: “por esta mi alualá mando a todos los vesinos, e moradores de la dicha villa, e de todas sus aldeas e términos que vos reçiuan e ayan por su sennor e vsen con los alcaldes e ofiçiales que vos pusieredes en la dicha villa, así commo mejor e más complidamente vsaron e deuieron vsar con los otros que ponían los otros sennores que fueron della, e vos recudan e fagan recudir con todas las rentas e pechos e derechos, según que mejor e más complidamente recudían a ellos”.
La toma de posesión solemne de la villa tuvo lugar el día 8 de junio en el monasterio de San Francisco. A partir de ese mismo momento, haciendo uso de las atribuciones señoriales recogidas en la merced regia, el conde comenzó a poner toda la maquinaria concejil a su servicio. No se ha conservado el documento original de la toma de posesión, pero sí un extracto bastante detallado de la misma:
"Posesión dada a Don Juan Alfonso Pimentel de la villa de Benavente por los regidores y hombres buenos de dicha villa recibiéndole, por señor de ella en virtud de la donación que el rey Don Enrique le hizo de ella con título de conde, haciéndole pleyto y omenage una, dos y tres veces, de que guardarían la dicha villa por el dicho señor y que lo acogerían en ella irado y pagado, con pocos o muchos, de noche e de día, en lo alto e en lo baxo, cada vegada que y llegare, y de que bien y verdaderamente le amarían y guardarían su servicio y señorío, e de la condesa Doña Juana, su muger, e que le serían leales e omildes e ovedientes vasallos en todas las cosas que a su servicio cumplían e les por su parte fuese mandado y requerido. Su fecha en el monasterio de San Francisco de Benavente, sábado ocho de junio del año 1398".
La nueva relación entre el señor y su villa acabó siendo muy traumática para los habitantes del concejo. En el año 1400 los vecinos de Benavente enviaron un emotivo memorial al rey Enrique III exponiéndole toda una larga relación de agravios, injusticias y desafueros perpetrados por el conde en los apenas tres años transcurridos desde su toma de posesión. El sometimiento impuesto a la arbitrariedad señorial fue considerado por los benaventanos como una afrenta a su independencia. Por ello, la mayor parte de sus quejas al monarca tenían como denominador común el evidente desprecio manifestado por el conde a sus fueros, usos y costumbres.
Murió el conde en diciembre de 1419, siendo enterrado en el monasterio de San Francisco de Benavente. Se daba así inicio a una arraigada tradición que acabaría en la configuración de un panteón familiar en la iglesia franciscana. Fueron sus hijos Rodrigo Alfonso Pimentel, que le sucedió en el condado como segundo titular de la casa entre 1420 y 1440, Alfonso Telléz, comendador de Mayorga en la Orden de Alcántara y fraile jerónimo en Guadalupe, Beatriz Pimentel, que se casará con Martím Alfonso de Melo, y Teresa de Meneses, casada con Pedro de Bazán.
No será hasta 1422, ya muerto el conde, cuando el concejo renuncie por fin a todas sus quejas y demandas legales interpuestas contra Juan Alfonso y sus herederos por los abusos cometidos. Entre ellos se cita, como afrenta destacada, la utilización de los pilares de piedra del puente de Castrogonzalo como materiales de construcción para su capilla del monasterio de San Francisco: "sobre e por rasón de çiertas quantías de marauedís e pan e otras cosas quales quier, así de bienes muebres como de rayses, como por çiertos pilares de piedra que mandó tomar de la puente de piedra de Castro Gonçalo para faser la su capiella que mandó faser en Sanct Françisco desta dicha villa, como otras cosas quales quier quel dicho conde vuestro padre nos era deuido e obligado a dar e pagar, así por cartas como en otra manera qual quier e por qual quier rasón".
El documento, escriturado un 9 de abril, venía a normalizar las relaciones entre el concejo y un linaje nobiliario que pretendía asentarse definitivamente en su territorio. Suponía, en la práctica, la aceptación del señorío de los Pimentel sobre la villa, a cambio de una reducción significativa de su contribución fiscal y la aceptación tácita de la existencia de ciertos límites al poder de los condes.
Más Vale Volando
Se atribuye a este primer conde benaventano, Juan Alfonso Pimentel, la creación y el uso del lema "más vale volando", presente en la divisa del escudo familiar. En heráldica los términos lema y divisa suelen entenderse como sinónimos, pero algunos autores tienden a diferenciarlos y a matizar su significado. En cualquier caso, forman parte de los ornamentos exteriores de los escudos y consisten en frases breves, a menudo de contenido sentencioso, que expresan deseos u objetivos, y que sirven como elemento distintivo de una persona, linaje o institución.
En el caso de las armas de los Pimentel, junto a la divisa es frecuente encontrar la imagen de un buitre con sus alas desplegadas. De todo ello contamos con abundantes ejemplos en la heráldica y la iconografía familiar. En la iglesia de Santa María del Azogue de Benavente, un gran escudo de los Pimentel, escoltado por dos tenantes, presidía el retablo barroco del presbiterio. Trasladado al extremo norte del crucero, sobre el mismo destacan la figura del buitre y una filacteria con el texto “Más Bale Volando”. El significado de ambos elementos puede entenderse como una apuesta por la libertad individual, frente a los juicios preestablecidos. Aludiría a la necesidad de aprovechar las oportunidades que los avatares de la vida ofrecen y de no contentarse con la seguridad de los objetivos ya alcanzados.
Cuentan los cronistas y los genealogistas que cuando Juan Alfonso Pimentel abandonó al rey Joao I de Portugal para instalarse definitivamente en Castilla como I conde de Benavente, éste le reprochó que pusiera en peligro sus valiosas posesiones en aquel reino, Bragança y Vinhais entre otras. El rey le recordó el célebre dicho: "Más vale pájaro en mano que buitres volando". Y el conde le contestó despidiéndose: "Más vale volando". Este sería el momento en el que la frase pasaría a la divisa del linaje, omnipresente en su emblema heráldico. A este respecto, señala Ignacio Berdum de Espinosa en 1753 lo siguiente:
“[…] por estas razones dicen algunos que tienen los Pimenteles en sus armas un buytre, con el lema “más vale volando”, pues habiendo sido príncipes poderosos en el reyno de Portugal, dejaron sus dignidades y rentas por seguir la parcialidad del rey de Castilla, y su legítima acción al solio de aquel reyno, depreciando los mayores dones, mercedes de estados y rentas que pueden ponderarse, a cuya aceptación le conspiraba el mismo, que entonces se intitulaba rey de Portugal, y se lo persuadían todos los grandes y magnates de aquel reyno, reconociéndole por el principal de ellos, en lo que concuerdan todos los historiadores portugueses y castellanos, y resulta de instrumentos y varios papeles antiguos que tiene la Casa en su Archivo”.
Ledo del Pozo, en su “Historia de la nobilísima villa de Benavente”, ofrece una explicación muy similar:
“Tienen también estos condes en sus armas un buitre con el lema “Más vale volando”, porque disgustado don Juan Pimentel, que después fue I conde de esta villa de Benavente, de la injusticia y tiranía que con él usaba el rey de Portugal, por haber seguido en las guerras el partido de doña Beatriz contra él; se desnaturalizó de aquel reino con tanta bizarría, que envió a decir al rey no era su vasallo; y que así le entregaba las fuerzas, dignidades y rentas de sus estados; a cuya propuesta respondió el rey advirtiese "más valía pájaro en mano, que buitre volando", a lo que replicó don Juan «más vale volando», timbre que hoy día ostentan las armas de estos condes”.
Expresiones relacionadas con la de “más vale volando” aparecen ya en el Quijote y en otros textos literarios clásicos, lo cual nos remite a los dichos populares y a una creación muy anterior en el tiempo. En el Quijote encontramos el mismo refrán reproducido por el rey portugués en varias ocasiones: “Más vale pájaro en mano que buitre volando” (El Quijote I, 31 y II, 12) y “[Más vale] el pájaro en la mano que el buitre volando” (El Quijote II, 71). Ya en el siglo XIV, en el “Libro de Buen Amor” leemos: “No dejes lo ganado por lo que has de ganar” (Libro de Buen Amor, 994). En los siglos XV y XVI contamos con otros testimonios similares en varias obras castellanas, y también con un proverbio latino de cronología incierta: “Est avis in dextra, melior quam quator extra”, (es mejor un pájaro en la diestra que cuatro fuera de ella).
Sin embargo, los Pimentel dieron al refrán un giro de 180 grados, convirtiendo su divisa en un canto al riesgo y la aventura, elementos que, ciertamente, estuvieron presentes en muchos momentos de su dilatada historia familiar.
El albalá de 1398
La merced del 17 de mayo de 1398 por la que Enrique III entrega la villa de Benavente, a título de condado, a Juan Alfonso Pimentel se escrituró bajo la fórmula diplomática de un albalá en papel. En la documentación castellanoleonesa el uso del papel como materia escriptoria en la cancillería regia comienza a estar presente en el reinado de Alfonso X, particularmente en los llamados "mandatos". Se pone fin así al dominio prácticamente absoluto del pergamino, propio de los siglos anteriores. No obstante, su utilización en otros tipos documentales será progresiva y paulatina, reservando siempre el pergamino para aquellas cartas más solemnes.
Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, la palabra albalá procede del árabe "al-bara", origen que comparte con el vocablo "albarán". Se utilizó indistintamente como vocablo masculino y femenino para designar aquella carta o cédula real en que se concedía alguna merced, o se proveía otra cosa. En realidad, el documento llamado albalá es, en su primera concepción, una carta de pago usada en el ámbito del comercio mucho tiempo antes de que fuera incorporado al conjunto de documentos elaborados y expedidos por la cancillería real.
La definición y sistematización de este nuevo tipo diplomático parece que no se materializa hasta el reinado de Pedro I de Castilla (1350-1369), aunque en los cuadernos de las Cortes de Valladolid de 1312 aparece ya alguna referencia a su existencia. En aquella ocasión, el rey Fernando IV se comprometía a "non poner mío nombre en ninguna carta, nin en albalá, en ninguna manera salvo en las albalaes que tuviere por bien de dar para partir algunos dineros de la mi cámara". La identificación de este prototipo documental no suele ofrecer dudas, pues en el contenido del propio diploma se alude a su naturaleza: "...por este mi albalá".
Como señala Lope Pascual Martínez, el reinado de Enrique III ofrece muy pocas innovaciones y particularidades en el campo de la Diplomática. Los oficios de la cancillería son desempeñados casi por las mismas personas que en el reinado anterior, y los tipos y formularios documentales se continúan, manteniéndose formas bastantes arcaicas, casi en desuso, como es la carta plomada. No obstante, también se inician nuevas fórmulas de documentos, como es el caso de la “Real Cédula”. Sus primeros ejemplares se documentan en este momento, y acabarán extendiéndose en el uso y la práctica de la cancillería real castellana.
La estructura diplomática del albalá tiene unos componentes bastante característicos. Destaca por su brevedad y por la ausencia de solemnidad en sus elementos formales. Dentro de los tipos documentales de la cancillería castellanoleonesa bajomedieval, el albalá es el único ejemplo que carece de sello. El texto se inicia directamente con la intitulación, al comienzo de la primera línea, sin destacarse del resto del contenido: "Yo el Rey" o "Nos el rey". Esta escueta intitulación añade, en contados casos, la expresión de los dominios de la Corona reducida a los dos reinos nucleares de Castilla y León.
Termina su contenido con la data, compuesta por el día, mes y año (no suele consignarse el lugar de expedición), el refrendo del secretario y la subscripción autógrafa del monarca. "Yo el Rey". El elemento introductor de la data es, en la mayoría de los casos, "fecho" o "fecha” (la carta).
El albalá, en su concepción más específica, servía a los monarcas como instrumento para resolver algún asunto administrativo con trasunto económico, sobre todo para el nombramiento de cargos y asignación de salarios. No obstante, también podía servir para la concesión de mercedes. En este caso, su estructura se asemeja a la de la provisión real y, por tanto, incorpora la conocida fórmula: "por faser bien e merçed a vos", así como la alusión genérica a los servicios prestados que motivan la concesión: "por muchos e buenos e sennalados e altos seruiçios que me auedes fecho e fasedes de cada dia". Por todo ello, en los manuales de Paleografía y Diplomática se suele distinguir, por su contenido, entre "albalá de merced" y "albalá de provisión".
Antonio Floriano Cumbreño daba algunas pautas muy ilustrativas en este sentido. El "albalá de merced" tendría por su nota más característica la ausencia de expositivo, que es suplido por la aparición de la motivación: "por facer bien e merçed", a la que sigue la dirección y el dispositivo. El texto se suele completar con el mandato al canciller, notarios y escribanos para que expidan los documentos necesarios para el cumplimiento de la merced real. La fecha se expresa en formato directo de día, mes y año, bien por la era hispánica o por el nacimiento de Cristo. Es habitual la falta de la fecha tópica. Por el contrario, el "albalá de provisión" presenta un expositivo algo más amplio, que puede incluir la presentación de una querella, la petición al rey y el acceso correspondiente a la petición.
Por otra parte, este tipo de documentos parece que en ocasiones podía o debía ser canjeado por otras cartas más solemnes, como la provisión real o la carta de privilegio, confiriendo mayor firmeza y legitimidad al acto jurídico. Según la documentación de Osuna, el mismo Enrique III otorgó un privilegio rodado, desde Alcalá de Henares, el día 13 de diciembre concediendo la villa de Benavente con título condal por los servicios prestados por Juan Alfonso, señor de Braganza y Vinhais, contra el adversario de Portugal.
Igualmente, estas mercedes podían ser confirmadas o refrendadas por otros monarcas bajo diversas fórmulas diplomáticas. Así, el 15 de diciembre de 1420, Juan II de Castilla otorgaba un nuevo albalá, confirmando al II Conde, Rodrigo Alfonso Pimentel, la merced de la villa de Benavente y su tierra con todas sus rentas y derechos, y el 17 de enero de 1421, desde Torrijos, el este mimo rey despachaba una sobrecarta de confirmación de la misma merced.
Nuestro albalá formó parte de los fondos del archivo de los Pimentel, custodiado durante la mayor parte de la historia del linaje en la Fortaleza de su villa de Benavente. Allí consta en varias ocasiones en distintos inventarios y registros que se fueron realizando de la documentación familiar. De su tenor se realizaron un buen número de copias, tanto certificadas como simples, y fue editado por distintos cronistas y genealogistas. Álvaro López de Haro ya incluyó su texto completo en su “Nobiliario genealógico de los reyes y títulos de España”, publicado en Madrid en 1622. La copia más antigua de la que tenemos constancia es la de su inserción en el documento de fundación de mayorazgo por Rodrigo Alfonso Pimentel, II conde de Benavente, escriturado en 1440.
Se trata de una pieza de papel de 310 x 186 mm. Cuenta con la subscripción real "yo el rey", y la diligencia del escribano Ruy López: "Yo Ruy Lopez la fiz escreuir por mandado de nuestro sennor el rey". Respecto al tipo de escritura, debe contextualizarse dentro de la gran variedad de formas de la escritura gótica cursiva empleadas en Castilla en los siglos bajomedievales. Los nombres utilizados llegan a solaparse en sus aspectos formales: gótica cursiva, letra de privilegios, letra de albalaes, precortesana, etc. Esta última, encuadrada entre dos tipos bien definidos: la de albalaes y la cortesana verdadera, sirve de puente en la evolución de uno a otro, aunque no presenta unos caracteres muy acusados.
El estado de conservación de nuestro diploma es bastante aceptable, teniendo en cuenta su antigüedad, de que no es un documento en pergamino y que se hizo uso de él en numerosas ocasiones para acreditar derechos y propiedades. Son varios los momentos en los que sale a relucir para documentar todo tipo de actos jurídicos. En la segunda mitad del siglo XVIII el albalá aún se encontraba en la Fortaleza benaventana. Con motivo de la realización de una copia en 1753, el archivero mayor dejó constancia de su situación en el archivo de la siguiente manera:
“Don Pedro de Riego, archivero mayor del que en la Fortaleza de esta su villa de Benavente tiene el excelentísimo señor don Franzisco Alphonso Pimentel Vigil de Quiñones, Borja y Zentellas, Herrera, Henrríquez [...] zertifico como entre los papeles que existen en dicho archivo está un legajo conzerniente a las merzedes, privilegios y confirmaziones de la villa y tierra de Benavente; y en él la donazión y merzed que el rey don Henrrique tercero hizo a Juan Alphonso Pimentel de dicha villa y tierra, cuyo thenor es como se sigue [...] Así resulta y pareze de la zitada merzed y donazión original que obra en dicho legajo y archivo a que me remito, y para que conste de orden de dicho excelentísimo señor conde duque de Benavente, mi señor, doy la presente zertificación, que firmo en el referido archivo y fortaleza de esta dicha villa de Benavente a treinta de jullio de mill setezientos zinquenta y tres años. Pedro de Riego (hay una rúbrica)”.
A partir de 1771, tras el matrimonio de la XV condesa-duquesa de Benavente, María Josefa Pimentel, con Pedro de Alcántara Téllez-Girón, IX duque de Osuna, se extingue el linaje Pimentel y todos sus títulos y propiedades fueron incorporados al patrimonio de esta importante familia noble española. En 1786 se efectúa un apeo, deslinde y demarcación, a petición del conde-duque, del Castillo y Fortaleza de la villa de Benavente. De nuevo, la donación real de 1398 sale a colación como justificación de la propiedad.
"Digo que una de las posesiones en el condado ducado de Benavente más principales es el Castillo y Fortaleza, consistente inmediato a esta villa, con sus muros, fosos, contrafosos, plazuela, que llaman de la Mota, circunferencias, servidumbres, usos, entradas y salidas según y como fue donado por las magestades de los señores don Juan el segundo y Enrique tercero, rey de Castilla, León, etc., al excelentísimo señor don Juan Alfonso Pimentel, primer conde duque de Benavente, cuya donación real se exhibirá en el acto del apeo por el archivero actual, don Andrés Calahorra, para que obre los efectos que aya lugar".
A mediados del siglo XIX, con la quiebra de la Casa de Osuna y el desmantelamiento del patrimonio señorial, se produce la venta y subasta de sus bienes muebles e inmuebles. De esta forma, una parte importante de las propiedades originarias de los Pimentel en la provincia de Zamora, más de 9.000 hectáreas en total, fueron adquiridas, en los años 1869 y 1870, por Fernando Fernández-Casariego y Rodríguez-Trelles (1792-1874), I marqués de Casariego.
Después de diversos avatares, el grueso de la documentación que guardaron durante siglos los Pimentel en su palacio-fortaleza de Benavente acabó recalando en 1917 en Madrid, en la Sección Osuna del Archivo Histórico Nacional. Desde 1993 estos fondos se custodian en la Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional, con sede en la ciudad de Toledo. Sin embargo, no todo el fondo de los Pimentel ingresó en este archivo. Una serie de papeles, libros y legajos, de los que existe constancia, pero que hoy debemos dar en su mayor parte por perdidos, pasaron al patrimonio familiar de Fernando Fernández Casariego y sus descendientes, muy probablemente formando acompañamiento de toda la documentación probatoria.
Una de las hijas de Fernando Fernández Casariego, Sofía Fernández-Casariego Méndez-Piedra (1844-1928), casó con Enrique Tordesillas O'Donnell (1839-1893), II conde de Patilla, dando lugar a una larga descendencia y a distintas ramas colaterales como son los Silvela, Yarayabo, La Bisbal, Sánchez de la Bodega, Martínez-Cubells, Ardanaz, Melgarejo, etc.
Así pues, la necesidad de justificar documentalmente el origen de las fincas adquiridas por los Casariego en la comarca benaventana dio sentido a la segregación de este peculiar conjunto de documentos. De ellos se hizo una detallada relación, redactada en el momento inicial de la venta. Luego vendría la división en herencias de las fincas y las ventas correspondientes, dispersando aún más todo este legado. Todo ello, viene a legitimar y poner en valor la conservación de este importante documento en manos privadas hasta ahora. El albalá de 1398, hoy felizmente recuperado para el patrimonio y la historia de Benavente, puede considerarse uno de los últimos hitos de este apasionante viaje en el tiempo lleno de peripecias.
Transcripción
1398, mayo, 17. Tordesillas.
Albalá del rey Enrique III de Castilla por el que concede a Juan Alfonso Pimentel, a título de condado, la villa de Benavente, con su castillo, aldeas, términos y derechos, exceptuando el cobro de las alcabalas y los pedidos reales de monedas.
A. Colección particular. Albalá. Orig. Papel, 310 x 186 mm.; precortesana; regular estado de conservación.
B. Colección particular. Copia de 1440, inserta en el documento de fundación de mayorazgo por Rodrigo Alfonso Pimentel, II conde de Benavente.
C. AHNOB, Osuna, C. 415-24. Copia certificada por Pedro de Riego, archivero mayor de la fortaleza de la villa de Benavente, de fecha 30 de julio de 1753.
D. AHNOB, Osuna, C. 415-27. Copia simple.
ED. A. LÓPEZ DE HARO, Nobiliario genealógico de los reyes y títulos de España, Madrid, 1622, pp. 128-129; I. BERDUM DE ESPINOSA, Derechos de los condes de Benavente a la grandeza de primera clase, Madrid, 1753, fol. 41-43; J. LEDO DEL POZO, Historia de la nobilísima villa de Benavente, Zamora, 1853, pp. 251-252; J. MUÑOZ MIÑAMBRES, Nueva Historia de Benavente, Zamora, 1982, p. 62.
Yo el rey, por faser bien e merçed a vos, Iohan Alfonso Pementel, por muchos e buenos e sennalados e altos seruiçios que me auedes fecho e fase /2 des de cada dia, e entendiendo que me faredes de aqui adelante, espeçialmente por quanto despues que vos yo requeri e fise entender commo aquel traydor, mi aduersario, que se llama /3 rey de Portogal, non auia derecho alguno en el regno de Portogal, antes lo tenia ynjusta e malamente commo tirano; vos venistes por mi a me seruir, e fesistes lo que vos /4 yo mande de las villas de Brargança y Vinnays que vos teniades; fago uos merçed e pura donaçion por juro de heredat, para vos e para vuestros fijos e herederos, que lo vuestro ouieren /5 de auer e heredar, asi por testamento commo muriendo sin el, de la villa de Benauente, con su castiello, e con todas sus aldeas e terminos e pertenençias quantas ha e /6 deue auer, asi de fecho commo de derecho, e con la justiçia alta e baxa, çeuil e creminal, e con el mero misto imperio e escriuanias dende, e con todos los pechos e derechos e /7 rentas, que a mi perteneçen, saluo las alcaualas e monedas; que es mi merçed que me las paguen a mi quando las yo demandare, e para que la podades vender e enagenar e enpe /8 nnar e faser della e en ella todo lo que vos quisieredes e por bien touieredes, asi commo de cosa vuestra propria; pero que lo non podades faser con omme nin persona alguna de fuera de /9 los mis regnos, nin de orden nin de religión, e por que seades mas onrrado vos, e los que de vuestro linage venieren, do uos la dicha villa a titolo de condado, e fago uos /10 conde della; e por esta mi aluala mando a todos los vesinos, e moradores de la dicha villa, e de todas sus aldeas e terminos que vos reçiuan e ayan por su sennor e /11 vsen con los alcaldes e ofiçiales que vos pusieredes en la dicha villa, asi commo mejor e mas complidamente vsaron e deuieron vsar con los otros que ponian los otros sennores que fue /12 ron della, e vos recudan e fagan recudir con todas las rentas e pechos e derechos, segun que mejor e mas complidamente recudian a ellos; e non fagan ende al /13 sopena de la mi merçed, e de quanto an; e juro e prometo en mi fee real de uos tener en mantener esta merçed e donaçion, que vos yo fago, e de uos non yr contra ella, nin vos /14 la reuocar en ningund tiempo contra vuestra voluntad, e sobre esto mando al mi chançeller e notarios e escriuanos que estan a la tabla de los mis seellos, que vos den e libren e sellen /15 mis cartas e preuillegio, las mas fuertes e mas firmes que les vos demandaredes e menester ouieredes en esta rason. Fecha en Tordesellas a dies e siete dias de ma /16 yo, anno del nasçimiento de Nuestro Sennor Ihesuscristo de mill e tresientos e nouenta e ocho annos. Yo Ruy Lopez la fiz escreuir por mandado de nuestro sennor /17 el rey. (Rúbrica). Yo el rey (Rúbrica)
Bibliografía
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Albalá original de la merced de Enrique III por la que se crea el condado de Benavente en 1398 |