jueves, 18 de diciembre de 2008

El expolio e incendio del Castillo de Benavente - Memorias de la Guerra de la Independencia

El castillo de Benavente, según fotografía de Charles Clifford (1854)

El paso de los ejércitos británico e inglés por Benavente en el invierno de 1808-1809 dejó unas secuelas imborrables, tanto en el imaginario colectivo como el el patrimonio histórico, artístico y arquitectónico. Son las tropas del general Moore, en su precipitada retirada hacia La Coruña, las que primero recalan en Benavente y dan rienda suelta a sus instintos más primarios.

La falta de colaboración, la indiferencia o el desprecio de la población civil, así como los efectos de la desesperación, el hambre y la embriaguez movieron a unos soldados famélicos y agotados a abandonar el orden y la disciplina, y entregarse al pillaje y la destrucción.

El mismo Moore hace alusión en sus cartas a un comportamiento ejemplar hasta entonces que se ve repentinamente empañado por los atropellos cometidos por la columna que a través de Valderas se dirigía a Benavente. 

El día 27 se hace pública desde Benavente una orden general advirtiendo a los oficiales que no se tolerarán nuevas muestras de desobediencia a las normas, aunque en parte se intentan disculpar por la nula cooperación ofrecida por la población civil. James Carrick Moore también intentará explicar meses después -que no justificar- la pésima imagen ofrecida por la tropa, que causaba graves perjuicios a un país al que habían sido enviados teóricamente a proteger. A los argumentos esgrimidos por su hermano, añadirá la poca atención prestada por las autoridades españolas y también un cierto desconcierto, dentro de los mandos militares, por unos movimientos y unas operaciones que no se acaban de entender. De hecho, la última parte de la orden general va dirigida específicamente a amonestar a los oficiales que han criticado abiertamente las decisiones tomadas por Moore.

El Castillo de Benavente, según litografía de Bacler d´Albe (1809)

El Castillo de Benavente, según litografía de William Bradford (1808)

El Castillo de Benavente, según Robert Ker Porter (1808)

El Castillo de Benavente, según dibujo de Richard Ford (1832)

 El Castillo de Benavente, según E. Varela y Kraskouski (1848)

A pesar de los esfuerzos de los oficiales por evitar, en la medida de lo posible, el afán de destrucción de la tropa, las estancias del Castillo fueron objeto de un expolio inmisericorde. James Wilmot Ormsby, capellán del Estado Mayor británico, narraba así su impotencia:

“...¡oh!, ¡cómo partía el corazón observar cómo todo lo que era combustible lo tomaba la soldadesca (pues aquí estaban acuartelados dos regimientos), se encendían hogueras junto a las maravillosas paredes, y se amontonaban como basura pinturas de elevado precio, y se las destinaba a las llamas”.

En parecidos términos se expresaba el teniente Augustus Schaumann:

"Bayonetas y clavos de donde había colgados sus morrales y cartucheras, se repartían ahora por las grietas de esas valiosas columnas o en las paredes hermosamente decoradas. En la gran chimenea de mármol, ardía un enorme fuego alimentado con los pedazos a los que habían reducido los muebles, magníficas antigüedades doradas o laboriosamente talladas. Lo mismo ocurría en el patio, donde las paredes habían quedado ennegrecidas por el hollín. Sobre estas fogatas habían colocado las cacerolas del regimiento. Las mujeres de los soldados lavaban sus cosas y las colgaban donde les parecía. Buena parte de lo que había fue destruido sin ningún miramiento y se registró hasta la última esquina en busca de algún botín".

El mismo Schaumann admite que buena parte de estos atropellos se realizaban por venganza, ante un país al que habían venido "engañados" por los españoles y les había dejado en la estacada, colocándoles en una situación peligrosa en la que ya no cabía sino una huida ignominiosa". La lectura positiva de esta crónica de la desolación en el castillo de Benavente, a juicio de este mismo militar, era que al menos se ejercía la venganza "sólo" con bienes muebles e inmuebles y no en los habitantes del país.

Sin embargo, el incendio final del edificio, el que originó su destrucción total, debió producirse a partir del 7 de enero de 1809, ya con la ciudad bajo control francés. Fernández Brime precisa que el luctuoso suceso tuvo lugar "pocos días después" del incendio del monasterio de San Francisco, ocurrido el día 6.
El Conde de Toreno, intentando exculpar al ejército inglés de toda responsabilidad, señala: "Censuró agriamente el general inglés la conducta de sus soldados; más de poco sirvió. Prosiguieron sus desmanes, y en Benavente devastaron el palacio de los condes-duques del mismo nombre, notable por su antigüedad y extensión; mas no fue entonces cuando se quemó, según algunos han afirmado. Nos consta, por información judicial que de ello se hizo, que sólo el 7 de enero apareció incendiado, durando el fuego muchos días, sin que se pudiese cortar".

Cuando acabó la guerra, en 1814, la condesa María Josefa Pimentel dio orden de trasladar a su palacio madrileño de la Alameda de Osuna, todos los mármoles, columnas y piezas "de mérito particular" que se pudieran recuperar. Según las averiguaciones realizadas a instancia de la condesa-duquesa y los testimonios de diversos testigos se supo que "la noche del día diez y siete de henero del año de mil ochocientos y nueve se incendió y abrasó el castillo o fortaleza en donde existía la expresada contaduría, perdiéndose quanto en ella havía".

Respecto a la duración del incendió y los intentos de sofocarlo un testigo afirmaba: "cuyo incendio tubo principio en la misma oficina y sitio inmediato, motivo por el qual ni se pudo cortar, ni dejó de estar ardiendo todo el edificio por espacio de quince días, haviéndose reducido a cenizas; sin que hubiesen podido recoger cosas algunas; pues aunque la tropa salió de ella, luego que tomó cuerpo el fuego, ya no fue posible cortarlo".

Según la documentación exhumada por Mercedes Simal, hacia los años 1837-1841 el duque de Osuna promovió nuevas gestiones para recuperar algunos objetos. Deseaba averiguar "... si en el castillo se conservan todavía algunas paredes exteriores en buen estado, columnas, escaleras, ventanas, almenas, torres a las que pueda sacarme algún dibujo exacto [...] si cree usted que en la destrucción y quema pudieron quedar sepultadas algunas armaduras u otras cosas que merecieron conservarse".

En este caso, como vemos, su interés se centraba en la antigua armería, una de las glorias más celebradas por viajeros y cronistas. Se acometieron incluso algunas excavaciones entre los escombros en busca de alguna pieza aprovechable, pero con muy escaso éxito:

"... después de realizar la pequeña escabación de un estremo de la armería de esta Fortaleza, viendo no se encontraba ningún fragmento de las vestiduras que allí existieron antiguamente; en fuerza de diligencia he podio proporcionar una alavarda de yerro completa de las mismas que allí huvo y otro morrión de distinta figura que la de los dos que di conocimiento".

Ruinas del Castillo, según fotografía anónima de finales del siglo XIX

Puerta de Santiago a finales del siglo XIX

Restos del Castillo de la Mota, según una postal de principios del siglo XX

El Castillo de Benavente, según una fotografía de hacia 1920

Torreón y Cuestos de la Mota, según fotografía de Pablo Testera

El torreón del Caracol, según una postal de los años 60

Vistas del Castillo de Benavente en 1574 y 1900, según pintura de Pedro Sánchez Lago (1902)

El Castillo de Benavente en 1540, según pintura de Pedro Sánchez Lago

Ruinas del Castillo de Benavente, según pintura de Pedro Sánchez Lago (1900)

Acompañando a los ejércitos inglés y francés, llegaron a Benavente ingenieros, cartógrafos, dibujantes y artistas. De algunos de ellos conservamos impagables testimonios gráficos que, con mayor o menor fortuna, dejaron constancia de la situación del castillo en estos vibrantes momentos. Deben destacarse, de entre ellos, las imágenes recogidas por Bradford, Bacler d´Albe y Porter.

William Bradford fue capellán de brigada del ejército del general Moore en España. Entre 1809 y 1813 se publicó en Londres su obra "Sketches of the Country, Character, and Costume in Portugal and Spain". Su libro incluye vistas de ciudades, paisajes y tipos con trajes militares y populares. Bradford estuvo en Benavente a finales de 1808 y fue testigo del saqueo de la fortaleza, dejando constancia gráfica con una vista del castillo desde Poniente.
 
Albert Louis Bacler d´Albe (1761-1824), militar, cartógrafo y artista francés, es sobre todo conocido por sus cuadros de batalla, retratos y por sus cartas geográficas y litografías. De su estancia en Benavente en 1808 nos dejó una curiosa litografía del castillo. La representación resulta poco fidedigna y con elementos gratuitos, como el paisaje urbano de fondo. Tal vez la estampa se recreó más tarde sobre rápidos bosquejos tomados al natural.
 
Robert Ker Porter fue viajero, diplomático, explorador y pintor. En 1804 trabajaba como artista en la corte del Zar. De su estancia en Benavente en 1808-1809 conservamos un carboncillo coloreado, con uno de los últimos testimonios gráficos más conmovedoramente románticos sobre el castillo antes del incendio. Su emotivo relato fue publicado poco después en "Letters from Portugal and Spain Written during the March of the British Troops under Sir John Moore", Londres, 1809.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Una herida en la memoria - El santuario de Nuestra Señora de San Román del Valle

Vista del santuario de San Román del Valle desde "La verde"

San Román del Valle es un pequeño núcleo de población, hoy anejo al municipio de Villabrázaro, situado en una suave pendiente descendente hacia la Vega. Su antigua iglesia parroquial, dedicada al santo homónimo del pueblo, se encuentra en ruinas, reemplazada en sus funciones por una construcción moderna de nulo interés.

Según las Respuestas Generales del Catastro de la Ensenada en el siglo XVIII sus límites eran: "al Levante con raya del lugar de San Cristóbal, al Poniente y Sur con la del de Villabrázaro, y al Norte con raya del lugar de Paladinos". A mediado del siglo XIX contaba con 44 casas, escuelas de primeras letras y una ermita dedicada a Santa Bárbara, tal y como se consigna en el Diccionario de Madoz.

El paisaje de sus típicas bodegas horadadas en la arcilla ya fue glosado por el viajero inglés Richard Ford a mediados del siglo XIX: "en San Román de la Valle se excavan en las colinas de tierra blanda bodegas, cuyo contenido fue más fatal para las tropas de Moore que ningún enemigo, pero Baco ha sido siempre más temible para nuestros valientes soldados que Marte".

Al sur de la localidad, al pie de un cerro de escasa altitud se hallan, dominando todo el Valle, las ruinas del monasterio-santuario de Nuestra Señora: El Convento. El templo fue históricamente el principal centro espiritual del llamado Valle de Santa María, atravesado por el arroyo Regato o Ahogaborricos, también citado en alguna ocasión en las fuentes medievales como Merdaveldo o Merdivel.

Este no fue el único centro de culto destacado de esta pequeña cuenca fluvial. En el pueblo actual de San Adrián del Valle, dentro del Partido Judicial de la Bañeza y fronterizo con la provincia de Zamora, existió desde la Alta Edad Media un importante monasterio dedicado a los mártires Adrián y Natalia. Su primera mención se remonta al año 922, y su vida cenobítica debió mantenerse hasta mediados del siglo XII en que aparece incorporado a la catedral de Astorga. Ya desde el siglo X toda esta zona es identificada como Valle de Santa María, y algún diploma de esta misma época cita a Santa María la Antigua, lo que es indicio seguro de la existencia de un remoto santuario o monasterio dedicado a la Virgen que jerarquizaría y ordenaría política y espiritualmente todo el entorno.

La vinculación de nuestro santuario con los franciscanos se remonta a principios del siglo XV. En 1403 el papa Benedicto XIII comisionaba al abad del monasterio berciano de Carracedo para que aprobara, en su nombre, la donación que había hecho el obispo de Astorga de la iglesia de Santa María del Valle a los frailes de la Orden Tercera de San Francisco. A partir de entonces los frailes tercerones serían los celosos custodios de los edificios conventuales, mientras que la familia Pimentel, señores de la aldea, ejercía el patronato. A mediados del siglo XVIII la comunidad contaba con 22 religiosos, un sacristán, dos cocineros, un mozo de mulas y una lavandera.

La parte más antigua de su fábrica se corresponde con la cabecera del templo, que debió alzarse a partir del siglo XIV. Su presbiterio presenta planta cuadrada, con gruesos paredones construidos con mampostería, ladrillo y barro. Se accede al mismo a través de un arco toral de ancha ojiva, con molduras de bocelones cortados en ladrillo que se prolongan a los pilares en que se apoyan. Cubría este espacio una magnífica armadura morisca ochavada de unos 8 metros de lado, con pechinas de lazo ataujerado de ocho y veinte.

A este núcleo original se agregó en el siglo XVIII una amplia nave de cinco de tramos cubierta con bóveda de cañón y lunetos, hoy totalmente perdida. Hacia Poniente se construyó también en esta centuria la fachada principal, flanqueada a su izquierda por una esbelta torre coronada de chapitel y la entrada al monasterio, sin duda lo mejor conservado hoy de todo el conjunto. Esta monumental portada barroca guardaba algunas similitudes en su estructura y ornamentación con la fachada del desaparecido monasterio de San Francisco de Benavente, levantada a mediados del siglo XVIII sobre planos de Joseph González Taboada.

Sobre la cima del cerro próximo, destaca una emotiva cruz recortada sobre un bloque de pizarra: "La Verde", tal vez testimonio de un enterramiento privilegiado o un crucero más -muy modesto, eso sí- de los muchos que jalonan los lugares de culto de la comarca.



Hueco dejado por la armadura morisca

Armadura ochavada instalada en el Parador de Turismo de Benavente

Desde el siglo XV el santuario sirvió de panteón para una rama familiar de los Pimentel, señores de Benavente. La capilla funeraria fue erigida por Juan Rodríguez Pimentel, muerto en 1443 e hijo del I conde, Juan Alfonso Pimentel, y Teresa Álvarez de la Somoza. Originalmente se encontraba en el lado de la Epístola del templo, y constaba al menos de tres sarcófagos esculpidos en piedra, exponentes de la mejor escultura funeraria de finales del gótico. La identificación de los fundadores del panteón y la reconstrucción de su árbol genealógico han sido desvelados recientemente por Manuel Fernández del Hoyo.

Los sepulcros monumentales se atribuyen al maestro responsable del enterramiento de Don Diego Anaya, obispo de Salamanca y arzobispo de Sevilla, fallecido en 1437. Los tres sarcófagos fueron trasladados seguramente con las reformas del siglo XVIII, y empotrados en el muro sur de la nave de la iglesia, guarnecidos bajos sus correspondientes arcosolios.

El comienzo del ocaso de esta fundación arranca con la Desamortización de 1835, que finiquita sus propiedades, rentas y derechos, y pone fin a la vida cenobítica. Fue suprimido en marzo de 1836. En el inventario de bienes de 30 de abril de 1836 se dice que su biblioteca contaba entonces con "340 libros viejos despreciables sin forro los más".

A partir de entonces, las dependencias monásticas fueron presa fácil de la ruina y la desolación, reducidas hoy a algunos paredones al norte del santuario a punto de sucumbir definitivamente. Aún así, en la iglesia se continuaron celebrando los oficios religiosos y las romerías anuales hasta bien avanzado el siglo XX. Sin embargo, el abandono y el deterioro de los edificios monacales acabó arrastrando al templo, sin que se pusiera remedio alguno para evitarlo.

En 1963, ante la amenaza de ruina, se trasladaron las tres urnas funerarias de los miembros del linaje Pimentel al Museo de los Caminos de Astorga. A principios de los años setenta se desmontó la armadura morisca que cubría el presbiterio. La pieza fue comprada por el Ministerio de Información y Turismo al obispado de Astorga por 700.000 pesetas de las de entonces, e instalada, con alguna adaptación traumática, en el Torreón del Caracol de Benavente. Sirvió así de postrero ornato al nuevo Parador de Turismo, inaugurado el 8 de mayo de 1972.

El santuario de San Román del Valle acoge durante el segundo Domingo de Mayo la romería en honor a la Virgen del Valle, a la que acudían solemnemente con sus pendones los siete municipios zamoranos de San Román, Villabrázaro, Paladinos, La Torre, Pobladura, Maire y Fresno y los leoneses de San Adrián y Audanzas. Los devotos de estas localidades formaron desde tiempo ignoto una cofradía que algunas ocasiones se reunió también en la ermita del Santo Cristo de la Torre del Valle.

También el Concejo de Benavente participaba de estas celebraciones. En 1505 ordena la asistencia a la fiesta del monasterio de Santa María del Valle y se convoca a los pueblos para que procesionalmente asistan a la fiesta del Corpus.

El 29 de junio de 1983 se incoa el expediente para la declaración del monumento como BIC (Bien de Interés de Cultural). 25 años después, a pesar de las gestiones hechas desde diversas instancias, el expediente sigue durmiendo el "Sueño de los Justos". En cambio, para la suerte de estas vetustas ruinas el sueño ha tornado en pesadilla.

















domingo, 23 de noviembre de 2008

Por tierras del Condado - Una breve historia de Mózar de Valverde (Zamora)

Iglesia de San Julián de Mózar de Valverde

La pequeña población de Mózar se encuentra situada sobre una ladera, en las inmediaciones de la confluencia de los arroyos Castrón y Almucera con el río Tera. Es la primera localidad que lleva el apellido de Valverde, pues vigila precisamente el acceso del valle desde la orilla izquierda del río. En las cercanías del emplazamiento de su famoso puente hubo anteriormente una barca y seguramente un vado, paso natural desde el valle de Valverde hacia las fértiles vegas del Órbigo y Esla, así como el camino tradicional hacia Benavente y Sanabria.

Del puente hay constancia al menos desde el siglo XV, pues en el Libro de Cuentas del Concejo de Benavente, correspondiente a 1461, se consignan "los mrs. que gastó el mayordomo de Socastro por mandado del Juez e regidores de çierto reparo que avía menester las puentes de Móçar e Santa Cristina". Dominando este punto estratégico se encontraba desde la Prehistoria el cerro o castro de La Magdalena, máxima altura de toda la zona, con 773 metros, y con un amplio dominio visual sobre los Valles de Benavente.
Desde el punto de vista administrativo Mózar es actualmente una pedanía de Villanázar, que junto con Vecilla de Trasmonte forman las tres entidades locales del municipio. La superficie del término municipal abarca unos 18 km2., con una población total según el Padrón de 2007 de 344 habitantes.
En las Respuestas Generales del Catastro de la Ensenada encontramos ya una primera descripción pormenorizada de los límites de Mózar a mediados del siglo XVIII:

"A la primera pregunta dijeron que este lugar se llama él de Mózar, tierra de la villa de Benavente. A la segunda dijeron es de señorío, pertenece al Conde de Benavente, percibe como tal el Pedido de Marzo [...] A la tercera dijeron que a su parecer ocupa el término de este lugar de Levante a Poniente un cuarto de legua, del Norte al Sur cuarto y medio, y en su circunferencia legua y media, con regulación de hora por legua, y que sus confrontaciones son al Levante con el monte que llaman de la Cervilla, al Poniente con monte que llaman de Melucanes, al Sur con el de Socastro y al Norte con raya de Villanázar".

La primera mención documental de Mózar se sitúa en el siglo XI. En 1044, doña Mayor y sus hijos Ero y Velasquita Bermudiz hacen donación al monasterio de San Pedro de Zamudia y a su abadesa Mansuara de toda su heredad existente en Villa de Nazar (Villanázar), junto al arroyo Almozara (Almucera), entre los términos de Villaofín y Mózar, con todas sus tierras, viñas, prados, montes, fuentes, pastos, molinos, pesqueras y más pertenencias. Villaofín era el nombre de un despoblado junto a Vecilla de Trasmonte y el monte de La Cervilla.

Vista sur de la iglesia

El arroyo de la Almucera, a su paso por Mózar

Panorámica desde el castro de La Magdalena

En 1077 tenemos noticias del Castro de Mózar que debe identificarse con el cerro de la Magdalena. Parece ser que este enclave fortificado, con antecedentes prehistóricos y romanos, jerarquizaba en los siglos XI y XII el curso final de la Riba de Tera, cerca ya de su desembocadura en el río Esla. Su área de influencia incluía varias aldeas, entre ellas Villanázar, y tenía por uno de sus principales referentes Sub Castro o Socastro, población asentada en la ladera del cerro, al pie de la raya divisoria entre Mózar y Milles de la Polvorosa. Otros documentos posteriores aluden a Mózar durante los siglos XI y XII, si bien las menciones al castro van disminuyendo hasta desaparecer en la segunda mitad de esta última centuria. En 1434 Socastro figura como uno de los despoblados del Condado de Benavente, según se consigna en el Libro Becerro de Rodrigo Alfonso Pimentel, II conde de Benavente (1420-1440).

La investigación arqueológica de este yacimiento ha puesto de manifiesto la reocupación del recinto amurallado castreño en época medieval. Igualmente, indicios de un asentamiento romano bajoimperial y, tal vez, de una necrópolis asociada se vislumbran en el pago de la Torre del Moro, justo en el acceso al cerro. 

Con la creación del concejo de Benavente, a mediados del siglo XII, Mózar pasó a integrarse en el alfoz de la villa, dentro del conjunto de aldeas de la Merindad de Riba de Tera. Su posesión fue después objeto de disputas y negociaciones dentro de la familia Pimentel, titulares del condado desde 1398. En 1504 se formalizaba una escritura de concierto entre Alonso Pimentel, V Conde de Benavente, y Juan Pimentel, I Señor de Allariz, su tío, por la que el conde cedía Puebla de Sanabria, Viana, Socastro, Milles y Mózar a Juan vitaliciamente, mientras que éste nombraba a Alfonso su heredero en Allariz, Milmanda, El Bollo y Aguiar. 

Su iglesia parroquial está dedicada a San Julián desde antiguo. El templo presenta una sola nave techada de madera y espadaña a los pies. El cuerpo del edificio se prolonga por un profundo presbiterio de cabecera recta cubierto con cúpula. El arco que distribuye ambos ambientes es de sólida cantería, aunque carente de cualquier ornamentación. Mózar rinde homenaje a San Julián, el 28 de enero, y a Santa María Magdalena, el 22 de julio.

En el exterior de la iglesia existe un interesante epígrafe del siglo XIII, vestigio de la consagración de un templo anterior de oscuros orígenes. Se trata de un sillar de arenisca empotrado en el muro sur del templo, en el acceso a su entrada principal. La pieza, de forma rectangular (490 x 540 mm.), presenta diversos desperfectos que dificultan notablemente su lectura. Está rota en el margen inferior izquierdo, y en su parte central se han desprendido algunas lascas de forma que varias letras se han perdido. Las pautas son de 50 mms., con 5 mms. de separación entre la doble línea. La letra es una pregótica de 45 mms.

Según Maximino Gutiérrez Álvarez su lectura incompleta, una vez resueltas las abreviaturas, sería la siguiente:

IIII IDUS MADII SUB
ERA M CC L IIII CONSECRAVIT
DOMINUS PETRUS, IIII EPISCOPUS ASTORICENSIS, EC
CLESIAE HIC AD HON[O]RE[M...] NI ET SUNT IBI RE
CONDITE SUNT (SIC) SUA[...] AS BEATI PAULI
[...] OI ET SANCTARUM AGATE, CECILIE ET CO
[...] SANCTUS PETRUS [...] SANCTI. ORATE PRO EO.

Una traducción del texto podría ser:

El 12 de mayo del año 1216, don Pedro IV, obispo de Astorga, consagró esta iglesia en honor de [...] y están aquí guardadas sus reliquias y las de San Pablo [...] y de las santas Ágata, Cecilia y Co[...] San Pedro [...] santos. Orad por él.

En la ribera del río Tera encontramos uno de los pocos molinos harineros que se han mantenido en servicio hasta tiempos recientes en la comarca. El ingenio hidráulico contaba originalmente con cuatro ruedas y pertenecía a mediados del siglo XVIII a la capellanía de San Antonio de Pádua, sita en la iglesia del lugar de Villanázar, de que era capellán don Ángel Fernández, presbítero vecino de la aldea. La utilidad del mismo se establecía entonces anualmente en treinta y cinco cargas de pan. A esta época debe corresponder un bajo relieve con tres cruces sobre peanas existente en la jamba derecha de su puerta de acceso.

El edificio que ha llegado hasta nuestros días alberga, en realidad, cinco piedras, cuatro de grano y una de linaza, y está dotado de cinco canales hoy sellados. Durante el siglo XIX debió pasar por diferentes propietarios particulares. A principios del siglo XX estaba en manos del conocido industrial benaventano Felipe González, y después de su hija Soledad González "Solita". Su último molinero, Noé Pérez Casado, compró el ingenio en 1946 a tres particulares y hasta su fallecimiento mantuvo en funcionamiento una sola piedra movida por un generador eléctrico.

La población de Mózar ascendía a mediados del siglo XVIII a 22 vecinos, incluido el párroco, cifra que aumentó solamente a 23 vecinos y 92 almas un siglo después, según se recoge en el Censo de 1842. La integración en el municipio de Villanázar debió producirse entre esta última fecha y 1857, pues desde entonces desaparece de los censos. En la actualidad el vecindario está en torno a los 147 habitantes.

Epígrafe de consagración de la iglesia de Mózar de Valverde (Siglo XIII)

Antiguo letrero indicativo en Mózar de Valverde

lunes, 10 de noviembre de 2008

El Puente de Deustamben - La red viaria romana y medieval en los Valles de Benavente

Nicasio Rodríguez Durán, descubridor del miliario de Milles de la Polvorosa (Zamora), en el año 1985

Son ciertamente numerosos los testimonios que hablan de la existencia de un puente antiguo cercano a la confluencia de los ríos Órbigo y Esla, en el lugar conocido como El Priorato, término municipal de Milles de la Polvorosa. El descubrimiento en 1985 de un miliario romano por el aficionado a la arqueología Nicasio Rodríguez Durán, precisamente en este lugar, dio lugar a la publicación de varios estudios, entre otros los Vidal Aguado Seisdedos y José Antonio Abásolo, centrados en intentar recomponer la red viaria romana en la región y la ubicación de las distintas mansiones de los itinerarios conocidos según las fuentes clásicas.

El monolito, actualmente en el Museo de Zamora, fue erigido en época de Nerón (54 68 d.C.), concretamente en el año 58 d.C. Recientemente se ha instalado una réplica del mismo, bastante afortunada, por cierto, en la Plaza Mayor de Milles. Traducido al castellano el epígrafe reza:
"Nerón Claudio, hijo de Claudio divinizado, nieto de Germánico César, biznieto de Tiberio César Augusto, tataranieto de Augusto Divinizado, César Augusto, vencedor de los germanos, gran pontífice, titular de su cuarta potestad tribunicia, triunfador por cuarta vez, cónsul por tercera vez, padre de la patria".

En la última línea se señala la distancia desde este punto del río Esla, entonces Astura, a Emerita Augusta (Mérida), la capital de la provincia de la Lusitania: CCLIX millas romanas, o lo que es lo mismo, 383 kilómetros. Es precisamente bajo Nerón cuando se acomete una importante remodelación global sobre la llamada Vía de la Plata. Se realizó entre los años 57 y 59 y debió tener una gran trascendencia, pues se conservan de este momento varias piezas miliarias. El ejemplar de Milles es precisamente el único que evoca un trayecto unitario de esta vía, ya que las millas expresadas se corresponden exactamente con las que distan desde la cabeza de ruta: Emerita.

Algunos esclarecedores testimonios in situ fueron recogidos por Virgilio Sevillano que, aunque no llega a identificar el lugar con el puente de Deustamben, recoge las valiosas informaciones de un vecino de Milles de la Polvorosa que aseguraba haber visto sus pilares saliendo bastante de las aguas del río cuando éste se hallaba en su nivel normal y aún durante las avenidas. También interesante es la alusión a un barquero, que este vecino había conocido, que se dedicaba a arrancar las piedras labradas y bien escuadradas de los sillares del puente para vendérselas a los vecinos de Milles y de Arcos de la Polvorosa.

El nombre de Puente de Deustamben evoca cierto personaje relevante conocido en los documentos como Petrus Deustamben, o Pedro de Dios en su versión castellana, arquitecto de posible origen leonés que participó activamente en las obras de la colegiata románica de San Isidoro de León, donde fue enterrado. Los datos que poseemos sobre la vida de Pedro de Dios son escasos y proceden, en su mayor parte, del epitafio de su sepultura. Parece haber sido un personaje a quien se le atribuyeron especiales virtudes espirituales y, tal vez, poderes taumatúrgicos, como ocurrió con otros constructores de puentes y reparadores de caminos como Santo Domingo de la Calzada.

En el Diccionario de Miñano encontramos una entrada muy interesante sobre este pago, pues nos informa de la celebración de un mercado semanal a principios del siglo XIX: "Priorato del Puente. Lugar eclesiástico de España, provincia de Valladolid. A. P., 2 vecinos, no habitado. Situado a la inmediación de los ríos Castrogonzalo (sic) y Órbigo, reunidos a un cuarto de legua del Esla. Confina con los pueblos de Arcos y Milles de la Polvorosas, y con Villabeza del agua. Este priorato es exento con su término redondo, y constaba de parroquia y jurisdicción ordinaria del ilustre abad de Benevívere, que tiene la prorrogativa de conferir todos los prioratos y administraciones como los antiguos abades perpetuos. Se celebra en él un mercado todos los lunes del año. Produce lino y centeno. Dista media legua N. de la Puebla".

Respecto a nuestro puente, el corresponsal de Madoz, a mediados del siglo XIX, ya se ocupa con cierta amplitud al hablar de Arcos de la Polvorosa. Y sobre el Esla, dice, se descubren cimientos de un puente de piedra que demuestran haber sido magnífico; comprende los despoblados de Subcastro, Cejinas y Velilla; el caserío y coto redondo del priorato de Nuestra Señora del Puente, cuyo convento de religiosos, anterior a la existencia del pueblo, está destruido".

Gómez Moreno es el primer autor que relaciona el lugar y los escasos restos de la construcción con el Puente de Deustamben. Analizando los posibles trazados de la Vía de la Plata en época romana por esta zona admite la posibilidad de que el cruce del Esla pudiera haberse realizado junto a la confluencia con el río Órbigo.

El sepulcro era una cista de piedra con tapa llana, colocada originalmente en el ángulo suroeste de la iglesia. La tapa fue partida y el enterramiento violentado durante la invasión napoleónica, como ocurrió con la mayor parte de las tumbas reales de la cripta de San Isidoro. El sepulcro fue decorado con un interesante grupo de figuras. Se reconoce al yacente incensado por dos ángeles, así como un largo epitafio, que comienza en el chaflán del borde y termina debajo de la escena.

La lectura ofrecida en su momento por Gómez Moreno fue la siguiente:

“Hi qiescit servus Dei Petrus Deus tam ben qui super edificavit ecclesiam / hanc. Iste fundavit pontem qui dicitur de Deus tamben et quia erat [v]ir mire / absti[nen]cie et multis [flo]rebat mir[a]cul? Deus eu laudibus predicabat / Sepultus est hic ab inperatore Adefonso e Sancia Regina”.

Aunque el sepulcro del arquitecto carece de fecha, en el epitafio se afirma, como hemos visto, que fue enterrado allí por orden del Emperador y de la reina doña Sancha. Este emperador no es otro que Alfonso VII, rey de Castilla y León, que ocupó el trono entre 1126 y 1157. No se puede afirmar de forma concluyente que Pedro Dios también viviera en esta época. Cabe la posibilidad de que lo que hiciera el rey fuera simplemente trasladar su sepultura al templo isidoriano. No obstante, los estudiosos del templo isidoriano han considerado comúnmente a Pedro Deustamben como responsable de la última fase del templo románico, obras que podrían haberse iniciado en época de la reina doña Urraca y terminarían en el año 1149, durante el reinado de Alfonso VII.

Hay algunos autores que llegan más lejos y vinculan la obra constructiva de San Isidoro de León con la de Santa Marta de Tera (Zamora). Son ciertamente significativas determinadas soluciones constructivas, las portadas y los programas iconográficos de ambos edificios. En base a estos paralelismos se ha supuesto que tal vez el mismo arquitecto participó en ambos proyectos, pero todo ello no pasa de ser una mera especulación sugerente, eso así, carente de cualquier refrendo documental.

En un privilegio de Fernando II de 1166 se describe ya una población estable situada junto al puente, que recibe el nombre de “Ponti de Deus tam bene”. Sus habitantes, los “homines” del Puente, obtienen diversas exenciones fiscales de manos de Fernando II: rauso, homicidio, fonsado y pedido. Además, el monarca acota el lugar, quedando exento de “omni voce et regio foro”, de forma que a partir de entonces los vecinos solamente quedan obligados a satisfacer las prestaciones que exija el señor del lugar.

En 1196 se escritura una donación que aporta ya datos sumamente interesantes. En primer lugar, podemos identificar a los propietarios del puente, que hacen entrega del mismo la abadía de Benevívere (Palencia). Los donantes son un grupo de personas entre los cuales existen lazos de parentesco, lo cual parece indicar que se trata de los herederos de los primeros propietarios. Entre ellos se menciona a Gutierre Muñoz, que podría tener alguna relación familiar con Velasco Muñoz, que aparece en un documento de 1140 como poseedor de bienes en Arcos de la Polvorosa. Otros datos complementarios informan sobre los territorios dependientes y las características de la fundación. El esquema de este pequeño burgo responde, en realidad, al modelo repetido en muchas poblaciones del Camino de Santiago, esto es la trilogía puente, iglesia y hospital.

En el siglo XIV los datos que tenemos apuntan a que el puente ha dejado de utilizarse, si bien continúa su recuerdo y el de su fundador o constructor. Se documenta ahora una barca, objeto de frecuentes disputas y pleitos entre los monjes del Priorato (dependiente de Benevívere) y el Concejo de Benavente.
Resulta razonable pensar que el Puente de Deustamben tuvo un antecedente o predecesor en época romana. Esto explicaría el hallazgo del miliario en El Priorato. Más problemático parece determinar hasta que época estuvo en uso este puente, antes de que el arquitecto Pedro de Deustamben acometiera su reconstrucción, reforma, o simplemente construyera un puente nuevo.

Una posibilidad, ciertamente no desdeñable, sería que el paso de río Esla se hizo por aquí de forma ininterrumpida desde los tiempos romanos hasta que a finales del siglo XI o principios del siglo XII Pedro de Dios “fundavit pontem qui dicitur de Deustamben”.

Con la separación de los reinos de León y Castilla, a partir de 1157, este emplazamiento se convirtió en uno de los puntos estratégicos del reino leonés. Viniendo desde el Sur serviría de comunicación hacia Astorga, León, Oviedo y también hacia Sanabria y Galicia, enlazando con el Camino de Santiago. En sentido contrario era un lugar de paso obligado hacia la llamada Extremadura Leonesa.

¿Qué factores explican la decadencia y posterior abandono del puente? En este sentido creemos que hay que tener en cuenta factores de tipo material y otros de carácter estratégico.

Por una parte, es conocido que tanto el Esla como el Órbigo en este tramo son proclives a las inundaciones como consecuencia de las crecidas. Actualmente, con la construcción de varios embalses y las obras de encauzamiento, este peligro se ha disminuido notablemente, pero en épocas antiguas el desbordamiento de los ríos era frecuente con consecuencias a veces trágicas.

En cuanto a los motivos estratégicos creemos que tienen que ver con lo cambios en la organización del espacio que se producen en esta zona. En este sentido podemos decir que no es casualidad que la decadencia y abandono del Puente de Deustamben fueran paralelos al auge experimentado por el puente de El Portazgo en Castrogonzalo, denominado en las fuentes más antiguas como Puente de Santa Marina.

A estas transformaciones no debió ser ajena la repoblación de Benavente en 1164 por Fernando II. El alfoz que le fue asignado al nuevo concejo incluía una serie de territorios situados en la margen izquierda del Esla, lo que más tarde se denominaría Merindad de Allende el Río. La comunicación de las aldeas de esta zona con la villa de Benavente se convirtió así en algo fundamental, no sólo desde el punto de vista político o administrativo, sino también económico.

En esta época el paso del Esla se realizaba a través de las distintas barcas que existían en los puertos del río y mediante los puentes de Deustamben y Castrogonzalo. El de Castrogonzalo, que comienza a documentarse a principios del siglo XIII, ofrecía evidentes ventajas ya que permitía llegar a Benavente directamente sin tener que atravesar el Órbigo y era, además, un lugar de realengo, a diferencia del puente de Deustamben que formaba parte del dominio del Priorato. Prueba evidente de la prosperidad de la que gozaba el puente de Castrogonzalo son las noticias de la celebración de una feria en él a principios del siglo XIII.

Caserío de la finca de El Priorato

Sillar procedente del Puente de Deustamben

Réplica del miliario del Priorato en Milles de la Polvorosa

Réplica del miliario del Priorato en Milles de la Polvorosa

San Isidoro de León

Sepulcro de Petrus Deustamben en San Isidoro de León

Panorámica desde el Castro de la Magdalena 

Véase también el siguiente artículo del autor disponible en PDF: