El monasterio de Sancti Spíritus de Benavente estuvo situado en el ángulo noroeste del recinto murado de la ciudad, en la parroquia o colación de San Martín y dando su espalda a la calle de la antigua Judería (hoy calle La Sinoga). En la actualidad el callejero recuerda su nombre en la vía que acogía su fachada principal. Sobre sus solares se levantaron diversos edificios (entre ellos el del cine Coliseum), y se abrieron nuevas calles. Su desaparición fue ya tardía, pues sobrevivió a la ocupación francesa y las desamortizaciones, y no se extinguió definitivamente hasta los años cuarenta del siglo XX. A pesar de ello, no se conocen apenas testimonios gráficos, lo cual es explicable por la pobreza e insignificancia de su fábrica.
Panorámica del retablo mayor de Marmolejo [Foto Parroquia de Marmolejo] |
La historia de este monasterio es muy poco conocida, al haberse perdido la mayor parte de la documentación medieval de su archivo. No obstante, en la sección Clero del Archivo Histórico Nacional se conservan algunas carpetas con diplomas que arrancan del siglo XV.
Las líneas generales de sus orígenes y fundación fueron trazadas en su momento por Juan López, obispo de Monopoli, en su "Tercera parte de la Historia General de la Orden de Sancto Domingo y su Orden de Predicadores", Valladolid, 1613. De esta fuente bebió, sin duda, Ledo del Pozo, y todos aquellos que se han ocupado de desgranar su trayectoria.
Según este autor, en un principio existió un monasterio bajo la advocación de San Pedro Mártir, de cuya existencia hay constancia desde mediados del siglo XIV. A esta casa donó el 27 de diciembre de 1348 María Martínez, viuda de Fernán Rodríguez, cierta hacienda a través de su hija Catalina Fernández, monja en San Pedro Mártir.
Sólo dos años después ya encontramos la denominación de Sancti Spíritus. El 26 de junio de 1350 el monasterio de Santo Domingo de Benavente entregaba una casa y un horno que tenían los frailes en la calle de San Martín para que la incorporaran como su casa, con condición que mientras viviera Berenguela Pérez, que les había dado otro horno, las monjas amasaran y cocieran el pan que tuvieran necesidad. Ledo del Pozo lleva este diploma al año 1354.
Imagen de Santo Domingo de Guzmán [Foto Pedro Solís Agudo] |
Una de las moradoras más ilustres de este monasterio benaventano fue doña Leonor, hija de don Sancho de Castilla, y nieta de Alfonso XI. Su hermana, la reina de igual nombre, fue esposa de Fernando el de Antequera, y condesa Alburquerque. Leonor debió llegar a Benavente hacia 1394, ingresando, tal vez, para lavar las culpas de una juventud relajada. Algunas fuentes le atribuyen un romance con el duque de Benavente, don Fadrique. Salazar cree además, que esta doña Leonor fue esposa de Día Sánchez de Rojas, señor de Monzón, a quien mandó asesinar don Fadrique por sus criados en 1393. De Benavente pasó doña Leonor, como priora, al monasterio de Sancti Spíritus de Toro. En el Becerro del convento toresano se dice que falleció en 1444, siendo enterrada en el coro, en una modesta tumba de azulejos de Cuenca.
Los condes de Benavente contribuyeron también a mejorar su fábrica, erigiendo una nueva iglesia con su coro, reparando los daños existentes y haciendo tomar el hábito a algunas jóvenes de su familia.
Cuando Gómez Moreno visitó Sancti Spíritus en 1902-1903 lo único que llamó su atención de su "moderna" capilla fue un sepulcro de arenisca, pieza que atribuyó a doña Leonor de Castilla. A la vista de los datos conocidos es más probable que el enterramiento se corresponda con otra monja o dama destacada, tal vez la propia Constanza Felípez. El monumento funerario, hoy en paradero desconocido, habría sido labrado a finales del siglo XIV o principios del XV. Era obra tosca y deteriorada. Representaba "la imagen yacente de una monja, con una mano sobre la otra y abultadísimo hábito, asomando las suelas de sus zapatos entre las ondulaciones múltiples del ropaje. La urna tiene en su frente largo un relieve destrozado en parte, con la difunta en su lecho mortuorio y frailes dominicos en torno; a la cabecera efígiase el Calvario, y a los pies dos ángeles llevando el alma de la finada, como niño desnudo sobre una sábana. Estuvo pintado y así también su letrero, no muy antiguo e ilegible".
Cuando Gómez Moreno visitó Sancti Spíritus en 1902-1903 lo único que llamó su atención de su "moderna" capilla fue un sepulcro de arenisca, pieza que atribuyó a doña Leonor de Castilla. A la vista de los datos conocidos es más probable que el enterramiento se corresponda con otra monja o dama destacada, tal vez la propia Constanza Felípez. El monumento funerario, hoy en paradero desconocido, habría sido labrado a finales del siglo XIV o principios del XV. Era obra tosca y deteriorada. Representaba "la imagen yacente de una monja, con una mano sobre la otra y abultadísimo hábito, asomando las suelas de sus zapatos entre las ondulaciones múltiples del ropaje. La urna tiene en su frente largo un relieve destrozado en parte, con la difunta en su lecho mortuorio y frailes dominicos en torno; a la cabecera efígiase el Calvario, y a los pies dos ángeles llevando el alma de la finada, como niño desnudo sobre una sábana. Estuvo pintado y así también su letrero, no muy antiguo e ilegible".
Virgen del Rosario [Foto Pedro Solís Agudo] |
José Almoína Mateos advertía en los años treinta que del antiguo edificio sólo se conservaba una parte, pues el Convento sufrió un incendio que lo destruyó y además quemó su archivo. Tanto la iglesia como la espadaña de ladrillo eran construcciones recientes. De lo antiguo "conserva el patio con sabor de zaguán de parador castellano, una de las alas de la vieja clausura y un mirador que encelosó por su cuenta Sor María Rafaela de los Dolores y Patrocinio Quiroga Caopardo, que estos eran los nombres de la célebre "Monja de las llagas" que aquí estuvo desterrada desde el 16 de septiembre de 1855 hasta los primeros días del año 1856".
En el año 1942 el monasterio fue declarado ruinoso. Los edificios conventuales se enajenaron y la comunidad abandonó definitivamente Benavente el 14 de septiembre de 1947. La mayor parte de las hermanas fueron a parar en un primer momento al convento de las Dominicas del Corpus Christi de Valladolid, mientras que otras acabaron recalando en los monasterios de Nuestra Señora de la Piedad de Palencia y Santo Domingo el Real de Toledo.
Del sepulcro descrito por Gómez Moreno no se ha vuelto a tener noticia. Mejor suerte corrieron dos retablos barrocos que adornaban la capilla monástica. Ambos fueron adquiridos por la parroquia de Nuestra Señora de la Paz de Marmolejo (Jaén), donde hoy en día se encuentran. Este templo andaluz había perdido sus tallas y retablos durante la Guerra Civil, por lo que en los años siguientes se hicieron importantes adquisiciones de mobiliario y ajuares litúrgicos.
El retablo que preside el presbiterio alberga la imagen de la Virgen del Rosario, tal y como lo hacía en el viejo convento de Sancti Spíritus. Los marmolejeños reconvirtieron esta interesante talla en Virgen de la Paz, añadiéndole una paloma blanca sostenida por el Niño, pues la imagen original de la parroquia había sido destruida. Esta peculiar situación se mantuvo hasta el año 2003. Pero la policromía de la túnica y el manto en rojo y azul revelan inequívocamente su advocación del Rosario. Adquirida una nueva imagen de la Virgen de la Paz, se decidió que la anterior -la original del retablo- continuara presidiéndolo como durante siglos lo hizo y la nueva se colocó en su propio retablo. La presencia de Santo Domingo de Guzmán, Santa Catalina de Siena y Santa Rosa de Lima en la imaginería de las calles laterales delata su pertenencia originaria a una casa de la Orden de los Predicadores. Preside el ático un relieve con el conocido asunto de la recepción del Rosario por Santo Domingo.
Del sepulcro descrito por Gómez Moreno no se ha vuelto a tener noticia. Mejor suerte corrieron dos retablos barrocos que adornaban la capilla monástica. Ambos fueron adquiridos por la parroquia de Nuestra Señora de la Paz de Marmolejo (Jaén), donde hoy en día se encuentran. Este templo andaluz había perdido sus tallas y retablos durante la Guerra Civil, por lo que en los años siguientes se hicieron importantes adquisiciones de mobiliario y ajuares litúrgicos.
El retablo que preside el presbiterio alberga la imagen de la Virgen del Rosario, tal y como lo hacía en el viejo convento de Sancti Spíritus. Los marmolejeños reconvirtieron esta interesante talla en Virgen de la Paz, añadiéndole una paloma blanca sostenida por el Niño, pues la imagen original de la parroquia había sido destruida. Esta peculiar situación se mantuvo hasta el año 2003. Pero la policromía de la túnica y el manto en rojo y azul revelan inequívocamente su advocación del Rosario. Adquirida una nueva imagen de la Virgen de la Paz, se decidió que la anterior -la original del retablo- continuara presidiéndolo como durante siglos lo hizo y la nueva se colocó en su propio retablo. La presencia de Santo Domingo de Guzmán, Santa Catalina de Siena y Santa Rosa de Lima en la imaginería de las calles laterales delata su pertenencia originaria a una casa de la Orden de los Predicadores. Preside el ático un relieve con el conocido asunto de la recepción del Rosario por Santo Domingo.
El segundo retablo, mucho más pequeño y modesto, aloja la imagen de San Julián, patrón de Marmolejo. Está situado en el brazo derecho del crucero mirando al altar.
Interesantes noticias sobre la compra de ambas piezas y su posterior traslado dejó escritas Don Manuel Maroto Castro, párroco de dicha villa entre 1945 y 1956:
"La Providencia me deparó la ocasión de enterarme de que dos señores arquitectos de Madrid habían comprado en Benavente, provincia de Zamora, un convento de monjas dominicas, para demolerlo por encontrarse en ruinas, y que vendían dos magníficos retablos barrocos del siglo XVII que estaban instalados en la iglesia de dicho Convento. Indagué las señas de los arquitectos, hablé con ellos por teléfono, me trasladé a Madrid, y, con ellos, viajamos en coche a Benavente y, al verlos y apreciar su valía, me comprometí a adquirirlos. Respaldado por los señores que componían la Junta Parroquial: D. Julio Vizcaíno, D. Alfonso Sánchez, D. Andrés Pastor, D. Manuel Agudo, D. Isidro Moreno, D. Carlos Ortí, D. Pedro Pastor y, el entonces alcalde D. Francisco Rivillas, firmé el contrato en trescientas mil pesetas pagaderas en varios largos plazos. Por supuesto que en ese precio iba incluido, el desmontarlos, trasladarlos e instalarlos en nuestra Parroquia. Hubo comentarios de aplauso pero también de temor por el riesgo en el pago que, gracias a Dios, no lo hubo. Así de sencillo fue todo y, una vez más, se confirmó que "el que a Dios busca, a Dios halla".
Detalle del ático del retablo principal [Foto Pedro Solís Agudo] |
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