En vista de lo infructuoso del intento decidí entonces probar fortuna y llegar hasta el pie mismo del Torreón. Recordé entonces aquellos grabados, litografías, viejas postales, fotografías antiguas, reportajes de bodas, comuniones, fotos de grupo, recuerdos familiares y sentimentales propios y ajenos. No se podría calcular el número de instantáneas, firmadas tanto por profesionales como por aficionados, que durante la pasada centuria eligieron el viejo Torreón como paisaje para sus figuras. Entonces la perspectiva era perfecta si se sabía aprovechar el sol de la mañana. Un desahogado descampado precedía a la noble ruina y, además, desviando ligeramente el objetivo hacia Poniente se obtenía una hermosa panorámica de los molinos de Sorribas y la fértil vega del Órbigo.
Panorámica actual de la fachada sur del Torreón del Caracol |
Si la vista conjunta de Torreón y Parador acabó siendo, como hemos dicho, una empresa poco sugerente, acercarse a los cimientos del Torreón producirá un profundo desasosiego en más de uno. Lo que hace no muchos años era un ameno rincón, ahora parece una cárcel de alta seguridad. Una antiestética valla metálica, coronada de una desafiante alambrada, rodea todo el recinto.
La obra es reciente, pues el muro de piedra levantado como basamento tiene el cemento limpio y fresco. Un estrecho y agobiante pasillo (a un lado el muro y al otro el vacío sobre el canal del Órbigo) es el único paso abierto para seguir el sendero hacia los Cuestos. Sólo faltan las torretas y las garitas con los centinelas para estar perfectamente ambientados en Auschwitz, Dachau o Mauthausen, aunque sin saber muy bien si nos encontramos dentro o fuera de tan singular prisión. ¿La valla protege al Castillo de un posible asedio de los benaventanos o somos los paseantes autóctonos los defendidos frente a la invasión de los turistas?
No se acaban de entender las razones de tan evidente despropósito y atropello al patrimonio monumental. Aunque en la parte interior de la valla se adivinan unos plantones de cupresos, puestos con el fin evidente de disimular en un futuro el desaguisado, el aspecto desde el exterior no soporta la más benévola de las miradas. ¿Sobre qué argumentos de seguridad, privacidad o estética se ha podido levantar tal Muro de las Lamentaciones?
Tampoco sabe uno sobre quién hacer recaer el grueso de la responsabilidad de tamaño despropósito. Desde luego TURESPAÑA, organismo de la Administración General del Estado propietario del inmueble, ha realizado unas obras de ampliación del Parador entre los años 2001 y 2003 que en el aspecto externo han supuesto una "privatización" y ocultación de unos espacios arquitectónicos y de esparcimiento hasta entonces de libre acceso.
Ignoro también si la Comisión de Patrimonio de Zamora ha dado el visto bueno a este engendro, o si lo visto se ajusta al proyecto inicial de las actuaciones a realizar. La Dirección General de Patrimonio de la Junta de Castilla y León tendría también algo que decir al respecto, pues no olvidemos que estamos hablando de un Bien de Interés Cultural (BIC) desde el 3 de junio de 1931, de cuya gestión tiene todas las competencias.
El Ayuntamiento, como institución obligada a velar por el interés general, también debe entonar el mea culpa, por haber permitido que los benaventanos nos veamos privados de lo que siempre fue un espacio de uso público, y de profundas connotaciones sentimentales para varias de nuestras generaciones. En cualquier caso, ¿a qué viene tanto empeño en fortificar y sitiar el Torreón? ¿Por qué se valla y se impide el acceso desde el exterior? ¿Es qué no es posible regular un uso compartido de estos ambientes? A punto de cumplirse el II Centenario del incendio y destrucción de la Fortaleza-Palacio, es triste comprobar como el asedio a estos venerables muros no parece tener su punto y final.
Torreón del Castillo de Benavente en una postal de los año 60 |
Torreón y cuestos de la Mota, según fotografía de Pablo Testera |
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