El Quinto Luis Fernández González en 1946 |
La fiesta de los Quintos del año 1946 se celebró en Castrogonzalo (Zamora) el 17 de enero. En aquella época, la fecha correspondía invariablemente a la festividad de San Antón o San Antonio Abad, independientemente del día de la semana en que cayera. En este caso, fue un jueves, día de mercado en Benavente. La mañana amaneció muy fría, con los tejados parcialmente blancos por la helada y con fuertes rachas de viento. En alguna de las fotos que acompañan a este artículo vemos a las mujeres tapadas con toquillas y mantones. Por la noche se echó a nevar.
Tradicionalmente, los “Quintos” eran los jóvenes de una localidad que al cumplir la mayoría de edad eran llamados a hacer el servicio militar. Antes de ello, debían acudir a sus ayuntamientos respectivos para ser registrados, tallados y pasar el preceptivo reconocimiento médico. En muchos lugares de España en torno a esta práctica surgió una arraigada tradición festiva, que incluía diversas celebraciones. En el año 1946 había en Castrogonzalo siete Quintos que cumplían los 20 años reglamentarios:
Ángel Fernández Centeno
Luis Fernández González
Miguel Lupicinio García Gómez
Gabriel García Marbán
Felicísimo Gestoso Hernández
Argimiro Gestoso Mayor
Ceferino Iturriagagoitia Martínez
De estos siete mozos, Felicísimo Gestoso, que trabajaba como pastor en la próxima finca de Rubiales (Fuentes de Ropel), no participó en la fiesta. Por su parte, Ceferino Iturriagagoitia no corrió las cintas, aunque sí estuvo en el resto de las celebraciones. Por último, hubo otro mozo originario de Villafáfila que a última hora fue invitado a correr las cintas.
La misa tuvo lugar a las 12:00 en la desaparecida iglesia del Barrio de Abajo: Santo Tomás. Era la única parroquia existente, pues la otra iglesia de San Miguel estaba cerrada al culto desde hacía tiempo. Castrogonzalo pertenecía entonces a la diócesis de Astorga, al igual que Castropepe, Villafáfila y algún otro pueblo de la zona de Campos. El párroco oficiante fue don Crescenciano Gutiérrez Gómez, originario de Villarrín de Campos. Había obtenido la provisión del curato en 1916. Vivía, en compañía de su hermana Gregoria, en la Casa Rectoral del pueblo, propiedad del obispado. La parroquia contaba también con un sacristán: Rufino de la Huerga, quien también ejerció durante algún tiempo como secretario del Juzgado de la localidad.
La misa se celebraba según el rito preconciliar, es decir, anterior al Concilio Vaticano II. Se cantaba en latín y con el cura de espaldas a los fieles. Las mujeres debían acudir al templo portando el velo al entrar y los hombres con la cabeza descubierta. No había costumbre entonces de hacer la procesión con el santo por las calles del pueblo, ni había comitiva de autoridades o charangas. La talla de San Antón se bajaba de su pedestal y se colocaba, con sus andas correspondientes, en un lugar preferencial junto al altar de la iglesia. La misa fue pagada directamente por los Quintos, pues el Ayuntamiento no intervenía, ni en los preparativos ni en los gastos de esta fiesta. No ocurría lo mismo con las fiestas patronales de San Roque, en el mes de agosto, que se organizaban por el consistorio y contaban con su asignación presupuestaria. El alcalde en aquellos años era Emiliano Campo Pastor, a quien recuerda hoy el pueblo con una calle con su nombre: el antiguo Camino del Medio.
El traje de Quinto al uso era algo más simple que el actual. Los mozos vestían chaquetilla de paño negro, camisa blanca, pantalón corto de pana, “leggins” y botas o zapatos. No llevaban capa, ni sombrero. En algunos casos el traje se adornaba con un mantón de Manila enrollado en la cintura. Complemento indispensable era un punzón de madera, adornado con pequeñas tiras de colores, que se empleaba para sacar las cintas del cajón en la carrera.
Las cintas se anudaban directamente al cuello y no tenían, como ahora, dibujos o inscripciones. Lo habitual era hacerse con docena y media de cintas, que luego eran repartidas entre los familiares y las mozas del pueblo al finalizar la carrera. Era costumbre ir en comitiva el día antes de San Antón a Benavente a comprar las cintas, las anillas y los cohetes. En esta ocasión fueron los Quintos en un carro tirado por vacas y acompañados por algunas de las mozas del pueblo.
Los caballos pertenecían, en muchos casos, a las propias familias de los Quintos o eran prestados por vecinos o amigos. Los caballos se enjaezaban con espejos en los cabezales, trenzas, cintas en el rabo y otros adornos. En las monturas solían ponerse mantas o alfombras para amparar mejor al jinete en la carrera y evitar que saliera despedido en caso de renuncia o frenazo del animal.
El lugar de encuentro de los mozos con sus cabalgaduras fue la Plaza de Laguna, en el Barrio de Arriba. Esto ocurría a primera hora de la tarde, cuando el frío ya empezaba a apretar. Los cinco Quintos dieron un paseo a caballo a lo largo de la plaza, observados de cerca por los escasos vecinos que se atrevían a salir a la puerta. Como en muchos otros pueblos de la comarca, Castrogonzalo contaba en esas fechas con esta masa artificial de agua que servía de abrevadero para el ganado y las caballerías. A falta de una red de abastecimiento de aguas, la Laguna permitía contar con este recurso durante prácticamente todo el año, y evitaba tener que bajar al río para dar de beber a los animales. Precisamente, de este año 1946 es la publicación en el BOE del decreto de 28 de junio por el que se autorizaba al Ministro de Obras Públicas la celebración de la subasta de las "obras de abastecimiento de aguas" de la localidad, con un montante de 168.218 pesetas, a abonar en dos anualidades.
Contamos con una hermosa fotografía de la Laguna tomada por Dolores Fernández González en enero de 1945, coincidiendo con la fiesta de los Quintos del año anterior. En primer término, vemos el reflejo de la iglesia de San Miguel sobre la masa de agua helada, en un día de una gran nevada. Se aprecia también la casa, hoy ya derruida, donde la maestra doña Dolores, impartía clases particulares a los parvulitos antes de ir a la escuela del pueblo.
La carrera de cintas tenía lugar en el Camino del Pico Naval. Cuando la “hoja” de esa parte del pueblo estaba cultivada, se trasladaba la carrera, siguiendo este mismo camino, hacía al otro lado de la carretera de Palencia. Se ponían dos postes a ambos lados del camino para colgar el cajón con las cintas. El cajón se encargó aquel año a un carpintero local: Sinibaldo García, que era padre de unos de los Quintos: Miguel García. Su taller se encontraba en la entrada de la Calle del Florín, también conocida como Calle Larga. Al igual que hoy, una de las cintas era la del premio, pero no tenía ninguna característica o color especial. Simplemente, era elegida de común acuerdo entre las disponibles. El cajón no solía reutilizarse en los siguientes años, pues estaba extendida la costumbre entre los mozos de destruirlo al acabar la carrera.
Debido a las inclemencias del tiempo, llegó un momento en la carrera en la que los Quintos se quedaron literalmente solos. Los pocos vecinos y familiares que acudieron acabaron refugiándose junto a las paredes y tapias de las últimas casas del pueblo. Los mozos tuvieron que ponerse papeles de periódico dentro de sus ropas de gala para poder soportar las bajas temperaturas.
Las celebraciones fueron amenizadas por una charanga procedente de Abraveses de Tera. Estaba compuesta únicamente por dos músicos: uno tocaba la dulzaina y el otro acompañaba al tambor. Esta misma charanga ya había actuado el año anterior en la fiesta del Señor. Los mozos fueron unas semanas antes a la localidad de Villaveza del Agua, donde estaban tocando, para ajustar el precio durante los dos días de fiesta de los Quintos. Los “casados” de Castrogonzalo negociaron por su cuenta con los músicos un tercer día, en que debían tocar durante el baile de la tarde y la noche. Los bailes tenían lugar en la Plaza Mayor, y por la noche en el salón del bar de Victoriano. Por tanto, en total hubo tres días de celebraciones (17, 18 y 19 de enero de 1946).
De los siete Quintos mencionados en este artículo, solamente cuatro acabarían haciendo el servicio militar. El resto fue eximido después de alegar diferentes motivos. En el año 1946 la “quinta” era llamada a filas en el mes de marzo. A partir de entonces debían afrontar un largo servicio militar que se prolongaría durante dos años y medio, hasta el mes de septiembre de 1948.
Tradicionalmente, los “Quintos” eran los jóvenes de una localidad que al cumplir la mayoría de edad eran llamados a hacer el servicio militar. Antes de ello, debían acudir a sus ayuntamientos respectivos para ser registrados, tallados y pasar el preceptivo reconocimiento médico. En muchos lugares de España en torno a esta práctica surgió una arraigada tradición festiva, que incluía diversas celebraciones. En el año 1946 había en Castrogonzalo siete Quintos que cumplían los 20 años reglamentarios:
Ángel Fernández Centeno
Luis Fernández González
Miguel Lupicinio García Gómez
Gabriel García Marbán
Felicísimo Gestoso Hernández
Argimiro Gestoso Mayor
Ceferino Iturriagagoitia Martínez
De estos siete mozos, Felicísimo Gestoso, que trabajaba como pastor en la próxima finca de Rubiales (Fuentes de Ropel), no participó en la fiesta. Por su parte, Ceferino Iturriagagoitia no corrió las cintas, aunque sí estuvo en el resto de las celebraciones. Por último, hubo otro mozo originario de Villafáfila que a última hora fue invitado a correr las cintas.
La misa tuvo lugar a las 12:00 en la desaparecida iglesia del Barrio de Abajo: Santo Tomás. Era la única parroquia existente, pues la otra iglesia de San Miguel estaba cerrada al culto desde hacía tiempo. Castrogonzalo pertenecía entonces a la diócesis de Astorga, al igual que Castropepe, Villafáfila y algún otro pueblo de la zona de Campos. El párroco oficiante fue don Crescenciano Gutiérrez Gómez, originario de Villarrín de Campos. Había obtenido la provisión del curato en 1916. Vivía, en compañía de su hermana Gregoria, en la Casa Rectoral del pueblo, propiedad del obispado. La parroquia contaba también con un sacristán: Rufino de la Huerga, quien también ejerció durante algún tiempo como secretario del Juzgado de la localidad.
La misa se celebraba según el rito preconciliar, es decir, anterior al Concilio Vaticano II. Se cantaba en latín y con el cura de espaldas a los fieles. Las mujeres debían acudir al templo portando el velo al entrar y los hombres con la cabeza descubierta. No había costumbre entonces de hacer la procesión con el santo por las calles del pueblo, ni había comitiva de autoridades o charangas. La talla de San Antón se bajaba de su pedestal y se colocaba, con sus andas correspondientes, en un lugar preferencial junto al altar de la iglesia. La misa fue pagada directamente por los Quintos, pues el Ayuntamiento no intervenía, ni en los preparativos ni en los gastos de esta fiesta. No ocurría lo mismo con las fiestas patronales de San Roque, en el mes de agosto, que se organizaban por el consistorio y contaban con su asignación presupuestaria. El alcalde en aquellos años era Emiliano Campo Pastor, a quien recuerda hoy el pueblo con una calle con su nombre: el antiguo Camino del Medio.
El traje de Quinto al uso era algo más simple que el actual. Los mozos vestían chaquetilla de paño negro, camisa blanca, pantalón corto de pana, “leggins” y botas o zapatos. No llevaban capa, ni sombrero. En algunos casos el traje se adornaba con un mantón de Manila enrollado en la cintura. Complemento indispensable era un punzón de madera, adornado con pequeñas tiras de colores, que se empleaba para sacar las cintas del cajón en la carrera.
Las cintas se anudaban directamente al cuello y no tenían, como ahora, dibujos o inscripciones. Lo habitual era hacerse con docena y media de cintas, que luego eran repartidas entre los familiares y las mozas del pueblo al finalizar la carrera. Era costumbre ir en comitiva el día antes de San Antón a Benavente a comprar las cintas, las anillas y los cohetes. En esta ocasión fueron los Quintos en un carro tirado por vacas y acompañados por algunas de las mozas del pueblo.
Los caballos pertenecían, en muchos casos, a las propias familias de los Quintos o eran prestados por vecinos o amigos. Los caballos se enjaezaban con espejos en los cabezales, trenzas, cintas en el rabo y otros adornos. En las monturas solían ponerse mantas o alfombras para amparar mejor al jinete en la carrera y evitar que saliera despedido en caso de renuncia o frenazo del animal.
El lugar de encuentro de los mozos con sus cabalgaduras fue la Plaza de Laguna, en el Barrio de Arriba. Esto ocurría a primera hora de la tarde, cuando el frío ya empezaba a apretar. Los cinco Quintos dieron un paseo a caballo a lo largo de la plaza, observados de cerca por los escasos vecinos que se atrevían a salir a la puerta. Como en muchos otros pueblos de la comarca, Castrogonzalo contaba en esas fechas con esta masa artificial de agua que servía de abrevadero para el ganado y las caballerías. A falta de una red de abastecimiento de aguas, la Laguna permitía contar con este recurso durante prácticamente todo el año, y evitaba tener que bajar al río para dar de beber a los animales. Precisamente, de este año 1946 es la publicación en el BOE del decreto de 28 de junio por el que se autorizaba al Ministro de Obras Públicas la celebración de la subasta de las "obras de abastecimiento de aguas" de la localidad, con un montante de 168.218 pesetas, a abonar en dos anualidades.
Contamos con una hermosa fotografía de la Laguna tomada por Dolores Fernández González en enero de 1945, coincidiendo con la fiesta de los Quintos del año anterior. En primer término, vemos el reflejo de la iglesia de San Miguel sobre la masa de agua helada, en un día de una gran nevada. Se aprecia también la casa, hoy ya derruida, donde la maestra doña Dolores, impartía clases particulares a los parvulitos antes de ir a la escuela del pueblo.
La carrera de cintas tenía lugar en el Camino del Pico Naval. Cuando la “hoja” de esa parte del pueblo estaba cultivada, se trasladaba la carrera, siguiendo este mismo camino, hacía al otro lado de la carretera de Palencia. Se ponían dos postes a ambos lados del camino para colgar el cajón con las cintas. El cajón se encargó aquel año a un carpintero local: Sinibaldo García, que era padre de unos de los Quintos: Miguel García. Su taller se encontraba en la entrada de la Calle del Florín, también conocida como Calle Larga. Al igual que hoy, una de las cintas era la del premio, pero no tenía ninguna característica o color especial. Simplemente, era elegida de común acuerdo entre las disponibles. El cajón no solía reutilizarse en los siguientes años, pues estaba extendida la costumbre entre los mozos de destruirlo al acabar la carrera.
Debido a las inclemencias del tiempo, llegó un momento en la carrera en la que los Quintos se quedaron literalmente solos. Los pocos vecinos y familiares que acudieron acabaron refugiándose junto a las paredes y tapias de las últimas casas del pueblo. Los mozos tuvieron que ponerse papeles de periódico dentro de sus ropas de gala para poder soportar las bajas temperaturas.
Las celebraciones fueron amenizadas por una charanga procedente de Abraveses de Tera. Estaba compuesta únicamente por dos músicos: uno tocaba la dulzaina y el otro acompañaba al tambor. Esta misma charanga ya había actuado el año anterior en la fiesta del Señor. Los mozos fueron unas semanas antes a la localidad de Villaveza del Agua, donde estaban tocando, para ajustar el precio durante los dos días de fiesta de los Quintos. Los “casados” de Castrogonzalo negociaron por su cuenta con los músicos un tercer día, en que debían tocar durante el baile de la tarde y la noche. Los bailes tenían lugar en la Plaza Mayor, y por la noche en el salón del bar de Victoriano. Por tanto, en total hubo tres días de celebraciones (17, 18 y 19 de enero de 1946).
De los siete Quintos mencionados en este artículo, solamente cuatro acabarían haciendo el servicio militar. El resto fue eximido después de alegar diferentes motivos. En el año 1946 la “quinta” era llamada a filas en el mes de marzo. A partir de entonces debían afrontar un largo servicio militar que se prolongaría durante dos años y medio, hasta el mes de septiembre de 1948.
Los Quintos de 1946 en la Plaza de la Laguna. Al fondo la iglesia de San Miguel |
Los Quintos de 1946 en la plaza de la Laguna |
Los Quitos de 1946 antes de ir a la carrera de cintas |
Punzón de madera de nogal utilizado en la carrera de cintas de 1946, 2012 y 2018 |
Interior de la iglesia de Santo Tomás de Castrogonzalo hacia los años 40 [Fototeca del Patrimonio Histórico] |
Subasta del abastecimiento de aguas de Castrogonzalo (BOE de 1946) |
Detalle de la imagen de San Antonio Abad en la iglesia de San Miguel de Castrogonzalo |
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