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Iglesia de San Miguel Arcángel de Castrogonzalo |
La iglesia de San Miguel Arcángel de Castrogonzalo está situada en una pequeña plazoleta del Barrio de Arriba, sobre un cerro y en uno de los puntos más altos y visibles de toda la localidad. Es un edificio sobrio, de aspecto muy macizo, por la solidez de sus muros y la escasez de vanos. La iglesia estuvo sin uso para el culto durante décadas, utilizada eventualmente como panera y almacén agrícola por unos particulares. Pese a ello, mantenía en su interior los altares y parte de su mobiliario. En los años ochenta de la pasada centuria fue restaurada y rehabilitada.
Tras la desaparición de la iglesia de Santo Tomás, ha pasado a ser la única parroquia de la localidad, a la vez que ha recogido todas sus imágenes, los retablos y los objetos litúrgicos. No obstante, existe una cierta confusión a este respecto, pues en las guías oficiales del obispado de Zamora, y en su página web, el nombre oficial de la parroquia de Castrogonzalo es el de Santo Tomás, incluida dentro del Arciprestazgo de Benavente-Tierra de Campos. En 1954 se rectificaron los confines eclesiásticos, intentando evitar que los límites de las diócesis no comprendieran distintas provincias civiles. De esta forma, Castrogonzalo, junto con otras parroquias de la diócesis de Astorga situadas en el partido judicial de Benavente, pasaron a depender del obispado de Zamora.
La existencia de dos parroquias en Castrogonzalo y, por consiguiente, de dos barrios diferenciados, con personalidad propia, -el de Arriba y el de Abajo-, es un aspecto indisolublemente ligado a la historia de una localidad cuyos orígenes remiten al proceso de colonización altomedieval. Ya desde 1157 contamos con referencias que revelan la existencia de al menos un templo en la villa dependiente de la mitra astorgana, aunque sin poder precisar exactamente su número. En esta fecha, la infanta doña Elvira, hija natural de Alfonso VI y Jimena Muñoz, donaba a la catedral de Astorga sus posesiones y derechos en todas sus iglesias de la diócesis, mencionando las villas de Bretó, Castropepe, Castrogonzalo, Lagunadalga, Saludes, Maire, y las situadas en Sanabria, en Ribera y en el Bierzo.
La colegiata de Santa María de Arbás, situada en la vertiente sur del puerto de Pajares, fue una institución religiosa que parece que tuvo una gran presencia en Castrogonzalo, y en otras poblaciones de Tierra de Campos, en la primera mitad del siglo XIII. Controlaba los derechos de paso sobre el puente y también llegó a percibir rentas en las iglesias de la villa. En 1225, Alfonso IX concedía a esta colegiata cuantos derechos le pertenecían en las dos iglesias de Castrogonzalo. En principio, nada podemos saber sobre la advocación de cada una de ellas en esta época, pero dada la permanencia en el tiempo de estas dedicaciones en la mayor parte de las poblaciones, podemos suponer su identificación con las tradicionales: Santo Tomás y San Miguel.
Por tanto, debió existir un templo anterior de orígenes medievales probablemente en el mismo emplazamiento. Una alusión más específica al mismo la encontramos en 1466, cuando se menciona la iglesia del barrio de arriba en relación con las obras de construcción y fortificación de la mota de Castrogonzalo: “En viernes quatro días del dicho mes de jullio se començó a tapiar al caramanchón de cabe la yglesia del Barrio de Arriba”.
Un breve repaso a los materiales empleados y de los principales elementos estructurales releva varias fases constructivas. El basamento y sus paredes, hasta la mitad de la altura aproximadamente, son de una piedra muy tosca e irregular. Solamente en el cuerpo inferior de la torre y en algunos ángulos se emplearon sillares más regulares. En altura, la continuación de los muros hasta las cubiertas y los vanos fueron levantados con hiladas de ladrillo aparejado con gruesas capas de mortero. En ladrillo también fueron rematadas la cúpula y las bóvedas, aunque hoy el interior está totalmente enmascarado por los enfoscados y la pintura.
La mayor parte de la fábrica de esta iglesia, tal y como ha llegado hasta nosotros, debe corresponder a los siglos XVII y XVIII. Precisamente, en esta época, especialmente en el siglo XVII, se documentan diversas intervenciones y encargos para asegurar su precaria estructura. En el detalle de estas obras se constatan las dificultades de la parroquia para rematar la torre y cubrir completamente el edificio. La continuidad del culto quedó así amenazada en varias ocasiones.
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