sábado, 13 de diciembre de 2014

De epigrafía benaventana (VI) - La partida de nacimiento de San Juan del Mercado



La iglesia de San Juan del Mercado constituye un ejemplo de iniciativa constructiva patrocinada por una orden militar que contribuyó al proceso de repoblación de la villa de Benavente. Su propietaria, doña Aldonza, hija de los condes Osorio y Teresa, había iniciado su fábrica en una fecha no determinada. En 1181 recurrió a la orden del Hospital de San Juan para asegurar la continuación de las obras, paralizadas debido al alto coste que suponía la construcción de una iglesia románica en piedra de sillar.

Los hospitalarios se hicieron cargo de la iglesia y aseguraron su culminación a través de la asignación de diversos bienes y rentas situados en aldeas del alfoz benaventano. De esta forma, de igual forma que ocurrió con San Martín con respecto a los caballeros santiaguistas, San Juan paso a formar parte del dominio de la Orden de San Juan. Todos estos datos los conocemos por el documento de traspaso de la obra del templo, fechado en septiembre de 1181.

En el interior de la iglesia encontramos una inscripción que nos sitúa en estos momentos del inicio de la fábrica románica. Nuestro epígrafe debe interpretarse como una "datatio". En la clasificación tipológica propuesta recientemente por María Encarnación Martín López y Vicente García Lobo, las "datationes" se definen como inscripciones que consignan solamente una fecha consistente, la mayoría de las veces, en el año introducido normalmente por la fórmula "Era" o "Anno".

Este tipo de inscripciones suelen interpretarse como recordatorios de obras de construcción, reforma o ampliación de templos o edificios. En algún caso se ha querido ver una intención funeraria, para identificar y fechar enterramientos. Contamos con otros ejemplos similares en San Isidoro de León o en el monasterio de Moreruela. En San Isidoro se consigna la fecha 1124 (E[RA] MCLXII) en uno de los sillares del exterior del ábside norte, mientras que en Moreruela la inscripción “E MCC”, situada en el exterior de uno de los absidiolos de la cabecera, ha servido para acreditar la construcción cisterciense de la iglesia al menos desde 1162.

La inscripción de San Juan del Mercado se encuentra en el arco que comunica el presbiterio con el ábside norte. El texto está labrado a la altura del primer sillar en una sola línea. A diferencia de otros epígrafes que pudieran parecer similares, este no tiene un sentido funerario y sólo cabe interpretar como la datación de un momento de la construcción del templo en el año 1182. Tampoco parece poder relacionarse con la consagración del templo, pues ningún otro dato induce a ello como sería la mención del obispo consagrante o la advocación.

La lectura del epígrafe no ofrece dificultades, salvo la abreviatura (A), que puede corresponder al mes de abril o agosto. Está escrito en capitales carolinas.

ERA M CC XX KLS A

Era millesima ducentesima vigesima. Kalendas Aprilis (o Augustas)

Año 1182




domingo, 23 de noviembre de 2014

De epigrafía benaventana (V) - La última morada de doña María


Espacio de la iglesia donde se encuentra la inscripción

Muy pocos testimonios documentales tenemos sobre la edificación de la iglesia de Santa María del Azogue. Por afinidad estilística con la iglesia de San Juan del Mercado, de la que sí contamos con datos más precisos, se ha supuesto que ambas habrían sido iniciadas en el último cuarto del siglo XII, coincidiendo con la repoblación de la villa por Fernando II y la concesión de los fueros. Fue concebida desde un principio como el templo principal de la villa, y de ello dan fe sus dimensiones y su ambicioso plan, con cinco ábsides en la cabecera, cuatro portadas y un transepto muy marcado volumétricamente. Su propia denominación: “del Azogue”, esto es, del mercado, la sitúa en uno de los lugares más privilegiados del primitivo plano urbano.

En 1230 se menciona ya el templo en un documento de la catedral de Oviedo. El obispo de Oviedo, Juan, cumpliendo la avenencia hecha con el prelado de Compostela, por rentas exigidas por este a la diócesis de Oviedo, se compromete al pago de 120 áureos cuando los pida al de Compostela en la iglesia de Santa María del Azogue: "...apud Benaventum in ecclesia de Sancte Marie de Azogue...", y a dar 5 áureos por cada día de retraso.

Nos ocupamos ahora del que es, sin duda, el más antiguo testimonio epigráfico de Santa María del Azogue y, a la vez, primera noticia de esta iglesia. Su examen resulta realmente problemático, pues actualmente existen diversos elementos que ocultan y dificultan su lectura. Por ello la inscripción pasa totalmente desapercibida para la mayoría de los visitantes.

Se encuentra en el interior del templo, al pie del acceso meridional, junto a un lucillo del crucero y grabado en un sillar bastante desgastado. La sobrepuerta de madera, que hace de "cortavientos", parte en dos el epígrafe y oculta una parte del texto. A estos inconvenientes hay que añadir la reja que cierra una hornacina próxima y algunos pegotes de cemento sobre el propio sillar. Todas estas dificultades no impiden constatar que estamos ante un epígrafe funerario.

Hacia 1903 Manuel Gómez Moreno pudo leer la mayor parte del texto, con la excepción del nombre completo de la difunta. En aquel momento no debía de existir la sobrepuerta, cuya colocación debe situarse con posterioridad a la restauración del arquitecto Ferrant, en los años 30. Su lectura es la siguiente:

Hic [requiescit] dop[na mar]ia ore
pro ea era M CC LX
IIII idus madii

Parte visible del epígrafe

La lectura que hizo más recientemente Máximo Gutiérrez Álvarez sigue en lo fundamental a Gómez Moreno, pero aporta algunas precisiones y la traducción del texto. La parte visible mide 31 x 30 cms. En la caja del texto sólo se aprecian las tres últimas líneas, de 18 x 25 cms. La letra es pregótica de 50 mms. de altura.

[HIC REQVIESCIT]
[DOPNA MARIA ORE]
PRO EA ER[A M CC LX]
IIII : IDVS : M[ADII]

[Hic requiescit dompna Maria Orate] pro ea. Er[a millesima ducentesima sexagesima], quarto idus m[adii]. 

Aquí descansa doña María. Orad por ella. Doce de mayo del año 1222.

En esta lectura de Máximo Gutiérrez hay un error manifiesto en la fecha, pues la Era MMCCLXIIII corresponde al año 1226, tal y como lee Gómez Moreno.

Parte del epígrafe semioculta tras la reja

Sobre la identidad de esta misteriosa doña María, a falta de certezas no podemos sino hacer conjeturas, siempre y cuando aceptemos la lectura y restitución del nombre realizada por Gómez Moreno. En los siglos centrales de la Edad Media el tratamiento de "don" y "doña" estaba reservado a personas con cierta preeminencia social, bien por pertenecer a familias nobiliarias o bien por contar con unos bienes patrimoniales importantes. Como en la inscripción no se consigna el apellido o filiación de doña María, debemos suponer que este era el nombre con el que fue conocida popularmente. En cualquier caso, el uso de este tratamiento dentro de un epitafio indica un especial prestigio dentro de la comunidad de vecinos o parroquianos.

Buscando entre los documentos medievales de la primera mitad de siglo XIII alguna posible candidata que reúna estos requisitos encontramos a doña María Domínguez, mujer de don Giraldo e hija de Domingo Muñiz de Velilla o Villela, quien en 1221 hacía una donación al monasterio de San Martín de Castañeda de la yugada que poseía en Santa Cristina de la Polvorosa, comprada junto con su anterior marido don Cristóbal, y recibe el usufructo vitalicio de varios bienes, y otros en propiedad. Estos bienes pasarían al monasterio a la muerte de la donante. Velilla era una antigua aldea del concejo situada entre Benavente y Santa Cristina.

Por este documento sabemos que doña María estaba muy vinculada a Benavente, donde con toda probabilidad residía, pues entre los bienes de los que disfrutará se encuentran casas en la villa, viñas en los pagos de Valcarrero y Valdegata, así como dos bancos en la "carnicería vieja". En el texto que conservamos no consta la elección de sepultura en el monasterio de San Martín de Castañeda, hecho muy habitual en este tipo de documentos, por lo que nada impide que hubiera elegido la parroquia de Santa María del Azogue como última morada.

El epígrafe parece ser un recordatorio del lugar donde reposaban los restos de esta mujer influyente. Pudo ser realizado por sus propios familiares, o también por la comunidad de clérigos, tal vez en agradecimiento por haber realizado importantes donaciones piadosas para el sostenimiento del templo o por su especial vinculación con la parroquia.

martes, 14 de octubre de 2014

De epigrafía benaventana (IV) - Acogerse a sagrado en Santa María del Azogue

Vista del epígrafe en la portada sur de Santa María del Azogue

El protagonista de El Buscón de Quevedo, en uno de los episodios del Libro Tercero, acaba teniendo un incidente con la ley en Sevilla y tiene que refugiarse en la Catedral:

"El alguacil puso la justicia en sus pies y apeló por la calle arriba dando voces. No lo pudimos seguir, por haber cargado delantero. Y, al fin, nos acogimos a la Iglesia Mayor, donde nos amparamos del rigor de la justicia".

En realidad, Pablos, en su huida, no hace sino hacer uso de una garantía ampliamente reconocida en los textos jurídicos desde la Edad Media, con antecedentes incluso en la Antigüedad: el derecho de "acogerse a sagrado". Las iglesias podían convertirse en determinadas circunstancias en un recinto inviolable, refugio ocasional de los proscritos y los perseguidos, tuvieran o no la verdad de su parte. Traspasar el umbral de este recinto suponía entrar en una nueva jurisdicción, la eclesiástica, con unas formas y tiempos distintos a los del mundo profano.

A sagrado también se acogieron las personas huyendo de la violencia entre particulares, con la esperanza de que el agresor, cristiano a la postre, cesara en su empeño dentro del recinto de una iglesia. Pero no siempre esto era garantía de inviolabilidad. Cuando a mediados del siglo XV los hombres del Conde de Benavente, perseguidos por los seguidores del Marqués de Astorga, se refugiaron en la iglesia de Gordoncillo, estos no dudaron en prender fuego al templo y acabar con sus vidas. El relato de tan triste suceso fue recogido en la Crónica de Enrique IV, de Galíndez de Carbajal:

"Trescientos y cinquenta hombres del Conde de Benavente vinieron huyendo de la gente de a cavallo del marqués de Astorga y metiéronse en la iglesia de la villa de Gordoncillo y los que los seguían pusieron fuego en las puertas de la iglesia; y como una muger quisiese librar del fuego dos niños hijos suyos, dos de a cavallo de los contraraios por cobdicia de tomar la muger fueron allí quemados con ella y con sus hijos; y con todos los que en la iglesia estavan perecieron allí".

En las portadas sur y norte de Santa María del Azogue de Benavente encontramos sendos epígrafes del siglo XVIII, concretamente de 1773, anunciando que esta iglesia estaba señalada para el asilo y sagrado de los reos. En ambos casos, las inscripciones fueron grabadas sobre grandes sillares, distintos en tamaño y calidad a los originales románicos. Por lo tanto, las piedras se labraron ex profeso y hubo un interés manifiesto de dar notoriedad al anuncio aquí escrito.

El 14 de enero de 1773 una real cédula de Carlos III venía a regular el derecho de asilo de que gozaba la Iglesia, limitándolo a un templo en cada una de las poblaciones, o a lo sumo dos en ciudades más grandes. A su vez esta norma se basaba en un breve del Papa Clemente XIV expedido el 12 de septiembre de 1772 por el que se mandaba a los prelados y ordinarios eclesiásticos de España e Indias que con la mayor prontitud, y a lo más dentro de un año, señalasen en cada lugar sujeto a su jurisdicción, una o a lo más dos iglesias o lugares sagrados, según su población, en las cuales se guardase y observase solamente la inmunidad y asilo, según la forma de los sagrados cánones y constituciones apostólicas.

Algunas restricciones a este derecho ya se habían establecido en el concordato firmado en 1737 entre Felipe V y el Papa Clemente XII, en el cual se habla de "Templos de asilos" e "Iglesias frías". En éstas últimas solamente se admitiría el asilo si estuviera expuesto el Santísimo. Más tarde, Clemente XIII (1758-1759) excluyó de este derecho a los asesinos.

Así pues, según las instrucciones derivadas de toda esta legislación, y en particular la del año 1772, debían ser los obispos quienes señalaran en cada lugar el templo o templos apropiados para estos fines. Por tanto, en Benavente, perteneciente desde tiempos medievales a la diócesis de Oviedo, hay que pensar en Agustín González Pisador (1709-1791) como el inspirador en última instancia de estos dos epígrafes.

Los dos textos de Santa María del Azogue son prácticamente idénticos en su contenido. Están grabados en letras capitales de buena factura y sin abreviaturas. Su lectura no ofrece mayores dificultades. Ambos constan de cinco líneas, aunque en el primero de ellos la última línea presenta una letra mucho más pequeña. Su lectura es la siguiente:

ESTA YGLESIA ESTA SEÑALA
DA PARA EL ASILO Y SAGRA
DO DE LOS REOS BENAVENTE
Y DICIEMBRE VEINTE Y SE
IS DE 1773

Epígrafe 1 (portada sur)

ESTA YGLESIA ESTA SE
ÑALADA PARA EL ASILO
Y SAGRADO DE LOS REOS
BENAVENTE Y DICIENBRE
26 DE 1773

Epígrafe 2 (portada norte)

domingo, 28 de septiembre de 2014

De epigrafía benaventana (III) - El patio de la Casa de Cultura de la Encomienda

Aspecto de la fachada trasera de la Casa de la Cultura de la Encomienda

El patio de las antiguas Escuelas de niños de la Encomieda, hoy Casa de Cultura, es un espacio poco conocido del callejero benaventano, pues no es directamente accesible desde el exterior. Desde él se puede contemplar una panorámica muy interesante de la fachada trasera del edificio, obra en ladrillo del arquitecto Segundo Viloria.

Pegado al muro interior del recinto existe una especie de cobertizo, de fábrica moderna, donde se han ido recogiendo lápidas y restos constructivos de procedencia diversa. Varias de estas piezas parecen ser las mismas que estuvieron expuestas a la intemperie durante años en los jardines de la Mota.

Este improvisado lapidario fue visitado por quien escribe estas líneas en el año 2010. Las piezas se encontraban entonces totalmente desordenadas, apiladas unas encima de otras, rotas la mayoría en incierto número de pedazos y con un lamentable aspecto que ofendía la sensibilidad del espectador. Parecían estar suplicando una nueva oportunidad y un digno destino, más acorde con la nobleza de su origen.

De entre las piezas inspeccionadas solamente pude reconocer y fotografiar aquellas que estaban en la primera línea del cobertizo. Las menos accesibles requerirían mover todo el conjunto y seguramente limpiarlas previamente. Ignoro si alguno de los epígrafes que ahora se transcriben incompletos pudieran completarse con otros fragmentos aquí existentes.

Cobertizo convertido en lapidario (estado en 2010)

El primer epígrafe es una losa cuadrada incompleta que conserva siete líneas de texto y sus márgenes originales en el ángulo superior derecho. Fue grabado con capitales de buena factura y se corresponde con una lauda sepulcral. Una moldura cuadrada delimitaba su campo epigráfico. Su transcripción parcial es la siguiente:

...[SEPVUL]TVRA ES DEL ... O
... CARDEÑOSA ME
... LLA Y DE Dª MARIA
[A] ... DEZA SV MVGER
... ON CINQVUENTA
... COFRADIA DE NV
[ESTRA SEÑORA] DEL ROSARIO P

Epígrafe nº 1

La alusión a la Cofradía del Rosario apunta al desaparecido monasterio de Santo Domingo de Benavente como la procedencia más probable de esta pieza. La Cofradía de Nuestra Señora del Rosario y San Ildefonso, o del Nombre de Dios, fue fundada, en efecto, en el convento de Santo Domingo y allí existía una capilla y camarín, donde fueron enterrados varios de sus cofrades.

Según precisa Ledo del Pozo, fue también conocida vulgarmente como "Cofradía de los Juramentos". Esta institución "mantenía a sus expensas, doce ancianos de la villa en un local situado al efecto, que era la casa, donde actualmente está el tinte de Sepulcro. En 1512 Bernardo Alonso y Gonzalo de Frías, Alcaldes, Alonso de Rojas, Mayordomo y Juan de Mayorga, Escribano de ella trataron de deshacer los restos de noventa libras de cera que habían labrado en el Agosto del año anterior para fabricar nuevas velas y cirios para la festividad del Rosario, que celebraba la Cofradía en la Octava de la Asunción de Nuestra Señora; pero por un prodigio especial hallaron que los pequeños pedazos, que habían quedado de las velas y cirios que habían servido en las festividades del año, apenas habían pedido tres o cuatro libras de cera y reconociendo en esta maravilla, cuan acepta era a Dios esta cofradía".

El segundo epígrafe es una losa alargada que presenta la moldura en su margen derecho y de manera parcial. Es también, como el anterior, una lauda sepulcral procedente probablemente del monasterio de Santo Domingo. Se conservan 12 líneas grabadas en capitales. La reconstrucción de su texto resulta muy dificultosa al faltar los nombres de los propietarios del sepulcro. Su lectura incompleta es la siguiente:

... [SEPULTU]RA ES DE
... OZ Y DE H
... REZ SV MV
[GER Y S]VS HIJOS Y
[SVCESORES] ... ENTES DI
... LLA AR STE
... O 200 REA
[LES] ... RONDOSO
... CHO CON
NODIA DE
... SOLA ELO
... SANCTO D
[OMINGO] ...

Epígrafe nº 2

El tercer epígrafe es un pequeño fragmento pizarroso de forma irregular. Varias de las letras son ilegibles pues se han desprendido lascas de la pieza original. Solamente muestra su margen en lado derecho. El texto conservado es tan pequeño que muy pocos datos se deducen de la naturaleza de la inscripción. Apenas un apellido y una fecha se atisban en las cinco líneas.
.. ACE ...
... CALVO ...
... SA ... FA ... LE
... 3 DE MAYO
... SA
...03...

Epígrafe nº 3

martes, 2 de septiembre de 2014

De epigrafía benaventana (II) - La portada meridional de San Juan del Mercado

Portada meridional de San Juan del Mercado

Como el resto de parroquias benaventanas, la iglesia de San Juan del Mercado contó desde la Edad Media con su espacio dedicado a los enterramientos. Según fuera el rango social del difunto así era la calidad y exclusividad de su sepulcro. Las familias más adineradas disfrutaron de monumentos funerarios privilegiados en el interior del templo, siempre en zonas próximas al altar. Otros personajes, también relevantes, mandaron construir arcosolios, tanto fuera como dentro del templo. Los más antiguos se conservan en los muros de la fachada sur y occidental. Para el resto de los parroquianos, la inmensa mayoría sin duda, su última morada se limitaba a una modesta tumba en el recinto exterior de la iglesia.

Este es precisamente el significado originario de la palabra "coemeterium", el espacio cercado perteneciente a las iglesias y ermitas destinado a enterrar cadáveres. Es por ello que los muros exteriores de San Juan del Mercado, en su parte más baja, están hoy repletos de cruces y grafitos que servirían para identificar y localizar algunas de estas tumbas.

Un caso particular es el epígrafe funerario que nos ocupa. Fue esculpido en la jamba izquierda de la puerta meridional, la más monumental y de mayor desarrollo iconográfico de los tres accesos románicos que conserva la iglesia.

El texto fue grabado una vez que las jambas de la portada estaban colocadas, y aprovechando la superficie lisa y cóncava de una de ellas. Ello significa que la sepultura se encontraría originalmente a los pies del epígrafe, tal vez junto al umbral de la puerta.

No debe extrañarnos que el protagonista de nuestro epígrafe se quisiera enterrar ante la puerta de entrada a la iglesia, pues esto es algo bien conocido en las prácticas funerarias medievales. El abad Domingo Manso fue enterrado en el siglo XI ante la puerta de los monjes en Santo Domingo de Silos, y por la misma época el abad Sabarico, elegía sepultura  junto al acceso meridional de San Miguel de Escalada, con la clara intención de que los monjes lo tuvieran presente al entrar en el templo. También se nos informa que el mismo fue el responsable de la construcción de este arco

Un caso similar encontramos en la iglesia berciana de Santiago de Peñalba, donde las recientes excavaciones localizaron una sepultura de cista en el umbral de la puerta norte. El enterramiento debe corresponderse con el epígrafe del abad de origen francés Esteban (1103-1132), que se sitúa en la jamba izquierda de dicha puerta.

Nuestra inscripción se desarrolla en once líneas. El grabador tuvo que adaptarse a las particulares dimensiones de la jamba. Por ello inserta muy pocas letras en cada línea y el epígrafe resulta alargado. El bloque de la jamba mide 134 x 17 cms, mientras la caja del texto mide 46 x 16cms.. La factura de la grafía es buena, aunque se aprecia una pérdida gradual de la calidad y precisión de la misma en las últimas líneas. Se inicia con una invocación latina y continúa en lengua romance. Para Gómez Moreno se trata de un testimonio "precioso como monumento vetusto del habla leonesa". En cualquier caso, estamos ante el primer texto popular en lengua romance conservado en Benavente.

I NOMIN
E PATRIS A
M AQESTA
SEPVLTV
RA MANDO
FAZER G
IRAL AIME
E POR NYL
OME NO
SER TOLI
DO

Una vez resueltas las abreviaturas el texto queda de la siguiente manera:

I(n) nomine Patris, am(en). Aqesta sepultura mando fazer Giral Aime e por nyl ome no ser tolido.

Su traducción sería la siguiente:

En el nombre del Padre, amén. Esta sepultura la mandó hacer Giral Aime y no sea removido por ningún hombre.

Las variantes de la lectura son poco significativas (Manuel Gómez Moreno, Elena Hidalgo Muñoz, Luis Grau, Máximo Gutiérrez Álvarez, etc.). Solamente el apellido del difunto ha generado algún debate (AISNE según la lectura de Elena Hidalgo Muñoz y Vidal Aguado Seisdedos). Pero parece que la transcripción que hizo Gómez Moreno, su primer editor, sigue siendo válida en lo esencial. La "M" de "AIME" es equivalente en su factura a la "M" de la palabra abreviada "AMEN". Si leyésemos "AISNE", tendríamos que admitir una "S" sin paralelos en su ductus, y una ligadura que no hay en ninguna otra parte del texto.

Otra cosa es la identidad del personaje y la cronología propuesta a la inscripción. Para Gómez Moreno su factura es coetánea a la misma portada románica meridional. Pero Máximo Gutiérrez Álvarez asigna el epígrafe a finales del siglo XIII o principios del siglo XIV, datación demasiado tardía según nuestra apreciación.

Respecto a la identidad del personaje, parece claro que su nombre hay que relacionarlo con la numerosa e influyente comunidad franca existente en Benavente desde los mismos momentos de la repoblación por Fernando II.

El nombre genérico de "francos" designa en realidad a todo el flujo de inmigrantes de origen ultrapirenaico, cualquiera que fuera su nación de procedencia, que se asentó en las villas y ciudades hispanas durante la plena Edad Media. Su frecuente mención en la documentación confirma su sólida implantación dentro del tejido social de la villa y también en las aldeas. Algunos de ellos llegaron a desempeñar magistraturas concejiles, otros tenían apreciables intereses patrimoniales, tanto en Benavente como en su alfoz.

José Ignacio Ruiz de la Peña, en un estudio publicado hace años, realizó un interesante seguimiento de la evolución de la población franca en la ciudad de Oviedo, constatando su implantación en todos los sectores de la vida urbana. Este autor cifra la proporción de francos a principios del siglo XIII en un 20 %, dato que nos parece orientativo.

En cuanto a Benavente, las menciones de francos son bastante frecuentes hasta la primera mitad del siglo XIII: En 1161 es "justicia" de Malgrad Petro Arloth. En la carta de población de 1167, entre el grupo de pobladores designados por Fernando II, figuran el Magister Giraldo y Don Morant. En 1187 Raimundus del Poy, compra la villa de Escorriel al concejo de Benavente por 200 mrs. Entre los confirmantes del documento encontramos a Bernardus Lemouicensis y a su hermano Rubertus Leomouicensis . En 1192 documentamos a Giral Bel. En 1199 son alcaldes de Benavente Gascon y Sthephanus de Busiarac. En 1207 uno de los alcaldes de la villa es Iohannes Giraldi. En 1217 actúan como testigos de una donación Robertus de Cirol, Giraldus Chager, Giraldus de Valle y Giraldus de Ponte. En 1222 documentamos a Bernaldis Aldrac, frater de dompno Rinaldo, Martinus Giraldi presbiter y Petrus Angevini. El recuerdo del paso de esta población por Benavente quedó reflejado también en el callejero: la Rúa de los Francos.

Luis Grau propuso hace unos años al "Magister Giraldo", uno de los veinte pobladores de Benavente en 1167, como posible "Giral Aime". En una sugerente hipótesis llegó incluso a plantear que este Giraldo podría haber sido el artífice de la portada románica, luego enterrado al pie de su obra. El apellido de Giral: "Aime", sería ser una abreviatura de Aimar o Aimeric.

Como vemos, encontramos muchos antropónimos correspondientes a francos y varios de ellos son "
Giral" y "Giraldos". El apellido de Giral: "Aime" evoca, en efecto, a un "Eimar", "Eymarus", "Aimar", "Aymarus", "Aimeric" o "Emerico", tal vez el nombre de su padre, pues en esta época todavía los apellidos mantenían en muchos casos el antropónimo del progenitor.

Los apellidos franceses "Aimee" y "Aimer" figuran en los tratados de heráldica, con representantes repartidos por varios territorios. En el mencionado documento de 1187 de la venta de Escorriel, junto a los hermanos Bernardus y Rubertus Leomouicensis, aparece un Eymarus Catus, que bien podría estar relacionado con nuestro personaje.

La parte final del texto de la inscripción revela una de las preocupaciones habituales del hombre medieval: preservar la memoria de su sepulcro y mantenerlo libre de usurpaciones y profanaciones. La reutilización de las sepulturas o simplemente su destrucción física, fueron prácticas comunes en la historia de las iglesias y sus cementerios. El espacio disponible era siempre limitado y de forma periódica era necesario reorganizarlo (las llamadas "mondas"), dando paso a los nuevos enterramientos. De ahí la expresión de advertencia "e por nyl ome no ser tolido". 

En el epitafio del presbítero Juan, de la capilla asturiana de San Zaornín de Puelles (Villavicosa), leemos una amenaza mucho más contundente: "Aquí descansa en paz el siervo de Dios Juan, presbítero; murió el día 24 de enero del año 969. El que se atreva a mover esta lápida y depositara aquí dentro otro cuerpo, sea condenado en el infierno con Judas el traidor".

El epígrafe funerario del abad Sabarico, en San Miguel de Escalada, fallecido el lunes 25 de octubre del año 1059, nos apercibe de que quien se atreva a sacarlo de este lugar "no tenga parte con Cristo".

Vista de la jamba izquierda en la puerta de entrada a la iglesia

Epígrafe funerario de Giral Aime

Detalle de la inscripción con el nombre de Giral Aime

martes, 12 de agosto de 2014

De epigrafía benaventana (I) - La escalinata de la Plaza del Grano

Escalinata de la Plaza del Grano

La escalinata de la Plaza del Grano, o de los Bueyes, es uno de esos rincones benaventanos en los que parece que el tiempo se ha detenido. Ajena al avance imparable de las nuevas construcciones e indultada, de momento, por la vorágine urbanística, su estampa se ha mantenido prácticamente inalterada durante varias generaciones.

Se extiende de arriba a abajo, en forma de abanico, siendo más estrecha en la parte superior y más ancha en la inferior. Consta de trece escalones y se concibió como una forma de salvar el notable desnivel, de varios metros, existente entre la Plaza del Grano y la cuesta de la Calle de la Encomienda.

La irregularidad y el desgaste de los peldaños evidencian la antigüedad de su fábrica y el uso habitual para el tránsito de los viandantes. Completa la escalera un muro de piedra que recorre y protege este terraplén, haciendo las veces de parapeto o pretil. El muro evidencia varias fases constructivas, con una parte más antigua en las hiladas inferiores y piedra reaprovechada en las superiores. Se utilizaron para ello sillares de diversa factura y calidad, incluyendo grandes losas horizontales, talladas a dos aguas, en el remate alto de las paredes.

Entre algunos vecinos esta construcción ha sido conocida tradicionalmente como "la barbacana". En el vocabulario de las fortificaciones la barbacana es la obra avanzada y aislada para defender puertas de plazas, cabezas de puente, etc. Pero otra de sus acepciones es la de muro bajo con que se suelen rodear las plazuelas que algunas iglesias tienen alrededor de ellas o delante de alguna de sus puertas.

Resulta difícil conocer la configuración antigua de todo el espacio situado entre la Plaza del Grano y las iglesias de San Nicolás y San Juan del Mercado. La construcción de la actual Plaza Mayor y el edificio del ayuntamiento debieron variar la ordenación urbana de toda esta área. En 1455 el conde de Benavente ordena que el "mercado e las ferias que se fizieren de aquí adelante en la dicha mi villa se fagan çerca de las dichas yglesias de Sant Nicolás e Sant Juan, donde primeramente se solían haser".

Así pues, parece que los mercados y las ferias se celebraban en esta zona desde época medieval, diferenciando la parte baja, conocida como “Mercado” o “Mercado del Ganado” o “Plaza de los Bueyes”, y la parte alta, también conocida como “Mercado”, o "Plaza de los Jueves", dedicada a otros productos. La escalinata serviría como nexo de unión entre ambos espacios.

Ya desde el siglo XV hay noticias de gastos e intervenciones del concejo en diversas obras en el "Mercado". En los libros de cuentas de 1493, correspondientes al mayordomo Juan de Benavente, se anotan diversos asientos con relación a una escalera, un arco y un muro o pared de cal y canto "hacia San Juan". Los trabajos consistieron en abrir cimientos, cavar y mazonar tierra detrás de la pared, empedrar los suelos, asentar ladrillos, etc. En este interesante documento, transcrito por María Álvarez Fernández, se indica que dicha escalera estaba próxima a "la picota", esto es, el rollo jurisdiccional. A este respecto, es muy significativo otro documento de 1552, que se refiere a este sector de la villa en los siguientes términos:

“En la villa de Benabente, jueves día de mercado, a doze días del mes de mayo de mill y quinientos y çinquenta y dos años, estando en la Plaça e Mercado de esta villa, par del Rollo e Barbacana de ella…”.

Las referencias del siglo XVIII hablan de una construcción notablemente antigua, pero de pormenores desconocidos. En 1786, en el deslinde de una casa situada junto a la "casa-palacio" de la Encomienda, se menciona la "escalerilla que baja de la parroquial (de San Juan del Mercado) a la Plaza de los Bueyes". En 1788 hay una comunicación al Consejo de Estado del corregidor de Benavente por haberse descubierto en la Plaza de los Bueyes de esta localidad una "gradería antigua" al realizar excavaciones en busca de una antigua fuente que se creía haber existido allí.

A mediados del siglo XIX, en el Diccionario de Madoz, se consigna la construcción de una "hermosa casa de ayuntamiento, en la Plaza Mayor, o sea del Mercado, con vistas a la de los Bueyes". En el nuevo edificio se incluyó un arco para permitir la comunicación entre ambas plazas. La Plaza Mayor, o del Mercado, era "un cuadro casi perfecto de 80 a 90 pasos, con soportales embaldosados", mientras que la Plaza de los Bueyes, o del Grano, era "muy espaciosa, pendiente e irregular, en la que se ven 20 casas con soportales en los tres ángulos del norte, sur y oeste".

El aspecto actual de la escalera parece fijarse con las reformas realizadas a finales del siglo XIX. De 1890‑1891 existe en la documentación municipal un expediente relativo a la reparación de la escalinata de la plaza del Grano. Eduardo Fuentes Ganzo recoge una noticia de 1900 que alude a la reparación de los muretes de piedra que separan a través de una escalinata, “a los extremos de una escalerilla que da a la Plaza de los Bueyes”, pagándose a Eulogio Castaño 53 pesetas y 50 céntimos, suma de materiales y jornales por tal reparación efectuada los días 12 y 13 de enero.

Debió ser por estas fechas cuando se reunieron toda una serie de materiales dispersos, así como sillares de diferentes tamaños y calidades. En la mayoría de los casos se trata de material reaprovechado, con la presencia de areniscas, granitos, cuarcitas, etc. Sabemos que el exconvento de San Francisco, derruido en gran parte por estas fechas y de propiedad municipal, era una de las reservas de almacén de piedra que se utilizaba para las obras públicas. En 1857 se subasta "el derribo del cornisamento de la torre de San Francisco y la extracción de otros puntos del mismo convento hasta proporcionar la piedra necesaria para las dos escalinatas, que hay que construir en la Plaza del Grano y cuyo número de barras se manifiesta en el acto del remate”. Sin embargo, este dato no excluye otras procedencias.

En fotografías y postales de principios del siglo XX ya encontramos la imagen de la escalinata y el muro de piedra acompañando la estampa característica de la Plaza del Grano, todo ello coronado por cuatro faroles o sombreros de piedra en los extremos del muro, asentados sobre cuatro pilares. Dos de ellos han sido totalmente rehechos en una reciente intervención.

La escalinata de la Plaza del Grano
Vídeo: Fernando González Rodríguez
Guion: Rafael González Rodríguez


Vista general de la escalinata

Detalle de la escalinata

Vista con edificios al fondo ya desaparecidos

Pilar inicial del muro

Detalle del muro con los epígrafes

Detalle del muro con los epígrafes

Detalle del muro con los epígrafes

Detalle del muro en su parte derecha

Recubrimiento del muro, con grandes losas talladas a dos aguas

Estado de los peldaños

Detalle de uno de los faroles o sombreros de piedra

Detalle de uno de los faroles o sombreros de piedra

Vista de la Plaza del Grano. Postal de los años 10

La Plaza del Grano en los años 40

La Plaza del Grano en los años 50

La escalinata en una fotografía de Nicolás Muller de 1951

La escalinata en una fotografía de Nicolás Muller de 1951

La Plaza del Grano en una foto aérea de los años 60

Detalle de la escalinata en una postal de los años 50

La Plaza Gonzalo Silvela en 1970

La Plaza Gonzalo Silvela en 1972

Toro Enmaromado en la subida de la Calle de la Encomienda. Año 1952

Toro Enmaromado en la subida de la Calle de la Encomienda. Año 1953

Grupo de alumnos y profesores. Años 40

Peña Malgrat en los años 90 (Archivo CEB Ledo del Pozo)

Empotrados en los muros se reconocen dos epígrafes cuya lectura se ofrece a continuación.

El primer epígrafe se encuentra en el sector central del muro, a media altura. Se conserva completo y en bastante buen estado. Es una losa blanquecina de 675 X 465 mm. La letra es de capitales de la segunda mitad del siglo XVII o principios del siglo XVIII, con ejecución elegante y algunas abreviaturas. Su lectura no ofrece problemas, pues la superficie se presenta limpia y las incisiones del lapicida han sido profundas. Carece de moldura o delimitación del campo epigráfico.

ESTE ARCO CON SVS 
ENTER(RAMIENT)OS I EL VSO I 
SITIO EN LA SAC(RISTI)A P(AR)A 
EL CAX(O)N DE LOS ORN 
AMENTOS COMPRO A LA FA 
BRICA EL LIZ(ENCIAD)O D(O)N JO 
SEPH DE PAZ RACI 
ON(ER)O DESTA S(ANT)A IGL(ESI)A 
PASO SU ESC(RITUR)A ANTE AL(ONS)O 
GARCO ESC(RIBAN)O DEL NUM(ER)O 
DESTA V(ILL)A P(AR)A SU ENT(ERRAMIENT)O I 
P(AR)A SUS EREDEROS I SU 
CES(ORE)S EN EL VINCULO I PAT 
RONATO DE LAS MEMORIAS 
QUE DEXA FUNDADAS 

Estamos ante un epígrafe funerario perteneciente a un enterramiento en una iglesia. Según se indica en el texto, identificaba la sepultura del licenciado José de Paz, racionero de dicha iglesia, que construyó un arcosolio a sus expensas y dejó fundadas unas memorias. Un arcosolio es un arco abierto en la pared que alberga un sepulcro, una fórmula de enterramiento familiar muy habitual entre personajes de situación económica acomodada.

En el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid se conserva una ejecutoria del pleito litigado en 1691 por el licenciado José de Paz, clérigo y presbítero natural de Benavente. Su condición de "racionero" puede darnos alguna pista sobre el templo del que podría proceder esta lápida. El término racionero designa al prebendado que tenía ración en una iglesia catedral o colegial y esta condición encajaría bien con Santa María del Azogue, donde tenía su sede el cabildo y una comunidad de clérigos desde los tiempos medievales. No obstante, otras parroquias de cierta entidad también podían tener racioneros en esta época en Benavente. Sabemos, por otros documentos, que José de Paz, fue racionero de la iglesia de San Nicolás.

José de Paz, vecino de Benavente, clérigo y racionero, otorgó testamento en 1710, instituyendo una fundación pía con 270 cargas de trigo para ser distribuidas entre los labradores pobres de la villa. El grano prestado debía ser devuelto el día de Nuestra Señora de Agosto, más dos celemines por carga. El beneficio obtenido estaba destinado a atender a una niña huérfana, para entrar en religión o contraer matrimonio. El testamento se completó en 1713 con un codicilo. Su enterramiento se hizo junto al retablo de San José y el Niño, hoy existente en la iglesia de Santa María del Azogue. Nuestro racionero quiso en sus disposiciones asegurarse de gozar de un espacio privilegiado en este altar: “Dejo mandado que mi cuerpo sea puesto delante del mismo altar, tan arrimado que el sacerdote que allí dijese misa esté siempre sobre mi sepultura”.

El dato de la procedencia de nuestra inscripción de San Nicolás resulta de interés, pues en fotografías antiguas de los años 40, 50 y 60 no se aprecian inscripciones en los muros de la escalinata. Como la iglesia de San Nicolás fue derribada en el año 1968, debió ser a partir de esta fecha, durante la alcaldía de Julián Cachón González, cuando se trasladaron estas piezas para adornar esta construcción. Igualmente, se repusieron y restauraron algunos de los sillares, por entonces notablemente deteriorados.

Epígrafe número 1

El segundo epígrafe ha sido mucho peor tratado por el tiempo. Se encuentra en la parte izquierda del muro, la más próxima a la calle Santa Cruz. Mide 480 x 490 mm. La piedra está ennegrecida en gran parte de su superficie. Solamente conserva sus límites externos en el ángulo superior derecho, por lo que resulta imposible reconstruir sus dimensiones originarias. El campo epigráfico está delimitado por un recuadro de unos cuatro centímetros de anchura. En cualquier caso, está incompleto y falta una parte importante del texto. Su lectura parcial es la siguiente:

... [SEPULT]VRA DE RE 
...[MEL]LGAR ZX 
...NA MARI 
[A] ...DA SV MV 
[GER...] ...LVIS DE 

Las palabras entre corchetes no están en el texto. Parece también un epígrafe funerario, tal vez correspondiente a la tumba de un matrimonio. El marido pudiera pertenecer a la familia Melgar. La esposa podría llamarse María, quizás hija de un personaje llamado Luis. Poco más se puede añadir a falta de unos detalles que se nos escapan por completo. Es muy posible que esta pieza, al igual que la anterior, también proceda de la desaparecida iglesia de San Nicolás.

Epígrafe número 2