Detalle del monumento al VI Centenario del Condado de Benavente (1398-1998 |
En el año 1400 los vecinos de Benavente enviaron un emotivo memorial al rey Enrique III. En él se exponía una extensa relación de agravios y desafueros perpetrados por Juan Alfonso Pimentel, primer titular del condado, en los apenas tres años transcurridos desde su toma de posesión de la villa.
En el texto, redactado con un perceptible resentimiento de fondo, se hace también una breve mirada hacia atrás, recordando la evolución seguida por el concejo desde su establecimiento, a mediados del siglo XII, hasta su incorporación al señorío de los Pimentel en 1398. Los vecinos añoraban y defendían con firmeza su pertenencia al realengo y se quejaban al monarca, fundamentalmente, de haber sido abandonados a su suerte, desoyéndose sus reiteradas peticiones en el sentido de que no se les "tirase" de la corona real. El sometimiento a la arbitrariedad señorial fue interpretado por los benaventanos como una afrenta a su independencia. Por ello, la mayor parte de sus quejas al monarca tenían como denominador común el evidente desprecio manifestado por el conde a sus fueros, usos y costumbres.
Efectivamente, el principal referente de la evolución de Benavente durante los siglos XII, XIII y XIV es precisamente su condición de villa de realengo. En este sentido, la colección de privilegios reales custodiada en el Archivo Municipal constituye una buena muestra de las estrechas relaciones mantenidas entre el concejo y la monarquía. Así pues, para comprender y valorar en su justa medida las transformaciones experimentadas en la tierra de Benavente a raíz de la llegada de los Pimentel al señorío a la ciudad, es preciso conocer, aunque sea de una forma somera, la trayectoria seguida por la villa durante estos siglos.
El impulso dado a la villa por la iniciativa regia a través de la concesión de las cartas forales de 1164 y 1167 se tradujo en un amplio desarrollo urbano, particularmente reconocible desde las dos últimas décadas del siglo XII. El grueso de los nuevos pobladores fueron levantando sus casas en la parte llana de la villa y en las laderas del cerro. La actividad constructiva durante los siglos XII y XIII fue muy intensa. Al impulso inicial, patrocinado por la monarquía, hay que añadir la iniciativa de los propios vecinos, de las instituciones eclesiásticas, de algunos miembros de la nobleza y particularmente de las órdenes militares. No deja de ser sintomático el hecho de que buena parte de las noticias relacionadas con la labor constructora se refieran a la edificación, consagración y dotación de nuevas iglesias, como las de San Martín, San Juan del Mercado o San Salvador, signo inequívoco del establecimiento de pobladores y de la creación de nuevas colaciones.
Ya en la segunda mitad del siglo XII se constata la existencia de parroquias, con su población correspondiente, tan distantes entre sí como Santa María de Ventosa, San Martín, San Miguel, San Juan del Mercado, o el Santo Sepulcro. En las primeras décadas del siglo XIII se documenta otro número importante de templos alcanzando en total la docena, lo cual nos sugiere un amplio desarrollo del plano urbano para esta época.
Este panorama de perceptible prosperidad vino a truncarse al menos desde los últimos años del siglo XIII. A una coyuntura económica depresiva general inherente a la segunda mitad de la centuria en el reino de Castilla, hay que añadir otras circunstancias desfavorables que afectaron especialmente a Benavente y su tierra. Según diversas fuentes la ciudad se vio involucrada en los enfrentamientos protagonizados por el rey Alfonso X y su hijo, el infante don Sancho, por la cuestión sucesoria. El infante negoció con el concejo la adhesión de la villa a su causa obteniendo una respuesta positiva, pero todo apunta a que esto debió suponer un notable esfuerzo fiscal y militar por parte de los vecinos. En mayo de 1285, pocos meses después de su llegada al poder, Sancho IV otorgó un privilegio a la ciudad intentando poner remedio a la grave situación por la que atravesaba el concejo y concediendo diversas exenciones fiscales con el fin de asegurar su supervivencia: "porque nos fizieron entender que la villa era muy despoblada".
El siglo XIV viene marcado por los efectos negativos de la crisis bajomedieval y por las luchas nobiliarias y banderizas en el seno del concejo. En otro orden de cosas, el tradicional concejo abierto que había regido los destinos de Benavente desde la época de la repoblación dio paso, a partir de 1345, al sistema del regimiento, en aplicación de la conocida reforma político-administrativa de Alfonso XI que buscaba un control más efectivo sobre las ciudades castellano-leonesas. Sin embargo, a partir de la segunda mitad de siglo la villa inició un lento pero firme proceso de señorialización, abandonando en varias ocasiones su pertenencia secular al realengo.
El primer ensayo se produjo en 1374, año en que don Fadrique, hijo bastardo de Enrique II, recibió la ciudad a título de ducado en el marco de las llamadas mercedes enriqueñas. La donación debe inscribirse dentro de otra operación de mucho mayor calado político, cuya finalidad última era una posible unificación de los reinos de Castilla y Portugal. En este contexto, fueron diseñadas diversas alianzas matrimoniales en un intento de establecer nexos sólidos entre ambos reinos. El casamiento de don Fadrique con la infanta doña Beatriz, hija del rey portugués, fue uno de los hitos más destacados de esta estrategia. Se trata, sin embargo, de una etapa muy poco conocida de la historia de ciudad, debido a la escasez de documentación conservada sobre este periodo.
Para los benaventanos, la llegada del duque a la ciudad se tradujo en una etapa de abusos señoriales y exigencias fiscales desorbitadas, siendo considerado, a todos los efectos, como un malhechor feudal. Sin embargo, pese a todo, parece que don Fadrique, a diferencia de lo que haría más tarde el primer titular del condado de Benavente, mantuvo un relativo respeto hacia las instituciones y oficios concejiles.
Tras la derrota castellana en la batalla de Aljubarrota, Portugal decidió retomar la iniciativa bélica, afrontando la invasión del reino vecino. De esta forma en la primavera de 1387 un ejército mixto anglo-portugués, bajo el mando del duque de Lancaster, acampó ante los muros de Benavente sometiéndola a un violento asedio. Las consecuencias de este cerco para la villa fueron desastrosas, afectando no sólo al castillo y a las murallas, sino provocando también la destrucción total o parcial de diversas iglesias, algunos monasterios, viviendas en general y las tierras de cultivo. Muchos vecinos perdieron la mayor parte de sus bienes, circunstancia que afectó lógicamente al desarrollo social y económico del concejo.
Después de la caída en desgracia del duque don Fadrique y de su ingreso en prisión a partir de 1394, Benavente volvió a estar de nuevo bajo la órbita señorial aunque muy vinculada a la corona real, esta vez en la persona de Catalina de Lancaster, mujer de Enrique III. Para los vecinos esta circunstancia fue interpretada como una vuelta, de hecho, al realengo. Al menos en su memorial, varias veces citado en esta exposición, se afirmaba que con el señorío de la reina habían conseguido olvidar todos los males sufridos en el pasado, aunque esta situación "por nuestros pecados nos duró muy breve tiempo".
Así pues, con la donación de la villa por Enrique III el 17 de mayo de 1398 al noble portugués Juan Alfonso Pimentel, se venía a cerrar este proceso de señorialización iniciado en el año 1376, esta vez de una forma definitiva. A partir de entonces, tal y como los propios vecinos constataban en su misiva al monarca, nada volvió a ser igual. El nuevo conde tomó posesión solemne de su villa el 8 de julio de ese mismo año en el monasterio de San Francisco y a partir de ese mismo momento, haciendo uso de las atribuciones señoriales recogidas en la merced regia, comenzó a poner toda la maquinaria concejil a su servicio.
Como ya señaló acertadamente Julio Valdeón, lo que realmente resultaba inasumible para una villa como Benavente, con una sólida organización concejil y una larga tradición de independencia, era aceptar ahora el señorío de un noble extranjero, sobre todo si éste se ejercía de una forma totalmente arbitraria. Será con el segundo titular del condado, Rodrigo Alfonso Pimentel, cuando el concejo renuncie por fin a todas sus quejas y demandas legales interpuestas contra Juan Alfonso y sus herederos por los abusos cometidos. Entre ellos se cita, a título anecdótico, la utilización de los pilares de piedra del puente de Castrogonzalo como materiales de construcción para su capilla del citado monasterio de San Francisco. El documento, escriturado en 1422, suponía en la práctica la aceptación definitiva del señorío de los Pimentel sobre la ciudad a cambio de una reducción significativa de su contribución fiscal y la aceptación tácita de la existencia de ciertos límites al poder señorial.
Escudo de Catalina de Lancaster en el claustro de Nuestra Señora de la Soterraña en Santa María la Real de Nieva |
Escudo del V Conde de Benavente, Alonso Pimentel (1499-1530), en la iglesia de Santa María del Azogue |
Escudo del V Conde de Benavente, Alonso Pimentel, en el Hospital de la Piedad |
Banderolas con la leyenda "Más vale volando", procedentes del retablo de la Iglesia de San Miguel de Moreruela de Tábara (Zamora) |
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