Vista aérea de Benavente en 1966 |
El estudio de la evolución del plano urbano de Benavente durante la Edad Media presenta en la actualidad todavía muchas incógnitas, especialmente en todo el periodo anterior al siglo XV, esto es a la llegada de los Pimentel al señorío de la villa a partir de 1398.
La escasez de documentación para estas épocas dificulta enormemente la interpretación de ciertas referencias textuales con las que nos vamos topando en los diplomas de forma siempre puntual. Esta circunstancia se extiende, lógicamente, a todo lo que tiene que ver con el nacimiento y desarrollo de los nuevos barrios, las diferentes fases en la fortificación de la villa, su recinto murado, las distintas puertas de acceso y el castillo o fortaleza. Un castillo que debió existir incluso antes del momento de la repoblación, en época de los reyes leoneses Fernando II y Alfonso IX.
Hoy no existen dudas de que la villa de Benavente no fue creada “ex novo” por el rey Fernando II, sino que fue la sucesora de un antiguo “castro” o núcleo fortificado citado ya en el fuero de 1167 como “Malgrad”. De su existencia tenemos constancia desde la primera mitad del siglo XII. La identificación de ambos topónimos es una cuestión que hoy debe considerarse definitivamente zanjada, pues las referencias documentales a este respecto resultan abrumadoras. Cuestión distinta es determinar hasta qué punto una población es la sucesora de la otra, qué hay detrás de este cambio de denominación y cuáles fueron las circunstancias en las que esta mutación se produjo.
El primer testimonio escrito que hemos podido recoger referente a lo que hoy es Benavente procede de una donación real fechada el 26 de noviembre de 1115. Se trata de la entrega que hace la reina Urraca, junto con su hijo Alfonso, de la mitad de la villa de Caneda y el monasterio de Ledesma a la iglesia de Compostela. El documento se escritura "in Castro quod dicitur Malgrado". Se constata también la presencia en este lugar de la reina y una destacada representación de los miembros de su corte. Entre los confirmantes reconocemos a miembros de la familia real, las infantas Sancha y Elvira, el obispo de León y diversos condes. Entre ellos comparece cierto “Fernandus Fernandiz”, personaje cercano al círculo de la reina en estos años y que a partir de 1117 comienza a confirmar en los diplomas como “conde” o “cónsul” de Malgrad.
El tenente, identificado frecuentemente con el dominus villae, es, sin duda, una de las piezas fundamentales en la administración territorial de la monarquía castellana y leonesa. Se trata de una autoridad delegada del poder real desempeñada frecuentemente por miembros relevantes de la nobleza. En ocasiones compatibilizaban una dignidad en la corte con el disfrute de una tenencia. Sus competencias eran básicamente militares y de percepción de impuestos reales, aunque en ocasiones -según se desprende de los textos de algunos fueros- se solapaban las funciones del tenente con las propiamente concejiles. El nombramiento no presuponía una permanencia estable en este puesto. De hecho, tanto en el caso de Malgrad como en el de otras villas leonesas, el funcionario estaba sujeto a la discrecionalidad real, al parecer en función de la coyuntura política y militar.
La precariedad en el desempeño de las tenencias no deja de ser un aspecto a destacar. Las posibilidades en este sentido son muy variadas. Lo más frecuente era que una persona tuviera bajo su control una villa, pero también era común que un mismo delegado real desempeñara esta función en varias villas relativamente próximas. Menos usual, aunque está documentado, es la situación inversa, es decir varias personas compartiendo el disfrute de una tenencia. De cualquier manera, el desempeño del oficio estaba sujeto a continuos cambios, tanto en las personas como en los destinos a cada uno de ellos asignados. No obstante, era frecuente que la tenencia o tenencias de una determinada región recayeran en los miembros de un mismo linaje durante varias generaciones. Así, en el caso concreto de Malgrad, observamos cómo ciertas familias controlaban también las tenencias de otras villas próximas, en las que tenían, además, destacados intereses patrimoniales.
La figura del conde Fernando Fernández estuvo unida a la dignidad condal y la tenencia de Malgrad durante un largo periodo, hasta el punto de que esta circunstancia fue recordada en su epitafio. Hace unos años, José Luis Senra dedicó un interesante artículo a los enterramientos del monasterio de San Zoilo de Carrión de los Condes. En la inscripción de lauda de Fernando Fernández se consigna su fallecimiento en 1126 y se le denomina “consulis illustris Fernandi Malgradiensis". Según José Luis Senra, nuestro conde fue uno de los descendientes del linaje de los Banu-Gómez, fundadores del monasterio.
Osorio Martínez, que ocupa el cargo algunos años después, también estuvo casado con una hija de Fernando Fernández; de esta forma, la tenencia de la plaza se mantuvo vinculada a este grupo familiar. Sabemos que los Osorio, señores de Villalobos, poseían bienes en varios puntos de la comarca, pero su influencia en la región debió ser realmente importante, puesto que casi todas las menciones documentales que conocemos relativas a este linaje se refieren a transmisiones de heredades localizadas en estas tierras. Por tanto, se trata de personajes que centran su actuación como oficiales regios en zonas coincidentes, en buena medida, con aquellas donde tenían sus intereses patrimoniales.
A partir de la repoblación de Malgrad por Fernando II se producen importantes cambios en la tenencia y en la configuración de antiguo “castro”. Desde diciembre 1168 el nombre de “Malgrad”, Malgrado”, “Malo Grato”, “Malgrat”, etc., desaparece de todos los diplomas de la cancillería regia, y en su lugar en los documentos oficiales se utiliza sistemáticamente la nueva denominación de “Benaventum”, “Benavente”. Sin embargo, el nombre de Malgrad no desapareció completamente de la memoria colectiva. Sigue utilizándose ocasionalmente en ciertos diplomas, y parece que los propios benaventanos empleaban esta denominación para referirse a una parte de la villa que consideraban antigua o primigenia, e incluso a un castillo o fortificación del que quedaban estructuras en pie o restos en los siglos XIV y XV. En unas “Ordenanzas de la villa de Benavente”, del siglo XV, hoy conservadas en la Biblioteca Nacional, se menciona la “Cárcava de Malgrado”. Desgraciadamente, no se nos proporcionan más detalles sobre su localización exacta. Todo lo que sabemos es que era uno de los muradales de la villa en el que los vecinos podían arrojar las aguas de lavar el pescado.
Aportamos ahora un documento inédito que vuelve a situarnos en esta problemática, pero con nuevas aportaciones de interés. Se trata de un pergamino del Archivo del monasterio de Sancti Spiritus de Toro. Se existencia me fue comunicada recientemente por Víctor de Castro León, y gracias a su amabilidad me ha facilitado una fotografía del mismo para su estudio y transcripción.
Estamos ante una venta que hacen en 1351 Marina Andrés, manceba de Juan Fernández, clérigo, y su hijo Pedro, moradores en la Puebla de San Martín de Benavente, a Aldonza Fernández, mujer que fue de Fernando Pérez, bufón, de una casa que llaman "La Panera", situada en Benavente, en la calle de la Muela, junto al castillo que llaman de Malgrado. El precio acordado es de 400 mrs., entregando en su lugar por los compradores dos tazas de plata.
El vocablo “muela” debe ser interpretado, en este contexto, con el mismo significado asignado a “mota”, esto es: “elevación del terreno de poca altura, natural o artificial, que se levanta sola en un llano”, o bien: “cerro escarpado en lo alto y con cima plana”. La “calle de la Muela” sería, por tanto, equiparable a la “calle de la Mota”, lugar en el que existirían a mediados del siglo XIV varias casas y paneras y, además, en las cercanías del llamado “Castillo de Malgrado”.
La palabra muela viene del sustantivo latino mŏla (a su vez del verbo mŏlo, molere,'moler', 'triturar', 'pulverizar. En el siglo XII hay algún documento benaventano que utiliza esta versión latina, y que probablemente se está refiriendo al mismo sector de la villa.
Así, en 1221 se formaliza un pacto el monasterio de San Martín de Castañeda con María Domínguez, hija de Domingo Muñiz de Villela, en virtud del cual dicha doña María Domínguez, a cambio de ciertas donaciones, recibe el usufructo vitalicio de varios bienes, entre ellos: “concedimus mediatatem domos quas habemus in Benauentum in loco que uocant Illa Mola et ipsos prenominatos domos fuerunt de Egido Picoti”, (concedemos la mitad de las casas que tenemos en Benavente, en el lugar que llaman La Muela, y estas casas citadas pertenecieron e Egido Picoti”.
Tenentes de Malgrad hasta 1167 |
APÉNDICE DOCUMENTAL
1351, octubre, 10. Benavente.
Marina Andrés, manceba de Juan Fernández, clérigo, y su hijo Pedro, moradores en la Puebla de San Martín de Benavente, venden a Aldonza Fernández, mujer que fue de Fernando Pérez, bufón, una casa que llaman "La Panera", situada en Benavente, en la calle de la Muela, junto al castillo de la villa que llaman de Malgrado. El precio acordado es de 400 mrs., entregando en su lugar por los compradores dos tazas de plata.
A. Archivo del monasterio de Sancti Spiritus de Toro. Orig. Perg., gótica cursiva. Buena conservación.
REG. P. GALINDO ROMERO, “Catálogo del Archivo del monasterio de Sancti Spiritus de Toro”, Archivos Leoneses, 59-60 (1976), pp. 205-236.
Sepan quantos esta carta vieren commo yo, Marina Andrés, mançeba que fuy de Iohán Ferrández, clérigo de Villa Nate, e yo Pedro, su fiio, moradores que somos en Benauente a la Pobra de San Martino, vendemos a uos, Aldonça Ferrández, moger que fuestes de Fernant Pérez bufón, morador en este dicho lugar de Benauente, una casa que dizen Panera, que es en este dicho lugar, en la Muela, la qual fue de Feresma Martínez, que ha por términos de la una parte panera que fue de la dicha Feresma Martínez, e de la otra parte panera de Iohán López, e de la otra parte el castiello desta dicha villa que dizen de Mal Grado, e enfrenta enna dicha calle que dizen de la Muela. E esta dicha casa que dizen Panera ya dicha, así determinada, con entradas e con salidas, e con todos sos derechos e pertenençias vos vendemos e vos otorgamos por quatroçientos maravedís, desta moneda que corre a diez dineros el maravedí, que vos nos diestes e nos de vos resçebimos, de que nos otorgamos por bien pagados por dos taças de plata que de vos resçevimos en fes del notario e de los testigos desta carta, e desde oy día en delante, por esta carta, vos damos e vos entregamos con el jur e con la posesión e con el sennorío, e con la propedat de la dicha casa que dizen Panera, que nos vos vendemos, con tal manera que vos que la ayades e la entredes, la posideades para dar e donar e vender e cambiar e enpennar e enagenar, e para faser della e en ella toda vuestra voluntad assí en la vida commo en la muerte, commo de la cosa más llibre e más çierta que vos ficiéredes o podriedes aver en qual manera que sea, e obligamos nos por nos e por todos nuestros bienes mobres e rayzes, ganados e por ganar de vos esta dicha casa que dizen Panera que vos nos vendemos salvar e amparar e arrendar e de vos la fazer sana e salva de quienquier que uos la demandar o embargar o contrariar por qual razón quier a todo tiempo.
E por que esto sea firme e non venga en dubda roguemos a Iohán Pérez, notario público del rey en Benauente, que mandase escriuir esta carta e fiziese en ella so sygno. Testigos que fueron presentes: Diego Rodríguez, tendero, Pedro Miguéllez, alfayate, que mora en la Rúa, Fernán Pérez, sacristán que fue de Santa María de la Çogue, e otros.
Fecha en Benauente, diez días de othubre, era de mill e treçientos e ochenta e nueve annos. Yo, Iohán Pérez, notario sobredicho, fuy presente a esto que dicho es, e al ruego sobredicho fiz escriuir esta carta, e fiz en ella mío signo que es a tal (signo) en testimonio de verdat.