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sábado, 14 de marzo de 2009

La Virgen de las Encinas de Abraveses - Historia y leyenda de un santuario del Valle del Tera

Vista de la fachada occidental del santuario de la Virgen de las Encinas

Abraveses es una pequeña localidad zamorana situada en el valle del Tera. En la actualidad, desde el punto de vista administrativo, constituye una pedanía de Micereces. La otra entidad local menor del municipio es Aguilar. Los tres núcleos de población apenas superan en su conjunto los 500 habitantes, siendo Micereces el más dinámico y mejor comunicado gracias a su puente sobre el río.

Ubicado en las fértiles tierras de la vega del Tera, concretamente en el reborde de una de sus terrazas, Abraveses une a sus atractivos naturales la existencia de dos edificios eclesiásticos de particular interés: su iglesia parroquial de Santiago Apóstol y el Santuario de Nuestra Señora de las Encinas, éste último muy apreciado por los devotos de toda la comarca.

Los primeros testimonios del poblamiento de estos solares se remontan a la Prehistoria, como ocurre con buena parte de las localidades del Tera. Indicios achelenses se registran en unas de las terrazas abiertas sobre el valle, en el pago de Las Pedreras. Aquí el profesor José Ignacio Martín Benito ha documentado, al menos, un canto tallado con filo simple y subrectilíneo, un diverso y una lasca, todo ello de aspecto rodado.

La propia ermita se asienta sobre un importante yacimiento arqueológico. Los restos ocupan una extensa área alrededor del templo. Las prospecciones de este entorno han proporcionado un variado material cerámico de época romana, principalmente “tegulae” e “ímbrices” y algún resto de “dolium”. Algunas de estas piezas presentan signos de combustión, lo que unido a la abundante escoria dispersa por el terreno ha hecho pensar en un posible horno de fabricación cerámica.

El emplazamiento, típicamente castreño, como ya advirtieron Martín Valls y Delibes de Castro, sugiere una ocupación temprana, incluso prerromana. Los hallazgos se centran en “terra sigillata” hispánica, decorada con los típicos frisos de círculos con motivos vegetales y de aves en su interior. También se documentó en los años 70 un pie de vaso subgálico con la marca del ceramista "OFI QVINTI". Por sus rasgos morfológicos se ha fechado en la segunda mitad del siglo I d.C. Muestras puntales de “sigillata” tardía invitan a llevar la secuencia ocupacional a finales del siglo IV o principios del siglo V, momento que tal vez marca el final del asentamiento antiguo.

Las primeras referencias documentales sobre Abraveses son ya del siglo XI. En 1069 Fernando Flaínez y Jimena Daniéliz, su mujer, hacían entrega al monasterio de Santa Marta de Tera de sus villas, granjas o caseríos llamadas Ribela, Abraveses y Nogarejas, con todas sus casas, tierras, viñas y más pertenencias. La posesión de bienes en Abraveses por esta importante familia de los Flaínez, da argumentos para situar en este entorno el monasterio de San Pelayo, fundado o propiedad de Armentario Flaínez en la primera mitad del siglo XI. En el mapa IGC 1:50000 (Hoja 307) aparece un arroyo de San Pelayo muy próximo a Abraveses y Micereces, que desemboca en el Tera.

A mediados del siglo XVIII Abraveses era una aldea perteneciente al señorío del conde de Benavente e integrada en el alfoz concejil. Según las Respuestas Generales del Catastro de la Ensenada, su término comprendía una media legua de levante a poniente y una legua de norte a sur. Confinaba al "norte con el término del lugar de Sitrama, por el poniente con término de la villa de Santibáñez, por el sur con el de Santa María de Valverde y con el levante con el del lugar de Miseceses". Contaba entonces con 28 vecinos, incluidas viudas y pobres, y 28 casas habitables.

Se asienta el santuario al sudeste del pueblo, en un pago con el significativo nombre de Casares, aproximadamente a medio kilómetro del casco urbano. El edificio actual fue construido en la segunda mitad del siglo XVIII, empleando el sillarejo en sus paramentos exteriores y el sillar para reforzar sus esquinas y vanos. Se relegó el ladrillo para rematar los aleros, levantar la espadaña y construir las arcadas de sus pórticos. Esta techumbre porticada guarnece tanto el acceso principal de los pies, como las fachadas sur y norte.

Existió, sin duda, un edificio anterior del que no existen restos visibles en su fábrica. Su origen debe remontarse al menos a los siglos XII o XIII. De esta época es una talla románica de la Virgen con el niño, hoy custodiada en la iglesia parroquial. Muy probablemente fue la imagen titular del santuario hasta su sustitución por la imagen anodina que hoy preside el retablo principal. Se sucumbió así, una vez más, a la moda barroca de desechar las tallas antiguas para sustituirlas por imágenes vestideras.

En el siglo XIV el santuario era ya un centro de devoción importante en el valle del Tera, como se comprueba por las donaciones piadosas de sus pobladores. Así en 1370 Juan Fernández, clérigo curero de la iglesia de Micereces de Tera, escrituraba sus últimas voluntades y se mandaba enterrar en el monasterio de Santo Domingo de Benavente. Entre sus mandas testamentarias incluye: "... a Santa María de las Enzinas hun maravedí".

El santuario actual sorprende por sus notables dimensiones para lo menguado de su población. Presenta planta de cruz latina con cabecera recta. Por el lateral sur se adosa la antigua vivienda del ermitaño, reducida a una espartana estancia carente de interés.
El interior de la iglesia tiene una única nave, muy alargada, techada de madera y precedida por un coro sobre el acceso occidental. La oscuridad de esta nave contrasta con la notable iluminación del área del presbiterio y el crucero. Se cubre este último con cúpula sobre pechinas y tambor circular, adornada de yeserías.

El retablo principal es obra barroca de muy avanzado el siglo XVIII, según consta en la inscripción que recorre la moldura de la predela: "DOROSE ESTE RETABLO EN EL AÑO DE 1786 SIENDO CURA EL SEÑOR DON FERNANDO GULLÓN". Cobija en su único vano la Virgen de las Encinas, imagen vestidera de bastidor, como ya se dijo, engalanada con gran esmero por los vecinos.

Retablo principal con la imagen de la Virgen de las Encinas

De mención es también un Santiago Apóstol ataviado como peregrino en un retablo lateral. Parece proceder de la iglesia parroquial. Viste túnica, esclavina y palio, arremolinado sobre su brazo derecho y con nudo central a la altura de la cintura. Se cubre con sombrero de ala ancha y venera prendida. Porta caña, en lugar de bordón, en su mano derecha y libro abierto en su izquierda. Según los datos proporcionados por Clemente Vara Gallego en un panel explicativo, es obra del escultor benaventano Gamazo de hacia 1824. Su repintado actual, algo chirriante, desmerece la labor de su artífice original.

La pieza más llamativa de todo el santuario es el "Túmulo". Se trata de un catafalco hecho a principios del siglo XIX por el maestro ensamblador y carpintero Guillermo de Benavente. Consta de cuatro cuerpos cúbicos decorados con diversos relieves y pinturas. En el frente encontramos una representación de la Trinidad: con las figuras del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Corona la estructura un esqueleto armado con una guadaña y una azada. Su hechura recuerda notablemente a otra pieza similar existente en el santuario de Nuestra Señora de la Carballeda, en Rionegro del Puente.

Sobre los orígenes de esta devoción mariana de Abraveses de Tera existen diferentes tradiciones y versiones. Una está relaciona con la aparición de la Virgen sobre una encina a una pastorcilla que cuidaba su rebaño. Testimonio de ella es un relieve con este asunto que corona el retablo principal. Otra versión complementaria menciona a unos cazadores.

También parece estar relacionado este culto con la protección de las tormentas y la curación de enfermos, como prueban los exvotos presentes en el interior del templo y alguna pintura testimonial. En una pequeña tablada colgada en el muro izquierdo de la nave se lee la siguiente leyenda:

"Andrea Domínguez, hija de María Martínez, vecina de Abrabeses, estando con una grabe enfermedad la ofrezió su madre a Nuestra Señora de las Enzinas, i por su interzesión sanó. Año de 1784". Acompaña a este texto una pintoresca e ingenua imagen de la enferma en su lecho acompañada de la Virgen.

Estamos ante una fórmula devocional muy común en el panorama hispano y europeo, probablemente emparentado con cultos ancestrales a los montes y árboles, sean estos encinas, robles u olivos.
En Abraveses de Tera conmemoran a Santiago Apóstol, el 26 de julio, y a la Virgen de las Encinas, el último domingo de agosto. Cada siete años se celebra una romería con especial significación. Se baja la imagen desde su ermita a la iglesia parroquial sobre una carroza, donde permanece por espacio de nueve días. A continuación, se efectúan las célebres pujas para entronizar de nuevo la imagen en su dosel.

Acceso principal del templo
Imagen de la Virgen de las Encinas
Talla de Santiago ataviado como peregrino
Túmulo
Detalle del catafalco, con una representación de la Trinidad: El Padre, El Hijo y el Espíritu Santo
 Exvotos y tabla de Andrea Domínguez
Ventana lateral
Interior del pórtico norte
Vista de la cabecera del templo
Cúpula sobre pechinas decorada con yeserías

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