![]() |
Vista de la cabecera de la iglesia del monasterio de Moreruela |
El río Esla fue un gran eje vertebrador del poblamiento del norte zamorano durante la Edad Media, tanto desde el punto de vista de las comunicaciones como del asentamiento en torno a sus riberas de un buen número de villas, aldeas y fundaciones monásticas. Al pie del curso fluvial discurría un trayecto considerable de la llamada Vía de la Plata, al menos desde Montamarta hasta las inmediaciones de Benavente. La antigua calzada fue utilizada también como vía de peregrinación hacia Santiago de Compostela, aprovechando las favorables condiciones del terreno y las infraestructuras viarias (puentes, barcas, centros asistenciales, etc.).
Uno de los primeros monasterios documentados en esta ruta fue el de Moreruela, fundado según las fuentes altomedievales a finales del siglo IX por San Froilán y San Atilano, bajo los auspicios del rey Alfonso III. Es difícil concretar hasta qué punto la posterior fundación cisterciense de Santa María de Moreruela, a mediados del siglo XII, fue heredera de esta primitiva, lo cierto es que existió una larga tradición que así lo reivindicaba y fue transmitida por los historiadores de la Orden. Durante los siglos XII y XIII Santa María de Moreruela se convirtió en una de las fundaciones monásticas con mayor peso en el norte de Zamora. Su dominio territorial se extendía por un gran número de villas y aldeas de toda la región.
Dentro de los ricos fondos documentales del monasterio de Santa María de Moreruela, hoy en el Archivo Histórico Nacional, encontramos un pergamino del 1287 con especial interés para el conocimiento de la historia de Castrogonzalo durante la Edad Media. Se trata de una donación entre particulares que en principio no afecta a los intereses patrimoniales del monasterio, pero probablemente en algún momento parte o todos los bienes registrados en esta carta pasaron a ser de su propiedad.
El 5 de enero de 1287 el matrimonio formado por Pedro Yáñez Pistón y doña Mioro entregaron un total de trece tierras de labor y tres viñas a Marina Peláez, hija de Andrés, casada con su hijo Ferrán Pérez. El acto jurídico se formalizó en la villa de Benavente, escriturado por el escribano Francisco Pérez, por mandato del notario público Juan Ruiz y con la asistencia de varios testigos. Todas estas tierras y viñas objeto de la donación estaban situada en el término de Castrogonzalo. Cada una de ellas es descrita en la donación con toda minuciosidad, indicando los nombres de los pagos para su localización, los propietarios con los que lindan y otras valiosas referencias espaciales, como los caminos, la proximidad al puente o a otras poblaciones más cercanas. A través del cotejo de todos estos datos se obtiene una visión bastante detallada del paisaje rural y la organización del terrazgo de la aldea a finales del siglo XIII.
En el siglo XIII Castrogonzalo era una aldea integrante del alfoz del concejo de Benavente, concretamente en la llamada merindad de Allende el Río. Desde el punto de vista de la organización eclesiástica dependía del obispado de Astorga y contaba, ya en esta época, con dos parroquias, lo cual denota una cierta relevancia demográfica y económica de su población: la parroquia de San Miguel, o del Barrio de Arriba, y la de Santo Tomás, o del Barrio de Abajo.
Otro de los elementos destacados de Castrogonzalo en el siglo XIII era su castillo, construido en la parte alta del cerro y cuyos orígenes remiten a la propia fundación de la población. En época de Alfonso IX, coincidiendo con las disputas fronterizas entre Castilla y León, el castillo es citado en varias ocasiones en la documentación como la sede de una tenencia, con un magnate responsable a su cargo y con un alfoz propio. En 1230, dentro de los acuerdos establecidos en Benavente entre Fernando III y sus hermanas para la unión de los reinos de León y Castilla, se vuelve a mencionar el castillo. A partir de entonces, parece que la fortificación perdió su interés estratégico, y no volverá retomarlo hasta el siglo XV, ya en un contexto político muy distinto.
Respecto al puente sobre el río Esla, los primeros testimonios conocidos corresponden también al reinado de Alfonso IX. Es muy posible que en este momento se construyera un primer viaducto de piedra, aprovechando la revitalización de una ruta que, cruzando el río, permitía acceder de una forma segura y directa a la villa de Benavente. En torno a 1221 y 1222, contamos con referencias al cobro de portazgos en este lugar y a la celebración de una feria de quince días en la festividad de Santa Marina.
Las trece tierras y las tres viñas descritas en el documento de Moreruela nos acercan, como hemos dicho, a la organización del terrazgo de Castrogonzalo, pero también proporcionan detalles muy relevadores de la estructura de la propiedad y el paisaje agrario de todo el entorno de la aldea. Todo el territorio administrado y dependiente de la comunidad de vecinos recibe el nombre de “término”, dentro del cual existían un buen número de propietarios, tanto de las viviendas del núcleo urbano como de las tierras y heredades de su terrazgo.
Las explotaciones agrarias se organizan y agrupan en pagos. En el documento afloran viarios de los microtopónimos con los que eran conocidos en la tradición popular: “La Cabaña”, “Los Barriales”, “El Barrial”, “Los Arenales”, Las Pinillas”, “La Riba del Falconero”, “La Vega”, “El Villar”, etc. Dado que la mayoría de las tierras donadas limitan con otras tierras de otros propietarios, debe pensarse que estamos hablando de pequeñas y medianas propiedades, dedicadas a un mismo tipo de cultivo. Esto es patente en la denominación de alguno de estos pagos, como “Las viñas de Merced”, lugar donde se agruparían un conjunto de explotaciones dedicadas al cultivo de la vid.
La tierras y viñas del término cuentan con buenos accesos y comunicación a través de la red de caminos. Así se especifica en los deslindes de varias de ellas: “la carrera de Villalobos”, “la carrera de San Esteban del Molar”, “el camino que viene de la puente para Castro Gonzalo”, “el camino que viene de Valderas para la puente”, “el camino que viene de Castro Pepe para Fuentes”, “el camino que va de Castro Pepe para Castro Gonzalo”, etc.
En cuanto a los dueños de las heredades, el documento presenta un panorama de la propiedad de las tierras de cultivo muy disperso y repartido. El matrimonio formado por Pedro Yáñez Pistón y doña Mioro serían, en este sentido, unos privilegiados, pues la dote entregada en concepto de arras a Marina Peláez (trece tierras y tres viñas) sería solo una parte de su patrimonio total, y esta circunstancia a juzgar por otra documentación consultada no sería la habitual. En los deslindes de estas tierras aparecen otros propietarios, la mayoría aparentemente vecinos de Castrogonzalo o de poblaciones próximas. Hay otros casos en los que las explotaciones han acabado en manos de personas o instituciones religiosas relacionadas con la villa de Benavente. Así, una tierra en "Las Pinillas" pertenece a Domingo Iohannes de Benavente, yerno que fue de Juan Fernández, clérigo de Ventosa, mientras que otra parcela, en la "Riba del Falconero", linda con una tierra de Santa María del Azogue de Benavente.
Hay algunas alusiones al puente sobre el Esla que resultan de gran interés. Al igual que ocurre en la actualidad, la zona más próxima a las riberas del río recibe el nombre de "La Vega", con una orientación tradicional dedicada al regadío y al cultivo de huertas. Junto al puente se cita "El Villar" y una "alberguería". El propio puente y la alberguería tienen tierras de su propiedad, que lindan con algunas de las parcelas entregadas en arras por Pedro Yáñez y doña Mioro. Se trataría, por tanto, de un pequeño núcleo de población surgido en torno al tránsito de personas y mercancías en el puente, antecesor del barrio de Paradores o del Portazgo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario