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sábado, 11 de febrero de 2023

La iglesia de Santa Marta de Tera y la figura del obispo de Astorga Pedro Fernández (1241-1265)

 Imagen de Santiago peregrino de Santa Marta de Tera 


La iglesia de Santa Marta de Tera es bien conocida como uno de los ejemplos más puros de la arquitectura románica zamorana, tanto por sus notables valores arquitectónicos y escultóricos como por su privilegiado estado de conservación. El descubrimiento y difusión en los últimos años del denominado “fenómeno de la luz equinoccial” ha atraído la atención mediática sobre este pequeño templo rural y también el interés de los investigadores, pero quedan aún importantes incógnitas por despejar sobre la verdadera naturaleza de este edificio de origen monástico, su funcionalidad y la concreción cronológica de sus fases constructivas.

Nos ocuparemos en este artículo de una particular vinculación que se atisba entre nuestra iglesia y la personalidad del obispo de Astorga Pedro Fernández, conocido como "el venerable", y que desempeñó la dignidad de la mitra asturicense entre los años 1241 y 1265. Por otra parte, Pedro Fernández, parece que tuvo una reconocida devoción hacia Santa Marta también en la propia ciudad de Astorga, relacionada con su iglesia parroquial, y el funcionamiento de una cofradía y un hospital instituidos bajo la misma advocación.

Una de las claves de esta vinculación viene determinada por el contenido de ciertos textos que acompañan a tres lipsanotecas medievales halladas en la iglesia y que fueron dadas a conocer hace años por Ángel Panizo Delgado. Uno de estos testimonios escritos es especialmente significativo, pues se trata de una pequeña tira de pergamino de 130 mm. x 35 mm., con un breve texto escrito en letra gótica cursiva, cuya transcripción y traducción, según este mismo autor, serían las siguientes:

“Sancte marie virginis, Sancte eugenie…[borrado] iacent ibi in ista causela. Quiae reliquiae reconditae sunt in isto altare ad honorem beatae marte virginis per dominum p.[etrum] astoricensis episcopum quartum. Eram mccxcviii, ultima die februarii”.

[Reliquias] de Santa María Virgen y de Santa Eugenia [¿virgen?] están aquí en esta cajita. Cuyas reliquias se guardan en este altar, para honor de Santa Marta virgen, por Don P.[edro] IV obispo asturicense. Era de mil doscientos noventa y ocho, último día de febrero. (Equivale al año de mil doscientos sesenta de la Era Cristiana).

La otra pieza de pergamino alude, igualmente, a una deposición e identificación de reliquias. Estos documentos son conocidos como "auténticas". En este caso, es más breve y no incluye datación, pero todo apunta a que corresponde al mismo momento que la anterior, pues su letra y características formales son idénticas:

“Petri et Pauli. Sancti Longini. Sancti Martini episcopi. Qui iacent in ista causela”.

[Reliquias] de San Pedro y San Pablo. De San Longinos. De San Martín obispo. Que están en esta cajita.

Alguna precisión podríamos hacer sobre la transcripción, pero lo que nos interesa ahora resaltar es la presencia del obispo Pedro en Santa Marta de Tera "el último día de febrero" del año 1260. Parece que ese día se produjo un ceremonial litúrgico bien conocido por las fuentes medievales, consistente en una bendición o renovación del altar o altares de la iglesia, acompañada de una deposición de reliquias de diversos santos y mártires, todos ellos minuciosamente identificados con sus correspondientes "auténticas". Las pequeñas cajitas de madera o "tecas" utilizadas en este ceremonial procedían, en realidad, de un momento anterior. Su tipología y la letra visigótica cursiva empleada para identificar las reliquias remiten a modelos que se suelen fechar en el siglo XI o la primera mitad del siglo XII.

Muy relevante es también la fecha elegida para la solemne bendición de los altares y ocultación de las reliquias. El año 1260 (era 1298) fue bisiesto según el calendario juliano, y el "último día de febrero" correspondería al día 29, que fue domingo. Si bien es cierto que en Edad Media la asignación de los días bisiestos no estuvo siempre claramente regulada, en época de Alfonso X ya era práctica habitual añadirlos al último día del mes de febrero. El día 29 de febrero de 1260 era, además, el primer domingo posterior a la celebración de la festividad de Santa Marta. Según los calendarios litúrgicos, la iglesia asturicense conmemoraba a su mártir y patrona el día 23 de febrero.

Enrique Flórez menciona la existencia en Astorga de un "Breviario antiguo". Se trataría de manuscrito medieval,  confeccionado en vitela, y que puede atribuirse al siglo XIII. En él se incluía el culto de la mártir Marta el día 23 de febrero. Este libro se ha perdido, pero por las señas que nos da Flórez se trataría de una de estas recopilaciones de vidas de santos elaboradas con fines litúrgicos, compuestas, sin duda, para ser leídas el día de la festividad del santo protagonista.

En esta misma fuente se especificaba que la mártir padeció en Asia bajo el procónsul Paterno, que después de quitar la vida en África a San Cipriano, pasó a la Asia, y allí martirizó a Santa Marta: "Passio Sancte ac beatissime Marthe, que passa est in Asia sub paterno Proconsule die septimo Kls. Martii". Por el contrario, la tradición local quiere ver a la mártir como una de las principales referencias de su historia y, por tanto, oriunda de Astúrica Augusta. Su iglesia sería una de las primeras edificaciones religiosas del espacio urbano, levantada en el área en la que estuvo su propia residencia familiar. Santa Marta pasó a ser patrona oficial de la ciudad de Astorga mucho más tarde, a partir de un acuerdo del consistorio de finales del siglo XVII, luego escriturado formalmente en 1741. En cualquier caso, el 23 de febrero fue desde antiguo asignado a la conmemoración de su martirio.

Todas estas circunstancias apuntan a que el día 29 de febrero de 1260 se celebró en el pequeño templo de las orillas del Tera un solemne ritual, con la asistencia del obispo de la diócesis, muy importante para la historia y evolución del edificio, tal vez una nueva consagración del mismo, que culminaría alguna fase constructiva o de reforma que alteró sus elementos estructurales. La dedicación de una iglesia en la Edad Media era uno de los ritos más solemnes y minuciosamente reglados de la liturgia cristiana y, posiblemente, uno de los que más carga simbólica encerraba. Se santificaba el espacio creado y se preparaba para el culto que va a ser celebrado en su interior. Dentro del ceremonial, la deposición y ocultación de las reliquias de los mártires en el altar era uno de sus hitos ineludibles.

No es habitual encontrar los documentos fundacionales o de consagración de los templos medievales. Se han conservado numerosas inscripciones en piedra que hacen referencia directa o indirecta a este momento, pero son excepcionales las "actas" de consagración. En el Archivo Diocesano de Zamora existe un pergamino de reducidas dimensiones (136 x 75 + 10 mm.), del que pende un sello de cera, posiblemente de obispo zamorano Martín I. Alude a la consagración de la iglesia del Espíritu Santo, en uno de los suburbios de la ciudad. Fue hallado en un hueco bajo el ara de su altar, cuando se estaban realizando obras en el templo en los años sesenta. Según José Carlos de Lera Maíllo, en la parte dispositiva se relata como el obispo de Coria, Arnaldo, con el acuerdo del obispo Martín I, colocó con sus propias manos en un cofre las reliquias referentes a la leche de la Virgen, las de los apóstoles Andrés, Felipe y Santiago, las de los Santos Estaban, protomártir, Vicente y Clemente, las de las santas vírgenes, Marina y Eufemia, así como las Once mil vírgenes. La data indica el tiempo y lugar donde el acontecimiento tuvo lugar: el 12 de junio de 1211, que fue domingo.

En el caso de Santa Marta de Tera, este ritual de la deposición de reliquias debe también contextualizarse en un nuevo impulso en la organización y administración de la abadía de Santa Marta como dignidad dentro del cabildo catedralicio, abandonada ya definitivamente su condición de monasterio.

Según Augusto Quintana Prieto, durante el pontificado de Pedro Andrés (1206-1226) se instituyó en Santa Marta una canonjía con categoría de dignidad bajo la dirección de un miembro del cabildo que a la vez ostentaba la condición de abad. Este abad administraba las cuantiosas propiedades y rentas del antiguo monasterio en el valle del Tera, una vez extinguida la comunidad regular. No es posible establecer la fecha exacta para la creación de esta canonjía, pero aparece plenamente consolidada cuando termina el mandato de este obispo.

En 1228 el legado pontificio Juan, obispo de Sabina, establece unas nuevas constituciones para el cabildo y regula las asignaciones económicas de sus miembros. Las disposiciones reestructuraban la vida del cabildo asturicense, a instancias del obispo Nuño (1226-1241). Entre las cuatro abadías-dignidades consignadas se cita expresamente "la abadía que llaman de Santa Marta" con una asignación de 300 áureos. Las otra tres eran Compludo, Foncebadón y Santiago de Peñalba. El primer abad de estas características documentado en Santa Marta es Rodrigo Iohannes o Ibáñez, desde 1259. Este mismo personaje vuelve a aparecer en los años siguientes, y por tanto hay que relacionarlo de forma directa con la deposición de reliquias en Santa Marta de Tera realizada por el obispo Pedro Fernández el 29 de febrero de 1260.

Tanto el abad Rodrigo como el obispo Pedro Fernández aparecen conjuntamente en la documentación defendiendo los intereses patrimoniales de Santa Marta en varias ocasiones. Parece que el obispo estuvo especialmente involucrado en la recuperación de su prestigio y su solvencia económica por estos años. En 1259 tenemos noticia de una composición o acuerdo entre Rodrigo Iohannes, abad de Santa Marta de Tera, y don Viviano, abad del convento de San Martin de Castañeda, sobre los diezmos de las heredades en el sitio de Valmonio, del término de la iglesia de Vilella, propia de dicha abadía de Santa Marta, "a cuya composizión yntervino el señor don Pedro obispo de Astorga y puso su sello como también se pusieron los de dichos dos abades, el de la iglesia de Astorga y de tercero convento, todos cinco de zera pendientes en cordones encarnados. Su fecha en junio en la era de M.CC.L.XXXX.V.II. que corresponde al año de 1259".

El obispo Pedro Fernández volvió a visitar Santa Marta de Tera en el año 1261. A través del extracto de un diploma procedente del “Tumbo Negro de Astorga” sabemos que el 28 de noviembre se escrituró aquí una donación al obispo, y a la catedral, de unas heredades en “Uña de la Carballeda” (Uña de Quintana).

En 1262 el obispo está en Benavente interviniendo en una reclamación sobre los intereses de la abadía en la villa. El extracto que se ha conservado en la copia del Tumbo Negro de Astorga es el siguiente: "Requerimiento que hizo el señor obispo de Astorga don Pedro por si y por el abad de Santa Marta y el de Foncebadón a los jueces puestos por el rey en Benavente y a su concejo, sobre que providenciasen en el embarazo puesto por el arcediano de Benavente que priva que sus caseros en dicha villa labrasen las viñas y heredades, y que no se les comprase su pan y vino, y les hacía otras vejaciones, siendo así que el obispo y abades referidos eran vecinos de dicha villa y debían de gozar de los privilegios que todos los demás, sobre que respondieron darían parte de todo al señor obispo de Oviedo para que lo remediase, y donde no el consejo vería lo que se había de hacer en satisfacción de los agravios hechos a dicho señor obispo y abades. Pasó ante Gonzalo Miguélez notario público del concejo de Benavente".

Pedro Fernández también mantuvo una estrecha vinculación con la cofradía y hospital de Santa Marta de Astorga, instituida en la iglesia parroquial homónima, situada junto a la catedral. La fecha de su fundación no es conocida, pero diversas noticias apuntan a su pleno funcionamiento a mediados del siglo XIII. De todo ello se deduce una especial devoción del obispo por la patrona de Astorga. Ángel San Román en su "Historia de la beneficencia en Astorga" (1908) señala a este respecto lo siguiente:

"Por algunos escritos que se conservan, relativos a fundaciones hechas en ella, aparece que ya existía [la cofradía] a mediados del siglo XIII. Refiere uno de los escritos que la limosna de las bollas que se repartía el día de Santa Marta, no sólo a los cofrades, sino también a los pobres, que fueran a recibirla, la había dejado fundada el venerable don Pedro Fernández, obispo que fue de esta diócesis desde el año 1242 a 1265, como también dotó con la misma limosna la función que esta cofradía celebraba el lunes de Pascua de Pentecostés en la ermita o capilla del Espíritu Santo de la Cuesta. Y añade otra relación, que habla de lo mismo, que al dicho prelado se le llamaba el venerable y el limosnero. Sin duda en agradecimiento a la donación, era por lo que la cofradía cantaba todos los años el día de Santa Marta un responso sobre la sepultura de este obispo en la Catedral".

Contamos ya con varios estudios y monografías centrados en los aspectos históricos y artísticos de Santa Marta de Tera, entre ellos deben destacarse los de Fernando Regueras Grande, Augusto Quintana Prieto, José Manuel Rodríguez Montañés, Guadalupe Ramos de Castro o Mª Concepción Cosmen Alonso. En todos ellos, desde los trabajos pioneros de Manuel Gómez Moreno, se apunta a un primer edificio prerrománico correspondiente a la etapa fundacional. De él no quedarían más que muy leves indicios y algún elemento decorativo reaprovechado. En el templo románico que ha llegado hasta nuestros días es evidente la existencia de al menos dos fases constructivas.

La primera fase, la mayoría de los autores la inician a finales del siglo XI, pero con importantes actuaciones arquitectónicas y escultóricas que parecen situarse en las primeras décadas del siglo XII. Afectaría al plan general de la obra, con su planta de cruz latina, la cabecera, el transepto, los tres accesos y los muros de la nave hasta el arranque de las bóvedas. En el aspecto documental, este periodo tendría dos hitos significativos: por un lado, la donación del monasterio en 1063 por el rey Fernando I al obispo de Astorga Ordoño y, por otro, la donación de Alfonso VII en 1129 de todos los bienes del realengo y del condado situados dentro de su coto monástico. Este último documento resulta muy próximo en el tiempo con otra carta de 1128 en la que la infanta Sancha, hermana del rey, entregaba la iglesia de Santa María de Matilla al monasterio de Santo Tomé de Zamora, "noviter hedificato". Las similitudes y filiaciones estilísticas entre ambos templos son más que evidentes, especialmente en el aspecto exterior de su cabecera cuadrada.

La segunda fase, vendría condicionada por un cambio importante respecto al proyecto inicial. Podría tratarse simplemente de un nuevo impulso a la obra después de una interrupción durante varios años, o bien una intervención condicionada por un hundimiento o destrucción parcial del edificio, o por un incendio como apuntaba Gómez Moreno, a juzgar por ciertos indicios que observó en los muros del acceso occidental del templo. Esta fase tendría como actuación principal la cubrición de la nave mediante bóveda de arista. Los tres tramos se separan con arcos perpiaños, apuntados y doblados, que apean sobre simples repisas. Estas y otras actuaciones se suelen situar en los años finales del siglo XII, o ya bien entrado el siglo XIII. En el aspecto histórico, este momento debe relacionarse con cambios trascendentales en el estatus de la abadía de Santa Marta de Tera.

Sabemos de la participación del obispo Pedro Fernández en la consagración de al menos dos templos dentro de su diócesis. La más importante sería la de la propia catedral. No se ha conservado ninguna inscripción o testimonio escrito que detalle la fecha o las circunstancias de esta consagración, pero en una copia libraria del epitafio del monumento funerario del obispo se le atribuía, como uno de sus principales méritos, la consagración del templo catedralicio. Esta información vendría a avalar su participación en alguna de las fases constructivas de la iglesia de mediados del siglo XIII.

El epitafio, según Flórez, se conservaba en el "Manuscrito 37" del archivo de la catedral. El sepulcro se encontraba en la antigua Capilla de los Obispos, o de San Juan Bautista y San Pablo Apóstol, "hasta que le pasaron a otro sitio (en la pared de la puerta que mira al patio de Santa Marta, bajo una cruz pintada allí de quando consagró la iglesia)". En otra versión más amplia del epitafio se dice incluso que además consumar y consagrar la iglesia, la aumentó con muchos dones y que fue sepultado bajo un arco del templo. En opinión de Eduardo Carrero, el magnífico sepulcro medieval actualmente exhibido, fuera de contexto, en el Museo de la Catedral, tal vez deba relacionarse con este obispo, o con Pedro Andrés y Nuño, los tres vinculados con obras en la catedral durante el siglo XIII. El texto del Manuscrito 37, siguiendo siempre a Flórez, es el siguiente:

HIC REQVIESCIT FAMVLVS DEI PETRVS
FERNANDI ASTORICENSIS EPISCOPUS
QVI ECCLESIAM ISTAM CONSVMAVIT
ET CONSACRAVIT. QVI ETIAM REDIENS
DE EXERCITV DE GRANATA OBIIT APVD
ALBALA PROPE BENQVERENTIAM. VII.
IDVS IVNII. ET SEPVLTVS FVIT XIV. KAL.
IVLII. ANNO D. M. CC. LXV.
ORATE PRO EO
P. N. A. M.

La otra consagración consta por el epígrafe conservado en la iglesia de Faramontanos de Tábara (Zamora). Si bien el actual templo parroquial corresponde a una obra muy posterior, junto a la portada meridional hay empotrado un sillar de esquisto de 59,5 × 32 cm. que nos relata la dedicación de su fábrica a San Martín por el obispo Pedro de Astorga en la era 1283 (año 1245). La lectura y traducción de José Manuel Rodríguez Montañés es la siguiente:

PETRVS EPISCOPVS AS
TORICENSIS: CONSECRA
VIT: ISTAM ECCLESIA(m)
IN HONORE S(an)C(t)I MARTINI
SVB ERA MCCLXXXIII
VIII KALEND(as) M(ar)T(ia)S

Es decir, “El obispo Pedro de Astorga consagró esta iglesia (edificada) en honor de San Martín en la era de 1283 (año 1245) el 8 de las calendas de marzo (22 de febrero)”.

La lectura de las dos últimas líneas plantea algunos problemas de difícil solución. Máximo Gutiérrez Álvarez sugiere "era millesima ducentesima octogesima octava, octavo kalendas [...]". Esta datación correspondería al año 1250. Después de “kalendas” el texto se interrumpe abruptamente sin indicar el mes, aunque hay espacio suficiente para ello. La interpretación de Rodríguez Montañés respecto a la era MCCLXXXIII (año 1245) parece más convincente, pero no así las "kalendas martias", que además de algo forzada nos lleva a un 22 de febrero que no fue domingo, como prescribía la tradición de la Iglesia hispana para las consagraciones de templos. Revisando el calendario juliano del año 1245 resulta que el único día compatible con "VIII kalendas" que corresponda a un domingo sería el 24 de septiembre. No obstante, esta práctica de las consagraciones en domingo no siempre fue respetada, y sobre ello se podrían alegar varios ejemplos. como la catedral de Santiago, dedicada en 1211 "siendo la feria quinta de la segunda semana de Pascua" (21 de abril).

Epígrafe de consagración de la iglesia de San Martín de Faramontanos de Tábara (Zamora)

Vista de la nave de la iglesia de Santa Marta de Tera

Iglesia de Santa Marta de Astorga

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