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viernes, 16 de noviembre de 2012

Una magnífica tienda de terciopelo carmesí - La Reina Isabel II en Benavente

Isabel II con su hija Isabel, princesa de Asturias, según pintura de Franz Xaver Winterhalter (1885)

Juan de Dios de la Rada y Delgado, Viaje de SS. MM. y AA. por Castilla, León, Asturias y Galicia verificado en el verano de 1858, Madrid, 1860.

Doctor en Jurisprudencia; Abogado de los Tribunales Nacionales y de los Ilustres Colegios de Granada y Madrid; Caballero de la Real y distinguida orden de Carlos III; Catedrático de Arqueología en la Escuela Superior de Diplomática; Abogado consultor de los Reales Sitios; Académico correspondiente de la Real española de la Historia; Académico Profesor de la matritense de Jurisprudencia y Legislación, de la de Sevilla, y de la de Emulación y Fomento de la misma Ciudad; Académico de Número y mérito de la de Ciencias de Granada; de la Arqueológica española; Socio de número de la Económica Matritense, y de número y mérito de otras del Reino, etc., etc.

Benavente.

Algunos historiadores pretenden dar a esta villa un origen greco-escythico, conjeturando haberse conocido en la antigüedad con diversos nombres hasta que en la época romana recibió el de Benavente. Pero prescindiendo de estas opiniones que carecen de fundamento histórico, lo único que puede asegurarse es que ya existía aquella población antes de la dominación agarena.
Es un hecho indudable, aun cuando no consta la época en que acaeciese, que fue destruida por los árabes, toda vez que según las crónicas castellanas la reedificó el Rey D. Fernando II.
Sucesos importantes acaecieron en la villa con posterioridad, entre los cuales ocupa el primer término la entrevista que en 1230 tuvieron en ella el Rey D. Fernando III de Castilla y las Infantas sus hermanas, en la cual arreglaron sus diferencias, quedando cumplidos los deseos de la Reina Doña Berenguela reuniendo las coronas de Castilla y León en aquel monarca, quien pensionó con 30.000 doblas de oro anuales a sus hermanas, en cambio de la renuncia que en él hicieron de cuantos derechos pudiesen alegar a la corona de León.
Otro recuerdo digno de mencionarse en esta villa es el asedio que en 1387 la puso el Duque de Lancaster, habiéndola su gobernador defendido con tal entereza, que consiguió levantase el campo el ejército enemigo.
Perteneciente después a los Templarios, pasó, cuando se estinguieron, á la corona, concediéndola D. Enrique II mas tarde á su hijo bastardo D. Fadrique con el titulo de Duque, primera dignidad que de esta clase se dice hubo en Castilla. D. Fadrique fue uno de los regentes durante la minoría de su sobrino D. Enrique III el Doliente: pero mal avenido con las ideas de los demás que en unión con él gobernaban el estado, se retiró por dos veces á sus dominios de Benavente.
D. Enrique III en 1398 hizo merced de esta villa con título de condado á D. Juan Alonso Pimentel, cuya familia siguió poseyéndole hasta que, por el casamiento de Doña María Josefa Aldonza Pimentel con D. Pedro Alcántara Tellez Giron y Pacheco, Duque de Osuna, se unieron ambos títulos el 24 de diciembre de 1808.
Escudo de Benavente publicado en la obra de Rada y Delgado
La columna del General inglés Moore, compuesta de tropas indisciplinadas, arruinó el puente de Castro Gonzalez, dejando tristes huellas de su corta permanencia en la villa.
En una altura de suave pendiente se encuentra colocada la población, formando sus edificios, en anfiteatro, agradable perspectiva. Pintoresco paisaje ofrecen sus alrededores, que vistos desde la Mota presentan un aspecto encantador, distinguiéndose al Mediodía los restos que aún subsisten del antiguo palacio de los Condes de Benavente.
Pocos edificios que dignos sean de mención conserva. En el centro de la calle de la Rua, encuéntrase la casa llamada del Obispo, notable mas por su solidez y capacidad que por su mérito, y el hospital de la Piedad, con su esbelta fachada de jaspe blanco, que ostenta el orden dórico en toda su pureza.
Multitud de fundaciones piadosas se contaban en la villa, de las cuales subsisten hoy muy pocas; y lo mismo sucede con el crecido número de iglesias parroquiales que llegó a reunir, y de las cuales la principal ó mayor es la que se conoce con el nombre de Santa María del Azogue, que se encuentra en la parte mas occidental de la población. Un pórtico de dos grandes pilastras de piedra blanca forma la entrada principal, acompañada de otras cuatro sobre las que arranca el magestuoso medio punto del arco de entrada, y sobre la cornisa se ve un ático flanqueado de columnitas, y en su centro la imagen de la Virgen. Tiene además dos puertas laterales de orden corintio, que corresponden a los brazos del crucero; y en la torre, que mide 176 pies de elevación, está colocado el famoso reloj, que desde la Cruz de setiembre hasta la Cruz de mayo da todas las noches á las diez cuarenta y cuatro campanadas en son de queda, adelantándose una hora en los restantes meses del año. El interior de la iglesia presenta tres naves sostenidas por fuertes columnas de orden dórico, formando un espacioso crucero; siendo su coro de regular construcción, y encontrándose en las paredes algunas notables pinturas.
La iglesia del Sepulcro y de Santa María de Renueva son de escaso mérito artístico, lo mismo que las demás que se encuentran en la villa. La de San Juan Bautista, que según la tradición perteneció a los Templarios en su primitiva fábrica, conserva antiguos sepulcros, sobre cuyas lápidas están esculpidos blasones de la nobleza castellana.
En el limite de la provincia de Zamora, delante de un preciosísimo arco de ramaje que sostenía las armas de Benavente, bajo las cuales se leía:

LA PROVINCIA DE ZAMORA, Á SU QUERIDA REINA DOÑA ISABEL II LA BENEFICA.

Paso de SS.MM. y AA. bajo el arco de triunfo en el Campo Grande (Valladolid)
Esperaban a SS. MM. el Gobernador y comisiones de la diputación provincial, concejo y Diputados á Cortes. El celo del Gobernador había dispuesto en dicho sitio, delante de un semicírculo de astas-banderas y pabellones, una magnífica tienda de terciopelo carmesí, alfombrada de rica tapicería. Lo avanzado de la hora impidió a SS. MM. descansar en aquel lujoso pabellón, por lo que después de saludar con la benevolencia que las distingue a aquellos dignos funcionarios, continuaron bien pronto su camino hacia la villa.
Precedidos de danzas del país, y rodeados de inmenso pueblo que los victoreaba, llegaron los Reyes al antiguo palacio de los Condes de Benavente, lugar designado para morada de las Reales personas. Preciosas parejas de niñas vistosamente cubiertas de lazos y flores rindieron respetuoso homenaje a su Reina y Señora, recitando los siguientes versos:

Tu real diadema espléndida 
Por largos tiempos ciñas, 
Y á nuestro tierno Príncipe 
Su sien orne después: 
Tal es el voto unánime 
De tus amantes niñas, 
Que se honran como súbditas 
Postrándose a tus pies. 

Una guardia de niños vestidos a la chamberga presentáronse á custodiar al tierno Príncipe de Asturias, en cuyo acto leyó uno de ellos con firme entonación las siguientes décimas:

Nieto del Alonso el Sabio, 
E del Alonso el Onceno, 
E tú, Alonso, serás bueno, 
E nunca farás agravio, 
Nin mancilla habrá en tu labio, 
Ne enjosticia en la túa ley; 
Serás bien quisto en tu grey, 
A fuer de apuesto e valiente, 
Muy amado por prudente, 
Por garrido e por gran Rey. 

  E nosotros los rapaces, 
Que con mesura e contento 
Facémoste acatamiento 
Dejando nuestros solaces, 
Al ser mancebos, tenaces, 
E forzudos, e lozanos, 
Guardarte habrán nuestras manos, 
Nuestro arrojo e nuestro acero 
Del poder del mundo entero. 
Porque somos castellanos. 

Portadilla de la obra de Rada y Delgado
Al siguiente día dignóse S. M. recibir corte, y después de ella tuvieron la honra de acompañar en la mesa á los regios viajeros los Sres. Gobernadores civil y militar de la provincia, y el alcalde de la villa.
Terminado el desayuno se dirigieron los Reyes á la iglesia de Santa María, y después rodeados de la entusiasta muchedumbre, y sin mas séquito que el amor de su pueblo, pasaron a las casas consistoriales, presentándose en el balcón de ellas.
A la puerta del mismo Ayuntamiento tomaron el coche de camino con dirección á Tordesillas, pero habiendo dejado antes S. M., como en todos los lugares de su tránsito, pruebas inequívocas de la inagotable caridad que dentro de su corazón constantemente germina.

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