El despoblado de Castrotorafe se levanta sobre una pequeña meseta, en la orilla izquierda del Esla, vigilando un estratégico paso sobre este río. El terreno está incluido actualmente al pequeño municipio de San Cebrián de Castro, de tan sólo 363 habitantes, dentro de la comarca zamorana de la Tierra del Pan. El término municipal incluye el anejo de Fontanillas de Castro.
El acceso se realiza desde la Nacional 630, en plena Vía de la Plata, por una pista de tierra perpendicular a dicha carretera que arranca a unos dos kilómetros al sur de Fontanillas de Castro. El camino lleva al visitante directamente hacia los restos de una de sus antiguas puertas, en el frente este. El sistema defensivo aprovechaba una amplia meseta con brusca caída hacia el río y delimitada por dos pequeños barrancos que desaguan en éste.
Sobre el origen remoto de la población y la cronología del asentamiento, a falta de intervenciones arqueológicas sistemáticas, no existen más que conjeturas. Suele identificarse con el "Vico Aquario" romano, uno de los hitos recogidos en el Itinerario de Antonino. Ciertos hallazgos en superficie de materiales de cronología romana, o incluso anteriores, han venido a apuntalar esta hipótesis, aunque sin argumentos concluyentes.
La primera mención en las fuentes parece ser del año 1038, cuando se cita el territorio de "ad Torabe"o "Adtorabe", como próximo al monasterio de Moreruela, en una donación de la condesa Sancha, hija de los condes Munio Fernández y Elvira. El dato tiene su interés, pues pone manifiesto la existencia de un centro territorial de cierta entidad con poblaciones o aldeas dependientes, entre ellas Riego.
Es a partir de 1129 cuando Castrotorafe resurge con fuerza en el contexto del impulso repoblador desarrollado en el reino leonés. En este año Alfonso VII le concede el fuero de Zamora y le asigna un primer alfoz. Pero será su hijo, Fernando II, quien haga de este lugar un enclave destacado dentro del organigrama político del reino. Es a él a quien las crónicas atribuyen la repoblación de la villa: "este rey don Fernando pobló ... Castrotorafe en el obispado de Zamora.".
En 1176, Castrotorafe es entregada a los caballeros de Santiago por sede central de la Orden: "villam dictam Castro Toraf per terminus novinssimos et antiquos", y dos años después, en 1178, Pedro Fernández, Maestre de la Orden, le concede un nuevo fuero confirmado por el propio Fernando II.
En esta época debió construirse un primer recinto murado y, quizás, levantarse su famoso puente sobre el Esla, uno de los principales viaductos de la zona que proporcionaba acceso a los territorios zamoranos desde el noroeste y a Galicia por Portugal.
La defensa del puente y la guarda de su castillo aumentaron la notoriedad de este enclave a principios del siglo XIII, que fue objeto de sucesivas disputas entre Orden de Santiago, el obispado de Zamora, el Papa y las hijas del Alfonso IX, Sancha y Dulce. En 1202 Alfonso IX concedía a la catedral de Zamora el diezmo íntegro del portazgo para la reedificación del claustro de San Salvador y el de San Miguel, impuesto que estaría estrechamente vinculado, como ocurre en otros lugares, con la gestión y el control del puente.
En abril de 1222 el obispo zamorano alcanzaba un acuerdo con el maestre de la Orden referente a los diezmos del peaje y aceñas en este lugar. El maestre renunciaba a todos los derechos sobre el peaje y la mitad de la aceña de Figal, y el obispo renunciaba a todas sus pretensiones sobre los diezmos del peaje y las aceñas de Castrotorafe.
Las diferencias entre la mitra zamorana y la Orden de Santiago sobre el pago de portazgos y del “pasagium” en Castrotorafe por los vecinos de Manganeses de la Lampreana dieron lugar a una nueva concordia, firmada en 1229 por el obispo y el maestre. La Orden promete no exigirlos, pudiendo los dichos vecinos comprar y vender en Castrotorafe. Por estos mismos años diversas referencias documentales de la Catedral de Zamora, procedentes de mandas testamentarias, testimonian la actividad en el puente.
Para la construcción del viaducto se aprovechó un remanso del río, originado por la acción de "la violentísima curva que antes se desarrolla", en palabras de Gómez Moreno. El arqueólogo granadino sitúa su construcción a finales del siglo XII, señalando que constaba de doce o más arcos " ya hundidos, sobre pilas de corte poligonal contra la corriente y espolones a la parte contraria, con bien torpe criterio. Sus cimientos perseveran dentro del río, y otras cuatro pilas, hechas de sillería gruesa, surgen sobre peñas en la margen contraria". El imponente sistema de fortificaciones de la villa tuvo siempre muy en cuenta la defensa de esta infraestructura, pues desde el ángulo noroeste del castillo un muro descendía a modo de coracha hacia el río, donde se localizan los restos de una torre con espolón que serviría para el aprovisionamiento del agua y la vigilancia.
Basándose en testimonios indirectos algunos autores han mantenido que a mediados del siglo XVI el puente se derrumbó definitivamente, no volviendo a reconstruirse. Quizás haya que retrasar al menos varias décadas esta circunstancia, puesto que en la visita a las encomiendas de Castrotorafe y Peñasuende de 1528 se menciona aquí una barca.
Este misma visita nos revela la existencia de una ermita dedicada a Santa Marina situada en las inmediaciones del río Esla, con lo que los paralelismos con respecto al puente de Castrogonzalo son más que evidentes: "Visitación de la hermita de Santa Marina çerca de la villa de Castrotorafe [...] Los dichos visitadores mandamos a Pedro de Constante, cura de Castro Torafe, que pues lleva la renta de la dicha hermita, que haga hazer dos esquinas de la dicha hermita, que están caydas hazia la parte del río, las quales haga de cal y canto, conforme a la pared que está echa".
En todo caso ya finales del siglo XV se evidencia un importante derrumbe del puente, cuyos pormenores remiten a una primera destrucción que podría remontarse incluso al siglo XIV y que pudo ser definitiva:
"Visytamos una puente que está baxo de la fortaleza en dicho Ryo, la cual está cayda, los arcos de ella, salvo tres que están sanos, y todos los pilares de los otros paresçen ençima del agua grand parte; fuemos ynformados que no saben sy se cayó o sy la derrocaron porque no ay memorya de onbres que dello se acuerden".
Se trata de la visita efectuada en 1494. Esta misma fuente nos informa de la importancia económica y estratégica que los Santiaguistas condecían a este paso: "Si dicha puente se hiziese, rentara esta dicha encomienda Çien mill mrs. Mas, en dende arriba, porque toda la gente que viene de Portugal a las feryas de Castilla vernya por ally que el portazgo rendyese mucho".
A partir de estas fechas las referencias a esta villa escasean en las colecciones diplomáticas, signo evidente de su pérdida de pujanza, a lo que debió contribuir de forma significativa la ruina del puente. En la actualidad, cuando el embalse tiene sus aguas bajas, se pueden apreciar todavía los arranques de sus pilas en el lecho del río.
El castillo, en ruinas, se localiza en el ángulo noroeste del recinto fortificado. Presenta una planta trapezoidal con un doble sistema defensivo. En primer término, una barrera artillera almenada con cuatro torres circulares en los ángulos y, en segunda instancia, un cuerpo principal aislado de planta similar, hoy prácticamente irreconocible.
En las Respuestas Generales del Catastro de la Ensenada, de 1751, se señala que "en este despoblado se actúa y se opera según lo que coge de territorio su cercado, que lo está todo del derredor de piedra amurallado, con sus cubos, y tiene cuatro puertas arqueadas por donde se entre en él, cada una con su nombre, y tiene de Levante a Poniente cuatrocientos pasos, y de Norte a Sur cuatrocientos y diez, de circunferencia medio cuarto de legua".
Se hace saber también que en el despoblado solamente habita una persona, pobre de solemnidad para más señas, y por tanto exento de contribuciones: "... hay con residencia en dicho despoblado solamente un santero o ermitaño, que cuida de la iglesia. Hay una casa, con habitación alta y baja, en la que reside dicho ermitaño. Está separada de la iglesia y sirve para hospedería de la gente que de muchas partes baja a visitar a la Santa Imagen, que en dicha iglesia está colocada y se intitula del Realengo. Cuya casa es propiedad de su Majestad".
Respecto al castillo se describe así: "Hay un castillo, con su vivienda alta y baja, que está inhabitable. Tiene su atalaya y barbacana, y es propia de los poseedores de la Encomienda de Castro, que hoy lo es el Marqués de Galiano (se refiere a Juan Pablo Galiano y Chinarca, I Marqués de Galiano desde 1746), Caballero del hábito de Santiago, Intendente del Real Sitio de San Ildefonso, y se dice que antiguamente residían en él ocho comendadores, y como hoy no lo ejecutan, está dicha castillo destruido y arruinado por abandono".
Restos del puente derruido sobre el Esla |
No hay comentarios:
Publicar un comentario