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martes, 25 de mayo de 2010

Cuando el rey don Fernando hizo poblar el alcázar de Malgrad - Un paseo por el Benavente de los siglos XII y XIII

Chronica Minora

La configuración del plano de Benavente en época de los reyes leoneses Fernando II y Alfonso IX estuvo determinada por dos factores básicos: las condiciones naturales del lugar de asentamiento y la existencia de un establecimiento anterior: el núcleo preurbano.
El emplazamiento, sobre un cerro y con un amplio dominio de las vegas de los ríos Esla y Órbigo, obedeció a una función defensiva. Un talud, abierto sobre el río Órbigo, protegía de forma natural todo el costado oeste de la aglomeración. Su situación privilegiada, junto a un curso de agua y en la confluencia de las más importante vías de comunicación de la región, explican la población y fortificación del lugar, al menos desde finales del siglo XI o principios del XII.

Apenas disponemos de información sobre la fisonomía de la villa antes del inicio de su proceso fundacional. Sea cual fuere su aspecto, la identificación de Malgrad con Benavente es una cuestión que debe considerarse definitivamente zanjada. El cambio de denominación debió hacerse efectivo en 1168, posiblemente mediante una concesión regia. Nos encontramos ante el uso de un nuevo topónimo, más atractivo, con un claro interés repoblador, hecho muy frecuente en la historia urbana medieval de la península. Conocemos casos similares que afectaron a otras villas repobladas durante esta época: Coyanza por Valencia de Don Juan, Erizana por Bayona, o Tuy por Buenaventura.
La morfología inicial del castro Malgrad debió consistir en el castillo, la fortificación, las dependencias y servicios anexos, y un contingente no muy numeroso de población. Los rasgos que definen y caracterizan a la incipiente villa son sus funciones militares y administrativas. La propia denominación como castrum o alcázar utilizada en los diplomas, parece arropar esta tesis. Este núcleo originario de la villa hay que situarlo -según la tradición local- en la parte más baja, en torno a los barrios de Santa Clara, San Andrés y San Francisco. No es posible concretar cual era su extensión en el plano urbano, lo cierto es que ya en 1161 la población contaba con un concilium y con varios cargos de gobierno como son el merino, los justicias y el tenente.
El impulso dado por la iniciativa regia a través de la concesión de la cartas forales de 1164 y 1167 se tradujo en un amplio desarrollo urbano, particularmente reconocible a partir de 1181. La expansión del plano estuvo sometida a las imposiciones de los accidentes naturales, concretamente a la existencia de un escarpe pronunciado -Los Cuestos- abierto sobre el río Órbigo. El grueso de los nuevos pobladores fueron levantando sus casas en la parte llana de la villa y en las laderas del cerro.

Es posible que en un principio, como ocurrió en otras villas, la disposición de las nuevas calles y barrios viniera determinada por el lugar de procedencia de los nuevos vecinos. En cualquier caso, estos populatores se fueron asentando en núcleos de población diferenciados, organizados en torno a una iglesia a modo de pequeñas aldeas.
Algunas de estas "pueblas" estaban relativamente próximas entre sí, pero otras como el burgo de los judíos o la colación de Santa María de Ventosa se encontraban en el extrarradio. La construcción de una primitiva cerca hecha de tapial contribuyó a aglutinar las distintas pueblas. De esta forma, a mediados del siglo XIII, con el aumento del número de vecinos y la consiguiente cohesión de los núcleos iniciales, la ciudad adquirió una cierta unidad.
Los nuevos pobladores que acudieron a la villa siguiendo las indicaciones del monarca fueron edificando sus viviendas en torno a estas nuevas colaciones. La acción política del concejo trató de armonizar todos estos núcleos, otorgando la misma condición jurídica a los repobladores que se iban incorporando respecto a la población ya existente, siempre que se atuvieran a las condiciones establecidas en el fuero. Por tanto, a pesar de que el plano que ofrecía Benavente hacia 1230 no era en absoluto regular, no podemos hablar de una distribución anárquica, sino de un crecimiento dirigido o planificado desde el poder concejil.
La actividad constructiva durante el período objeto de nuestro estudio fue muy intensa. Al impulso inicial, patrocinado por la monarquía, hay que añadir la iniciativa de los propios vecinos, de la iglesia, de algunos miembros de la nobleza y particularmente de las órdenes militares. No deja de ser sintomático el hecho de que buena parte de las noticias relacionadas con la labor constructora se refieren a la edificación, consagración y dotación de nuevas iglesias, signo inequívoco del establecimiento de pobladores y de la creación de nuevas colaciones.

La "puebla" de San Martín es un ejemplo particularmente ilustrativo de la mecánica del asentamiento. El templo de esta colación pertenecía a los vecinos y herederos de la parroquia. Por tanto, presumiblemente, fueron ellos mismos quienes iniciaron su construcción durante la repoblación de este sector de la ciudad. Cuando en 1188 los parroquianos donaron su iglesia a la Orden de Santiago lo hicieron bajo varias condiciones, entre ellas la culminación de las obras sicut in Benevento melior illa non sit excepto illas que ex lapidibus fectis construnctur, expresión que parece hacer alusión a la edificación, por estas fechas, de las iglesias románicas de Santa María del Azogue y San Juan del Mercado. La Orden de Santiago, a su vez, contrajo diversas obligaciones, entre ellas la de mantener un maestro de enseñanza para que instruyera a los hijos de los parroquianos y ayudar a aquellas personas que cayeran en la pobreza.
Otra muestra de iniciativa constructiva -y por tanto repobladora- patrocinada por una orden militar la encontramos en la iglesia de San Juan del Mercado. Su propietaria, doña Aldonza, hija de los condes Osorio y Teresa, había iniciado su fábrica en una fecha no determinada. En 1181 recurrió a la orden del Hospital de San Juan para asegurar la continuación de las obras, paralizadas debido al alto coste que suponía la construcción de una iglesia románica en piedra de sillar. Los hospitalarios se hicieron cargo de la iglesia y aseguraron su culminación a través de la asignación a la obra de bienes y rentas situados en aldeas del alfoz benaventano. De esta forma, de igual forma que ocurrió con San Martín con respecto a los caballeros santiaguistas, San Juan paso a formar parte del dominio de la Orden de San Juan.
A estos ejemplos podemos añadir el caso de la iglesia de San Salvador, edificada en el solar donde mas tarde se levantó el monasterio de Santa Clara, en la Calle Mayor (hoy calle Santa Clara). El templo fue edificado por Rodrigo Peláez y María Joanis, vecinos de Benavente pertenecientes a la colación de Santa María de Ventosa. El extracto conservado del documento recoge una curiosa declaración prestada por los propietarios en la que afirmaban que la iglesia, construida por ellos, se encontraba dentro de la jurisdicción del obispado de Oviedo, aunque los cálices, libros y ornamentos litúrgicos pertenecían al obispado de Astorga. Esta peculiar circunstancia puede explicarse por la confluencia de diferentes jurisdicciones eclesiásticas en el término del concejo. Debe destacarse en este caso cómo un matrimonio procedente de otra colación se hizo cargo de la construcción de una iglesia, posiblemente como inversión para captar parte de los diezmos o de los ingresos derivados del derecho de patronazgo.

Contamos con otras noticias dispersas referentes a otras iglesias edificadas o documentadas en este período: Santa María de Ventosa, erigida en la colación del mismo nombre a las afueras de la villa, figura como uno de los bienes pertenecientes a la iglesia Compostelana en 1178. La iglesia de Santiago, situada en las inmediaciones del castillo, fue fundada en 1217 por el comendador de la orden de Santiago don Juan Massoco. De la iglesia más importante de la villa, Santa María del Azogue, no disponemos de documentación sobre su construcción o consagración, pero su fábrica románica es estilísticamente contemporánea de San Juan del Mercado, si es que no se construyeron bajo la misma iniciativa. El templo estaba ya en uso en 1230 según se evidencia en un pergamino de la catedral de Oviedo. San Miguel, situada muy cerca de la iglesia de San Salvador, debió ser uno de los templos más antiguos de la villa. En 1184 ya estaba construido y era el centro de la colación del mismo nombre. San Andrés, levantada como la anterior en la parte baja, a los pies del cerro, es conocida desde 1221 por tener en sus inmediaciones varias viñas propiedad del monasterio de Carracedo. La iglesia del Santo Sepulcro era "propia" del monasterio de Eslonza; en 1188 se encuentra ya noticia de su existencia. Santa María de Renueva o "Rúa Nova", mencionada en un documento del monasterio de Moreruela en 1278, se ha considerado hasta ahora como paradigma de la expansión urbana en la segunda mitad del siglo XIII. Sin embargo, su construcción debe retrasarse bastantes años, pues figura entre los bienes de la mesa episcopal de Astorga en 1228. Obviamente hay que incluirla dentro de este contexto general de asentamiento de pobladores y formación de nuevos barrios o colaciones.
Como vemos la construcción y dotación de iglesias es el aspecto más significativo de la evolución del plano urbano dentro del período que nos hemos propuesto analizar. Aún siendo muy optimistas sobre el volumen total de población de la villa en estos años, el número de templos documentados resulta llamativamente alto: once en total. Esto hace suponer que el número de parroquianos correspondientes a cada iglesia no sería muy numeroso, pero también nos permite extraer otras conclusiones de interés. La principal es que la máxima extensión del plano urbano se había alcanzado ya entre finales del siglo XII y principios del XIII.
Las nuevas pueblas efectuadas con posterioridad no supusieron por tanto una expansión de este primer recinto delimitado por la muralla. El asentamiento de nuevos pobladores en la segunda mitad del siglo XIII como consecuencia de otras iniciativas pobladoras se hicieron a costa de los espacios no urbanizados o despoblados existentes entre cada una de las pueblas, o bien aprovechando las zonas ocupadas por huertos, pastos, eras o tierras de cultivo dentro de cada colación.
Imágenes: 1, 2, 3, 4 y 5 Diversos detalles de la portada sur de la iglesia de San Juan del Mercado de Benavente (Siglos XII-XIII) [Fotos Rafael González].
Véase támbién el siguiente artículo del autor disponible en PDF: R. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, "Origen y formación de una villa de repoblación. Benavente durante los reinados de Fernando II y Alfonso IX", Studia Histórica. Studia Medieval, 15 (1997), pp. 105-138..

lunes, 3 de mayo de 2010

Poco trecho y mal camino - Una breve historia de Bretocino

Chronica Minora

El lugar de Bretocino se encuentra situado en un altozano sobre la margen derecha del río Esla, muy próximo a su confluencia con el Tera, a 710 m. sobre el nivel del mar. A partir de aquí, el río comienza a encajarse en el basamento paleozoico, transcurriendo prácticamente así hasta su desembocadura en el Duero y dejando en sus márgenes, en algunos tramos, varios niveles de terraza. Su término municipal linda al norte con el de Olmillos de Valverde y Milles de la Polvorosa, al este con el de Bretó y al sur con el de Faramontanos de Tábara.
Los restos arqueológicos hallados en el término de Bretocino testifican la presencia humana en el Paleolítico Inferior. Industrias líticas compuestas por bifaces, triedros, hendidores, cantos tallados, raederas y otros, han sido halladas en los pagos de “El Cabezo”, “Corrales”, “Rozada” y “Peñalosa”, pertenecientes a la cultura denominada Achelense. Industrias similares las encontramos en Santa Marta de Tera, Villabrázaro y Benavente.
Con independencia de otras ocupaciones prehistóricas posteriores, el territorio cobró notoriedad en época romana, al estar próximo a Pretorium (identificado historiográficamente con Bretó), una de las mansiones de la calzada de Mérida a Astorga, conocida posteriormente como Vía de la Plata. Precisamente, de esta época se documentan varios yacimientos arqueológicos. En “Las Nogales” se han recogido diversos molinos de mano circulares y “ladrillos redondos”. En “Los Collados”, en la parte derecha de la carretera que desde Bretocino conduce a Olmillos de Valverde, se han hallado tégulas de “tipo decadente”, en palabras de Virgilio Sevillano.
Centrándonos en épocas más recientes, en las que existe ya un registro documental, el origen del actual núcleo de población remite al proceso de colonización altomedieval. En las fuentes hay referencias a topónimos como Breto, Bretelo, Breto Mayor y Breto Menor, que ponen de manifiesto la vinculación tradicional de ambas localidades, a pesar de la separación física que podía suponer el río Esla. No obstante, esta circunstancia quedaba solventada, quizás, por la existencia de un vado en el cauce, utilizado desde tiempo inmemorial, como paso de ganados y personas. La sabiduría popular ha perpetuado las dificultades de comunicación entre las dos localidades hermanas con el célebre dicho: "De Bretó a Bretocino, poco trecho y mal camino".
En 951 se menciona en un documento del monasterio de Sahagún la vía “de Breto que vadit a Morerola”. Una de las primeras menciones a ambas localidades la encontramos en el fuero otorgado por Alfonso VII en 1129 a la villa de Castrotorafe, en el que se incluyen a Breto y Bretelo como límites del alfoz del nuevo concejo. La División de Wamba, documento apócrifo de finales del siglo XI o principios del siglo XII, señala a Bretó como uno de los límites de la diócesis de Zamora. Según la versión que ofrece la Crónica de Alfonso X El Sabio: “Ell obispado de Numancia, esta es Çamora, tenga por Penna Gusendo fasta Tormes o son los bannos de Val de Rey que yazen sobrel, et dalli fasta en Duero, e de Villalal fasta Oter de Fumus assi como ua acerca de Rio Seco fasta Breto, e de Tauara fasta en Duero”.
A principios del siglo XIII Bretocino figura como un lugar en el que los reyes de León disponen de diversas heredades de realengo, bienes que acaban incorporándose al patrimonio del monasterio de Moreruela. Así, en 1214 Alfonso IX notifica a los concejos y alcaldes de Benavente y Villafáfila que dona al cenobio todo lo que tiene de su realengo en las heredades de Bretocino y Villafáfila. Este privilegio sería confirmado por los monarcas posteriores. El interés de la abadía cisterciense por este lugar se explica por la existencia de un importante conjunto de molinos en la ribera de Esla, que se extendían por los términos de Bretó y Bretocino.

En el siglo XIII el monasterio se fue haciendo con diversos derechos sobre la propiedad, a través de la compra o donación de los mismos a particulares. En 1243 un total de diez herederos venden a los monjes la parte que les correspondía en la presa de los molinos de “Peniellas”, en Bretocino. Como consecuencia de esta implantación creciente de la Orden Cisterciense en la localidad, se estableció una granja monástica, similar a otras muchas que poseía el cenobio en sus dominios del norte de Zamora, desde la que se administraba su patrimonio y las rentas inherentes. Esta granja se documenta al menos desde el año 1222, cuando se entregaba en prestimonio al deán de Astorga, don Pedro Suero.
Desde el punto de vista administrativo, Bretocino fue en la Edad Media una aldea perteneciente al alfoz del Concejo de Benavente, integrada en la Merindad de Riba de Tera, como consta, por ejemplo, en el libro de actas del concejo de 1434. Un año antes, se estableció su contribución al Pedido Real, que se fi jó en la cantidad de 980 mrs. Esta cantidad supone una de las más importantes satisfechas por los vecinos de las aldeas de la citada merindad, tan sólo por debajo de los lugares de Santa Croya y Melgar, lo cual nos da una idea de su pujanza demográfica y económica en el contexto del alfoz benaventano.
En 1398 se crea el Condado de Benavente, a través de la donación que hace el rey Enrique III al noble portugués don Juan Alfonso Pimentel. De esta forma, Bretocino queda integrado dentro de los dominios del señorío. Durante el siglo XV, la barca sobre el Esla se va a convertir en motivo de disputa frecuente entre el monasterio de Moreruela y el concejo de Benavente.
La existencia de barcas en manos privadas constituía, sin duda, una amenaza constante a la explotación de los derechos de paso del principal puente concejil de la comarca: el puente de Castrogonzalo. Además, al ser este un puente que exigía considerables recursos, dadas sus continuas reconstrucciones y reparaciones, las autoridades municipales no se podía permitir el lujo de soportar la competencia de estas embarcaciones extraconcejiles.
La barca de Bretocino tenía un interés particular para el monasterio pues, como ya se indicó anteriormente, en sus inmediaciones se encontraban un conjunto importante de molinos, pesquerías y el Priorato del Hoyo. En el siglo XIV ya hay constancia de la existencia de una barca en este lugar, que debía controlar el monasterio, aunque las heredades de su propiedad fueron entregadas en prestimonio al obispo de Astorga.

En 1434 el capítulo celebrado por los monjes en su monasterio aprobaba el trueque de las heredades que tenía dicho convento en Ferreras de Yuso, Manzanal, Cional, Folgoso, Nuez y las dehesas de Santa Cruz, a cambio de 15.000 mrs. de juro, de los 26.000 mrs. que tenía el conde de Benavente, situados en la alcabala del vino de Zamora y en la barca de Bretocino. Pocos días después, el conde Rodrigo Alfonso Pimentel otorgaba licencia al Concejo de Benavente para que entregara al monasterio de Moreruela la barca de Bretocino, prohibiendo a dicho concejo poner otras embarcaciones desde el término de Milles hasta el canal de la presa del Carrizal. Así mismo, permitía a los vasallos del conde ir a moler a las aceñas del Hoyo, pastar con sus animales, cortar hierba, sacar piedra de la cantera para reparar las aceñas y la pesquera y, por último, vender libremente el pescado obtenido.
Durante el siglo XVI, Bretocino continúa siendo un lugar de paso obligado, en el camino que conducía de Villafáfila a Benavente, tal y como revela Hernando de Colón en su “Cosmografía de España” (1517-1519): Villafafila es en tierra de campos e es villa de quinientos vecinos e esta en llano e tiene unas salinas e es de leña pobre e es de don Pedro Pimentel e fasta Benavente ay cuatro leguas e van por Brete dos leguas e media e por bretoçino media legua".
Como aldea del alfoz benaventano, Bretocino debía contribuir también en aquéllas obras de interés general para la comunidad. Una de ellas era la reparación de las murallas de Benavente. Trabajos que consistían en levantar tapiales en los sectores de la cerca que se encontraban en mal estado o se habían derruido. Así en 1655, dentro del contexto de la guerra con Portugal, que acabará a la postre con la independencia del país vecino en 1668, tuvo lugar una prestación de trabajo de todas las aldeas y lugares del concejo. A cada una de ellas se le asignó un sector de la muralla. En concreto, a nuestra localidad le correspondieron: “seis tapias a los dos marcos y rrecivimentos de la cantería que ssale a la Puerta de Santa Cruz a mano izquierda”.
Este documento tiene su interés, además, porque en esta ocasión Bretocino figura incluido dentro de la Merindad de Valverde, y no en la Merindad de Tera, como constaba en los repartimientos del siglo XV. En esta misma Merindad de Valverde continuaría en el siglo XVIII, como consta en la relación de lugares y aldeas que ofrece Berdum de Espinosa, en su obra “Derechos de los Condes de Benavente a la grandeza de primera clase”, publicada en Madrid en 1753, fol. 54.
Durante el siglo XIX varios diccionarios geográficos e históricos ofrecen estampas de las diversas localidades españolas. Sebastián Miñano y Bedoya en su “Diccionario Geográfico- Estadístico de España y Portugal”, a propósito de Bretocino recoge lo siguiente:
"Bretocino, L.S. de Esp., provincia de Valladolid, part. De Benavente, obisp. De Astorga. A.P., 58 vec., 232 habitantes, 1 parr., 1 pósito. Sit. en colinas suaves que dominan una vega, bañada por el río Esla, junto a su confl uencia con el Tera. Produce trigo, centeno y legumbres. Cont. 949 rs. 8 mrs. Derec. enag. 544 rs."
Por su parte, Pascual Madoz, en su conocido Diccionario, ofrece una interesante descripción de la situación de nuestra localidad a mediados del siglo XIX:
"Bretocino. Localidad con ayuntamiento en la provincia de Zamora (9 leguas) partido judicial de BENAVENTE (1 1/2), diócesis de Astorga (11), audiencia territorial y capitanía general de Valladolid (16): situado en un llano a 100 pasos del río Órbigo, con libre ventilación y clima sano. Tiene 42 casas de un sólo piso, muy reducidas y poco aseadas con su corral delantero cada una de ellas; iglesia parroquial (San Pablo), servida por un cura, contiguo a la cual está el cementerio y dos fuentes de agua perenne; pero sin uso. Confi na Norte Olmillos, Este Bretó, Sur la dehesa llamada Las Mangas, y Oeste Friera, todos a 1/2 hora de distancia. El terreno es de buena calidad y todo llano. A 200 pasos al sur del pueblo, se encuentra la indicada dehesa de Las Mangas, propiedad del conde de Benavente".
* Este texto fue escrito en colaboración con José Ignacio Martín Benito. Forma parte, con algunas variantes, de la reseña histórica presentada para la propuesta de escudo y bandera de Bretocino.
Imágenes: 1. Escudo de Bretocino; 2. Vista general de la localidad desde el río [Foto cortesía de F. Gallego]; 3. Iglesia parroquial [Foto cortesía de F. Gallego; 4. Río Esla desde el moderno puente [Foto cortesía de F. Gallego]; 5. Portada principal de la iglesia [Foto R. González] y 6. Entrada al cementerio [Foto. R. González].